Se llama Petrov (nombre de origen ruso que significa piedra) Czernieswky tiene 43 años nació en Polonia, precisamente en Lublin, es ingeniero y reparte su tiempo trabajando en su tierra y en Italia. Hoy, la vida lo encuentra como voluntario de guerra. Asistiendo a los ucranianos que escapan sin saber bien hacia dónde van y qué les espera por venir. Lublin es un buen lugar para empezar a sentirse seguro, está a 260 kilómetros de Medyka, frontera con Ucrania. Cuenta con más de 300 mil habitantes y una infraestructura importante para asistirlos. En diálogo (un poco de italiano, otro de español, algo de inglés, y dejando de lado por completo el polaco) con el enviado de Redboing dijo, “estaba justo en Polonia, pedían gente, tengo un buen vehículo, no paso necesidades, y acá estoy. Ayudar al pueblo ucraniano es un deber moral”.
El viernes Lublin se vio desbordada en su estación de colectivos más importante por refugiados desesperados ante el ataque ruso a la ciudad ucraniana de Lutsk (80 kilómetros de Polonia). Los voluntarios y la policía del lugar lograron persuadir a aquellos que pretendían subirse a los micros sin comprar pasajes, o bien viajar en los pasillos de los mismos. Calmado el incidente, decenas de mujeres y hombre de todas las edades, como rango de promedio entre 20 y 60 años, los contenían con chocolate bien caliente, pastelitos y una suerte de empanadas. También había mantas y almohadones por todas partes, así como colchones que llegaban de diferentes lugares. Solidaridad, paciencia, entrega, predisposición y cariño son algunas palabras que se nos escapan del diccionario para describir la escena.
Petrov mira expectante, no interviene, pero está alerta. Ante la consulta del periodista y la sorpresa que manejaba algo de español, y bien italiano e inglés aclaró, “no quiero fotos, por favor”. El motivo fue por demás convincente, “no hago esto para ser alguien notorio, lo hago para sentirme bien. El mundo no será igual para esta gente, se quedó sin nada y no podemos mirar para otro lado”. Después señaló que no cobran por la tarea, algunos piden permiso en sus trabajos y una constancia les permiten realizar el mismo. No tienen horario, ni obligaciones que vayan más allá de las que ellos mismos se imponen, o sus cuerpos les permiten. “En mi caso pongo el auto a disposición (Opel Insignia. en impecable estado) y me toca ir a buscar a Ucranianos que están a 100 kilómetros a la redonda y no tienen como seguir avanzando”.
ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), es la entidad que los recluta y organiza de manera precisa y contundente. “Se mueve mucha plata que se utiliza para alimentos, combustibles, colchones y demás provisiones”, relató. “Por medio de celulares nos contactamos el grupo que buscamos gente, vamos y los traemos, algunos se pierden por el camino, pero hoy Polonia está llena de voluntarios, además en la frontera se encuentran grupos de diferentes lugares de Europa no son todos polacos. El pueblo ucraniano no está en guerra, defiende lo suyo, y nosotros no podemos mirar las noticias y quedarnos quieto, es un deber moral ayudar, al menos para el que puede”.
Slava Ukraini significa Gloria a Ucrania, una especie de ofrenda para los que luchan por sus hermanos, y los que perdieron la vida peleando. Se la ve por diferentes lugares de Polonia y del lado de Ucrania es el grito de guerra, la estampa que llevan sus soldados. Esa imagen en forma de afiche está sobre la estación de Lublin, una localidad tranquila en donde nunca pasa nada. Y el viernes vivió una jornada de locura por la invasión de los desamparados, aliados en la Slava Ukraini.
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