El fiscal Franco Carbone imputó este miércoles en el Centro de Justicia Penal a Nicolás “Pupito” Avalle, sicario de Los Monos preso en la cárcel federal de Ezeiza, como instigador de los ataques a los frigoríficos en Rosario y Villa Gobernador Gálvez, que se repitieron en los primeros días de abril. Además, el funcionario del MPA acusó a otras seis personas por la saga de atentados, entre ellas a la madre y la novia de Avalle. Además, la acusación incluyó a otro preso que estaba alojado al momento de los hechos en la Unidad 6 del Servicio Penitenciario provincial, en la zona sur de Rosario.
En la audiencia, el fiscal Carbone acusó a “Pupito” Avalle, preso en la cárcel federal de Ezeiza, de encargar los ataques a frigoríficos y al Sindicato de la Carne. En total, hubo seis atentados que se concretaron y tres más que se evitaron a último momento, cuando la policía encontró al gatillero con tres bombas molotov y carteles amenazantes que llevaba en una mochila. De esa persecución policial, que resultó clave para la causa, quedó también un teléfono que sirvió para reconstruir la trama y un prófugo que escapó de los uniformados. Eso fue la noche del 16 de abril, trece días después de los primeros atentados.
Entre la información que se ventiló en el Centro de Justicia Penal, pudo escucharse la conversación entre Fabricio Joel Hernández, que estaba detenido en la cárcel de la zona sur de Rosario de Avenida Francia al 4800. Ya había conseguido un gatillero para atentar contra frigoríficos y la sede sindical del gremio de la carne, diciéndole que había “un laburito bien piola para hacer”. Después, le había dicho por Whatsapp cómo tenía que armar las Molotov, “comprando 10 lucas de gasoil y llevando para meter en las botellas de vidrio”. Hasta que finalmente le pide a su contacto en el territorio: “Aplicale mecha y…. acción!!”. La última parte del encargo era solicitarle un video que muestre que se había concretado el ataque, para poder mandarle “a los de arriba”.
¿Quiénes eran “los de arriba”? Para Carbone no quedan dudas que era Nicolás “Pupito” Avalle, preso desde hace cinco años por haber robado a punta de pistola un auto en Vera Mujica al 1800 y convertido luego en la cárcel en jefe de una banda de gatilleros que opera para Los Monos. Primero estuvo en Piñero, desde dónde planificó inclusive el secuestro del hijo de un empresario en Arroyo Seco, en 2021. Luego fue enviado a Ezeiza, desde dónde siguió su ascenso en el mundo criminal: en trato cotidiano con otros referentes de Los Monos también oriundos de Villa Gobernador Gálvez, sumó más imputaciones por balaceras y extorsiones. Tiene sólo 26 años.
En la audiencia, Avalle habló y permitió ser interrogado por el fiscal Carbone, que tuvo un jugoso diálogo de varios minutos con el acusado. Se hizo cargo de haber cometido otros delitos, pero no de los atentados por los cuales estaba siendo imputado.
En un momento de ese interrogatorio, “Pupito” deslizó que conocía a varios integrantes del Sindicato de la Carne y que recordaba haber comido un costillar con su secretario general. El fiscal -cabe recordar- había llegado al dato de que Avalle podía estar detrás de la saga de ataques al sindicato y empresas del sector cárnico por varios aportes. Por un lado, el del propio referente gremial Alberto Fantini, que contó al MPA lo que le habían dicho allegados suyos que tienen contacto con algunos presos, a través de la relación que se forjó en las barras del fútbol: “Esto no viene de Piñero, sino de Ezeiza”.
Poco después -y con datos sólidos como la pericia al teléfono que se secuestró la noche en la que se pudo frustrar tres atentados- se pudo confirmar que efectivamente la orden venía de una cárcel federal, aunque triangulando con una prisión provincial, con un detenido que no aparecía -hasta ahora- en el radar del MPA.
“Era un preso común, podríamos decir. Es que en la medida que se van imputando a las primeras y segundas líneas, echan mano a lo que tienen abajo en el propio sistema”, deslizó una fuente de la investigación en diálogo con Red Boing, tras la audiencia.
Con aquel primer dato de calle, la Fiscalía pidió nombres de los detenidos en cada pabellón y registro de visitas. En el caso de Avalle, tenía un antecedente muy cercano, porque en octubre último ya había sido imputado como jefe de una gavilla que había atacado sedes de la UOCRA y el mismo Sindicato de la Carne al que gente suya le tiró una molotov y varios disparos de nuevo en abril.
Aquella vez, según se había dicho en audiencia en el Centro de Justicia Penal, había sido con la intención de participar de negocios como las viandas que reciben los obreros de la construcción. “¿Y ahora cuál podría ser el móvil”, preguntaron los periodistas al fiscal al finalizar la audiencia. “El Sindicato de la Carne tiene unos 80 mil afiliados en todo el país, eso mueve mucho. Y también aparece como hipótesis la relación con la barra de Newell’s”, dijo Carbone.
