Pasaron los primeros 20 días de enero, y tras las primera lluvias de este verano caliente, que aliviaron al menos por unas horas a los productores santafesinos que viven la sequía más traumática de la que haya recuerdo, empiezan a divisarse los posibles escenarios electorales del 2023 en la bota santafesina. Y si bien aún quedan interrogantes por ser resueltos, a esta altura ya hay algunas certezas que hasta hace poco se desconocían.
Que después de una larga tradición “separatista” de la vida cívica de la provincia en relación al calendario nacional para los turnos ejecutivos, en esta oportunidad, existe una decisión del gobierno provincial de retrasar lo máximo posible las elecciones. Serán un fin de semana después o uno antes, es lo que queda por definir. La resolución final saldrá de la lapicera de Omar Perotti. Pero el dato es lo dicho, Santa Fe elegirá su futuro gobernador o gobernadora en medio de un clima de discusión nacionalizada. En julio, agosto, septiembre y octubre -y tal vez noviembre- los santafesinos iremos a las urnas una vez por mes. Algo inédito.
Con esas nuevas reglas de juego, lo que queda por conocerse son las estrategias, y finalmente, los jugadores. Y aquí aparece el segundo dato que a nivel provincial es novedoso. El tan hablado frente de frentes, que nucleará a prácticamente toda la oposición no peronista provincial será una realidad. El Partido Socialista, cual figurita difícil, estiró definiciones, y ya tiene asumido ser parte de ese armado. Hacia adentro existen distintas miradas de cómo y para qué.
Por un lado, un grupo de militantes, diputados y ex funcionarios que se alínean detrás de Antonio Bonfatti, Rubén Galassi, y el grupo Fuerza del Territorio, expresan una mirada de que es un tiempo más de acompañar que de liderar, atentos a la situación que atraviesa el partido de la rosa y a la necesidad de cuidar gobiernos locales. Del otro lado, la facción que históricamente acompañó al fallecido ex gobernador Miguel Lifschitz, cree que es condición indispensable llevar candidatos propios en todas las categorías, algo que ya expresaron Mónica Fein, presidenta del PS, y Clara García, última cabeza de lista a senadora nacional.
El PRO, el otro extremo del armado provincial, también tiene pensado presentar candidaturas en todas las categorías, al menos por ahora. La duda pasa por si la figura de Losada sea o no una jugadora en la categoría de gobernador. Si ella está, es probable que el macrismo decida desistir de esa competencia y buscará potenciar el armado territorial para ser competitivo en las contiendas locales.
El interrogante respecto de encabezar o acompañar, a esta hora, atraviesa todas mesas de debates partidarias, muchas amenizadas con asados, mollejas, y bien regadas con copas de vino tinto de verano. Bajo el sol estival los campamentos de todos aseguran que tendrán candidatos al menos en las principales categorías. Y es razonable que así lo hagan, aún quedan tres largos meses hasta los cierres de listas.
A esta hora, en Santa Fe, sobran votos pero faltan candidatos. En poco tiempo, Santa Fe quedó sin caudillos. La desaparición física de Obeid, Reutemann, Binner y Lifschitz, sumada a la derrota de Bonfatti en las últimas elecciones y la imposibilidad de Perotti de poder ser reelecto, abrió una época de horizontalización de la política en busca de nuevos liderazgos tanto en el peronismo como en la oposición. Quiénes están llamados a ocupar ese papel, por el momento es un misterio por develar.
Las agendas de debate dependen, en gran medida, de la gran incógnita de la política nacional y provincial. “¿Qué somos, oficialismo u oposición, cambio o continuidad?”, es la pregunta en las mesas chicas de la política que competirán este año. El clima de agotamiento, una inflación que a duras penas se logra -y se festeja- que toque el piso del 5 por ciento mensual, coaliciones de gobierno dinamitadas a su interior, y un fuerte deterioro del respeto a la clase política en general, son las condiciones a las que se enfrentarán unos y otros para intentar filtrar sus mensajes en búsqueda de conseguir votos. Una cancha inclinada para cualquiera.
En este marco, quienes vienen con la mochila liviana, sin muchos años de participación política, y sin responsabilidades en gestiones, parecería que podrían correr con ventaja por los niveles de conocimiento y de imagen positiva que ostentan. Sin embargo, si se confirma la hipótesis de que las elecciones se darán en medio de un clima de época de dificultad económica y social -cerramos con casi 100 puntos de inflación en el 2022-, es probable pensar que al final del camino, al momento de la decisión, muchos electores pueden llegar a decidirse por un representante que acredite cierta experiencia.
No existen recetas ni estrategias que aseguren el éxito. Ninguna elección es igual a la anterior, y ninguna campaña que haya funcionado antes, incluso con el mismo candidato, es garantía en el futuro. Pasados los primeros 20 días del año aparecen algunas de las primeras definiciones que delimitan el territorio en disputa y que levantará el telón en febrero. Quien mejor interprete la coyuntura, detecte con claridad la demanda de un pueblo esquivo, y sea capaz de construir una oferta electoral medida se llevará el premio mayor de comandar los hilos de la Casa Gris, y seguramente será acompañado de buenos dividendos en las disputas por los gobiernos locales más representativos.
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