Siria vive horas de tensión tras la caída del régimen de régimen de Bachar al Asad, que había permanecido al frente del gobierno dictatorial durante 24 años. En ese marco, Río 96.9 habló con Hugo Alaniz, sacerdote argentino que está al frente de una misión pastoral en ese país. “Ahora estamos bien, pero han sido días con muchas sensaciones. Hace dos semanas empezamos a escuchar que grupos islamistas empezaban a invadir desde la parte oeste de la provincia de Aleppo. Estábamos en guerra hace trece años y este grupo se había recluido en una provincia que se llama Idlib”, dijo.
Alaniz llegó a Siria hace unos siete años como sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado, orden cristiana establecida en Argentina desde 1971, con misiones en varios países de Oriente. Y en diálogo con Río 96.9 contó: “En los primeros de este movimiento hubo mucho miedo, porque algunos decían que este grupo rebelde -en referencia a la organización islamista Hayat Tahrir al Sham- venía a matar a todos los cristianos. Era una locura lo que estaba pasando. Nosotros permanecimos acá en la iglesia, adonde hay religiosas, jóvenes, familias musulmanas que vinieron a refugiarse. El sábado ya la ciudad de Aleppo había sido tomada. Pero los rebeldes avisaron que no venían por nosotros, que no era una cuestión religiosa. Y eso nos dio tranquilidad. En la coalición que asumió el gobierno hay varios grupos, por los que pasó hasta el ISIS. Finalmente pudimos encontrarnos con uno de sus líderes y nos confirmaron que no iban a atacarnos”.
Ahora, en Siria se espera que se conforme un gobierno de transición. Y mientras se espera que la situación política del país se resuelva, Alaniz explica cómo fue la vida en ese país con el gobierno de Bashar Al Assad, que cayó en las últimas horas: “La guerra empieza en 2011 con la invasión de grupos islamistas que querían implementar un ‘gran estado islámico’ desde Marruecos hasta Siria, pasando por Egipto, Jordania e Irak. A nivel mundial se conoció a ISIS, pero este movimiento estaba integrado por muchos grupos. Hasta ese momento el país era muy pujante, desde la provincia de Aleppo se exportaba a Turquía y desde ahí al resto de Europa. Pero desde que empieza la guerra empieza la decadencia económica, con un bloqueo que hacía que no pudieran ingresar cosas esenciales. Por ejemplo si a amigo argentino le pedía que me traiga un medicamento, no podía hacerlo. Tampoco podíamos recibir dinero a través de Western Union. La medida era contra el gobierno, pero la que pagaba los platos rotos era la gente. El sueldo de un empleado público, para tener dimensión, no superaba los veinte dólares. Nuestro trabajo, en este contexto tan complicado, fue ayudar a las familias”.
La misión pastoral del Verbo Encantado, que tiene a Alaniz como sacerdote en Siria, cumple una valorable función social: “Hacemos apoyo escolar, cursos de formación para universitarios, talleres de preparación profesional para adultos. Nuestra congregación hace mucho trabajo social, especialmente después del terremoto del año pasado, que sumó mucha cooperación internacional. Lo que siempre preocupa es pensar qué pasa en estas regiones cuando se deja de ser noticia. ¿Quién habla hoy de Haití o los países de África?”, reflexionó el sacerdote, oriundo de San Luis.
“De a poco acá la vida se va normalizando. Esto significa tener electricidad dos horas al día y muchas dificultades para comunicarnos, por la complicación para tener Internet. Pero venimos de una realidad en la cual, por ejemplo, muchos jóvenes emigraron en los últimos tiempos porque el servicio militar obligatorio que tenía el régimen que acaba de caer era de ocho años. La sociedad estaba destruida”, finalizó Alaniz, el cura argentino que demuestra que la solidaridad y la decisión de trabajar en el bien común no reconoce fronteras.
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