Otra de las hipótesis que había analizado el MPA, aunque suene insólita, involucraba a la Copa Libertadores. Es que la barra brava de Peñarol había pasado la noche en el camping que tiene el Sindicato de la Carne en la localidad de Victoria antes de llegar a la ciudad para jugar con Central. Por eso se pensó como una posibilidad que el ataque a la sede gremial -que coincidió con la estadía de los uruguayos en Entre Ríos- haya venido por ahí. Pero enseguida fue descartada.
Ese 3 de abril con una Molotov se habían prendido fuego cinco motos de trabajadores al tirar una bomba contra el bicicletero en la fábrica de Paladini en Villa Gobernador Gálvez. Un rato antes, habían baleado y prendido fuego la puerta del Sindicato de la Carne, en la zona sur de Rosario. Ese hecho había quedado registrado en una cámara de seguridad. En otro de los hechos, el de Coto, el atacante usó la misma ropa que se pudo ver en el video de otra grabación privada.
Hoy se supo que en todos los casos se habían tirador, arma y moto. El mensaje en cartón que dejaban después de disparar tenía una leyenda: “Cada ciclo tiene su fin. La nueva conducción”. Eso decían los pedazos de cartón que llevaban los dos hombres que no pudieron zafar de la policía la noche del 16 de abril. Para entonces, se había diseñado un cordón de refuerzo con móviles en la zona fabril. Y los muchachos fueron encontrados en inmediaciones de la planta de Sugarosa: doblaron en U al ver a los agentes, trataron de salir por una estación de servicio y terminaron cayendo al piso. Uno quedó preso, Cristian Rubio, imputado este miércoles. El otro se fugó. El fiscal Carbone contó que se hicieron después 18 allanamientos pero no pudieron dar con él, autor material de todos los hechos. ¿Alguien lo protege? Es la pregunta que quedó flotando en la audiencia.
El video al Whatsapp en Ezeiza
La crónica vuelve a lo que pasó dentro de la Sala 10. Desde Fiscalía se relató que en uno de los ataques, el gatillero prófugo había registrado en su teléfono un video de la policía trabajando en la puerta del establecimiento que tiene Coto en la zona sur de Rosario. Ese archivo había sido enviado a Hernández, que estaba preso. Y él a su vez se lo reenviaba al celular que usaba Avalle en el Pabellón 15 de Ezeiza. Eso pudo detectarse por los impactos de antena de cada comunicación.
Cuando pidió la palabra, “Pupito” dijo que al aparato también lo usan otros detenidos que son hinchas leprosos. La foto de perfil de ese número que recibió el video del ataque era la de la ya célebre bandera que el año pasado desplegaron Los Monos en la despedida de Maxi Rodríguez, delante de Messi y Di María que habían llegado a Rosario para jugar ese partido. El trapo tenía la imagen de Guille Cantero, “Pollo” Vinardi y “Toro” Escobar, caricaturizados. Dos de esos tres hombres comparten pabellón con Avalle. El contacto estaba agendado como “LosLeprosos74”.
Otro dato de color fue el que se dio cuando desde la cárcel de Rosario, Hernández le dice al gatillero que le grabe otro video, porque en el primero la imagen era mala. Cuando le vuelven a enviar el material que debía reenviar a Ezeiza, para poder cobrar el trabajo, le dicen: “Ojo, mandalo sin audio porque quedó la voz de mi sobrinita, que mejor no salga”. La imagen era capturada por la hermana de quien se hacía cargo de disparar, también imputada como partícipe necesaria.
El objetivo de los ataques
Para el fiscal, fueron realizados con el fin “de intimidar y amedrentar tanto al dirigente sindical Alberto Fantini como así también a las numerosas personas que forman parte de la industria frigorífica, principalmente a los trabajadores de las ciudades de Rosario y de Villa Gobernador Gálvez”. En este misma línea, Carbone aseguró que la principal hipótesis del móvil se vincula a un amedrentamiento al sindicato de la carne. “Tenemos identificado que la principal víctima es el sindicato de la carne”.
A la hora de resolver, el juez Nicolás Foppiani aceptó el planteo de Fiscalía de solicitar tanto al Servicio Penitenciario provincial como al Federal que extremen los cuidados con los imputados que ya estaban presos: Avalle en Ezeiza y Hernández, antes en Rosario pero ahora en Piñero. En el caso de este último, será alojado en el Pabellón de Alto Perfil. Mientras que para “Pupito”, se pidió que no reciba visitas íntimas sino a través de un blindex y que tenga más restringidas las comunicaciones desde el teléfono fijo. “Una sola por semana y controlada por personal carcelario”, se dijo. En esta investigación se detectó que su madre y su hermana recibían sus llamadas y ellas triangulaban con el celular del integrante de la banda que estaba en la cárcel rosarina.
Tras la audiencia, Red Boing habló con fuentes del sistema carcelario nacional y provincial. En ambos casos se confirmó que en los próximas días se avanzará con medidas de restricción para los imputados por Carbone.
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