Ante el notable aumento de casos de niños y niñas que se encuentran dentro del espectro autista, es natural que se cuestione si los diagnósticos son acertados. Además, resulta esperable que los padres se pregunten cuáles son las señales a las cuales deben estar atentos.
En primer lugar, es necesario definir de qué hablamos cuando nos referimos al trastorno del espectro autista (TEA). Es una condición que afecta, fundamentalmente, la capacidad de la persona para comunicarse y vincularse con los otros.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, de la Asociación Americana de Psiquiatría, otra de las particularidades del autismo son los patrones restringidos, repetitivos y estereotipados, tanto en el comportamiento como en los intereses y en las actividades.
Al no ser una enfermedad, el tratamiento no intenta alcanzar la cura, sino que busca conocer en profundidad las capacidades y las necesidades de cada paciente para brindarle los apoyos que precisa, con el fin de mejorar su calidad de vida.
La palabra espectro hace referencia a la gran variedad de manifestaciones clínicas del autismo, el cual oscila de una mayor a una menor afectación. Si bien ciertos rasgos son comunes a todas las personas con autismo, también existe una gran diversidad.
Las diferencias fundamentales que se presentan dentro de los diagnósticos de TEA dependen, principalmente, de los siguientes factores: la gravedad de los síntomas, la presencia o ausencia del lenguaje verbal, el coeficiente intelectual del paciente y las patologías asociadas.
En la actualidad, se incluyen dentro del TEA diagnósticos que, anteriormente, solían hallarse por separado. Por ejemplo, el trastorno autista, el síndrome de Asperger y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado, entre otros.
¿Cuáles son las señales a las cuales debemos estar atentos?
Cuando existen indicios de que el desarrollo de nuestro hijo o hija podría no corresponderse con el esperable para su edad, resulta indispensable consultar a un profesional. Cuanto antes se realice un diagnóstico y se diseñe un tratamiento específico para el paciente, mejor será su pronóstico.
La intención de determinar si el paciente se encuentra dentro del espectro autista no debe ser nunca encasillarlo o etiquetarlo, sino que debería funcionar como punto de partida para brindarle los apoyos que resulten necesarios.
Como se mencionó anteriormente, la detección temprana de ciertas dificultades evolutivas es fundamental para acudir a un especialista, el cual efectuará la correspondiente evaluación. Estas son las principales señales de un desarrollo atípico a las que deberías prestar atención:
- Ausencia de sonrisa social y de contacto visual.
- No balbucear a los 12 meses.
- Falta de demandas, como estirar los brazos, y de gestualidad, como saludar con la mano o señalar.
- No responder al nombre a los 12 meses.
- Desafíos en la comunicación: no dice ninguna palabra a los 16 meses; no enuncia frases de dos palabras, que no sean por repetición, a los 24 meses.
- Ecolalias: repetición de sílabas, palabras aisladas o fragmentos escuchados. Las expresiones son utilizadas fuera de contexto.
- Dificultad para tolerar los cambios y necesidad de establecer rutinas.
- Juegos poco convencionales e intereses absorbentes.
- Inconvenientes en la socialización y tendencia al aislamiento.
- Movimientos y sonidos repetitivos autoestimulantes (stimming).
- Percepción atípica de los estímulos sensoriales (como la hipersensibilidad auditiva).
En el caso de que un niño presente algunos (o todos) estos síntomas, es recomendable que sea evaluado por un profesional competente por medio de una escala de screening para el diagnóstico de TEA. Estas herramientas deben ser aplicadas por expertos capacitados, ya que el análisis se realiza sobre las conductas observables. En otras palabras, resulta indispensable que quien utiliza ese instrumento tenga formación y experiencia clínica.
Para que un diagnóstico sea fiable, es necesario que se hayan agotado tres instancias: el estudio de las características del desarrollo, la aplicación de las escalas de screening y, por último, las evaluaciones especializadas. De estas ultimas, la más utilizada en nuestro país es la escala ADOS-2. También es recomendable realizar exámenes médicos clínicos y neurológicos.
¿Se conocen las causas del autismo?
En los últimos años, se ha logrado cierto acuerdo científico sobre la etiología del autismo. Actualmente, se sabe que las causas se encuentran ligadas a factores neurobiológicos. Más específicamente, se ha estudiado que existen anomalías en el sistema nervioso central. Estas pudieron ser ocasionadas tanto por circunstancias medioambientales como por razones estrictamente genéticas.
El consenso al que han arribado las diversas investigaciones establece que el cerebro de las personas con TEA se encontraba predispuesto genéticamente para desarrollar estas alteraciones. Luego, esa condición hereditaria fue favorecida por eventos ambientales que, en el caso de que no hubiera tal predisposición, hubieran resultado insignificantes.
Entonces, la tesis actual afirma que el TEA es multifactorial. En su génesis, influye tanto lo genético como lo biológico y lo psicológico. En el pasado, fue difundida una teoría que culpabilizaba a las madres de las personas con autismo, acusándolas de no haber establecido un vínculo de apego con su hijo (“madres nevera”). Estas afirmaciones de algunas corrientes psicoanalíticas fueron desestimadas por la comunidad científica.
Existen muchos mitos alrededor de las personas con autismo. Algunos de ellos han sido promovidos por algunas películas y series. Se suele creer que cuentan con habilidades extraordinarias, que son genios o, inclusive, que tienen habilidades extrasensoriales. Nada de ello ha sido comprobado, pero algunos profesionales, especialistas en el tema, afirman que muchos de sus pacientes cuentan con un coeficiente intelectual superior a la media. Sin embargo, esta particularidad no fue estudiada todavía.
Hay una gran cantidad de adultos que se encuentran dentro del espectro, pero desconocen su diagnóstico. La razón es que existe un aprendizaje de las conductas sociales esperables y, de ese modo, se disimulan o camuflan los síntomas del TEA.
Estos casos de camuflaje social son más comunes en las mujeres que en los hombres. Hace algunos años, se creía que el porcentaje de hombres con autismo en relación a las mujeres era de cuatro a uno. Sin embargo, hoy se sabe que por cuatro hombres, existen dos mujeres dentro del espectro.
Por último, resulta importante aclarar que las personas con autismo no están en otro mundo. Ellos viven en este, pero procesan la información, las emociones y los estímulos de un modo diferente. Por este motivo, es indispensable manejarse con respeto y promover la inclusión real, sobre todo en las aulas y en el mercado laboral.
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