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Todo Show

Seis estrenos con dos pelis argentinas llegan antes de la primavera

Tras su estreno mundial en el Festival de Tribeca, donde ganó el premio a Mejor Guion, llega a 37 salas argentinas la nueva película de la talentosa directora de Ana y los otros, Una semana solos, Escuela Normal y La tercera orilla, que propone un cambio de registro, de temáticas y de personajes en su carrera. Para esta coproducción llamada “El aroma del pasto recién cortado”, se asociaron Uruguay, México, Alemania y Estados Unidos, Murga volvió a contar con el apoyo de un tal Martin Scorsese. También llega “La sustancia”, de la directora de Revenge / Revancha (2017) impactó en todos los sentidos posibles en el último Festival de Cannes (donde obuvo el premio a Mejor Guion) con una orgía de sangre, vísceras y desnudos que se convirtió en inmediato objeto de culto entre los adoradores del body horror y el splatter y generó resquemores y hasta rechazos entre la crítica más clásica. Tras ganar el Premio del Público de la sección Midnight Madness en el reciente Festival de Toronto, llega a 64 salas de Argentina y a fines de octubre estará disponible en la plataforma de streaming MUBI. Además “Linda” con la China Suárez, “Alicia, la gemela de diablo”, la animada “Transformers Uno”, y la francesa “Un silencio”. Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“El aroma del pasto recién cortado”

Luego de concentrarse en el universo infantil, adolescente y juvenil en Ana y los otros, Una semana solos, Escuela Normal y La tercera orilla, Celina Murga concibió con El aroma del pasto recién cortado su primer drama adulto. Es, en esencia (con todo lo bueno y lo no tan bueno) una obra sólida, propia de una etapa de madurez artística y personal, aunque para mi gusto más rígida y estructurada, más programática o de tesis, en la que por momentos se extraña cierta fluidez y espíritu lúdico que afloraban en sus trabajos anteriores.

El aroma del pasto recién cortado está articulada como dos historias independientes (de hecho fueron rodadas una después de otra), pero que tienen en común la profesión de ambos protagonistas (profesores universitarios), las locaciones (ambas dinámicas familiares transcurren en el mismo departamento que desde la dirección de arte fue reformulado por completo y en la Facultad de Agronomía) y que, a partir de un minucioso trabajo de guion primero y de edición después, se van narrando de manera intercalada para que funcionen a modo de espejos.

Pablo (Joaquín Furriel) está casado con Carla (Romina Peluffo) y tienen dos hijos, Rami y Nico (Manuel y Francisco Pérez); Natalia (Marina de Tavira) es una mexicana radicada en la Argentina que está en pareja con Hernán (Alfonso Tort) y tienen dos hijas, Juli y Mica (Martina y Catalina Cayuela Cánepa). Quedó dicho que ambos son docentes en Agronomía y a los pocos minutos del relato ambos iniciarán sendos affaires con alumnos (él con la Luciana de Verónica Gerez; ella con el Gonzalo de Emanuel Parga).

Murga pone desde el vamos casi todas las cartas sobre la mesa: matrimonios dominados (agobiados) por la rutina, las complicaciones laborales, la pérdida del deseo y las extenuantes crianzas, infidelidades que funcionan como vías de escape e ilusión; y todo lo que esas decisiones van generando en el terreno íntimo, familiar, institucional y social en tiempos de redes sociales y estigmatizaciones.

Ensayo sobre las presiones e insatisfacciones de la vida moderna (de clase media, universitaria y urbana) construido con varias capas, dimensiones, derivaciones y alcances, El aroma del pasto recién cortado no es tanto un film sobre la infidelidad (a la que tampoco se demoniza desde una mirada conservadora) sino una reflexión sobre cómo se construyen relaciones de poder y, sobre todo, cómo se aceptan o juzgan comportamientos similares según el género, a partir de los prejuicios, preconceptos y mandatos culturales (patriarcales), pero también de los cambios surgidos al calor de la marea verde y el auge de los discursos feministas.

Lejos de abrazar posturas extremas o de ofrecer respuestas tranquilizadoras, Murga se (nos) pregunta por actitudes y procederes, esboza ideas que pueden resultar provocadoras e inquietantes pero jamás son definitivas. En ese sentido, y más allá de que por momentos esas historias paralelas, ese trabajo espejado resulta un poco forzado, recargado, grave, solemne o demasiado calculado, ambas tramas alcanzan la intensidad emocional buscada gracias también al convincente aporte de los seis intérpretes principales y a la frescura en las ocasionales apariciones de los cuatro niños.

Rodada durante poco más de cinco semanas en locaciones de Buenos Aires y Montevideo, El aroma del pasto recién cortado tuvo que adaptarse, seguramente por imposiciones propias del armado de toda coproducción, a un elenco (y hasta a los temas del soundtrack) en el que conviven intérpretes de Argentina, Uruguay y México. Murga ratifica su habitual sensibilidad, talento y ductilidad como para que ninguno de esos condicionamientos conspirara contra la esencia y potencia de su película, aunque en ciertas zonas y decisiones se extrañe el desenfado, la ligereza y la naturalidad de su obra previa.

DIEGO BATLLE.

EN SHOWCASE, HOYTS Y DEL CENTRO.

“La sustancia”

Cuando un/a lector/a se encuentra con frases del tipo “La película X sacudió (conmovió) a Cannes” lo primero que piensa es “otro lugar común, otra exageración de un crítico sin ingenio ni ideas”. Bueno, puede que no tenga demasiado ingenio ni ideas, pero créanme que La sustancia impactó y shockeó (sumen el verbo que mejor les parezca) como pocas veces lo vi desde que cubro este festival de 2001 a la fecha. Se trató de una de las experiencias más extremas: body horror y gore/splatter, un festival de sangre, vísceras y desnudos que en la comparación dejan a Mandy, de Panos Cosmatos; o Pacto de amor / Dead Ringers, de David Cronenberg (con la que tiene más de un elemento en común), como juegos de niños, como películas austeras y adocenadas.

Elisabeth Sparkle (Demi Moore) ha ganado un Oscar, tiene su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y se mantiene con cierta popularidad gracias a un show televisivo de fitness a-lo-Jane Fonda. Sin embargo, pasados los 50 años (Moore tiene 61), ya es considerada vieja por Harvey (un siempre desatado Dennis Quaid), el ejecutivo de la cadena que lo produce y que se plantea encontrar una reemplazante más joven para conquistar nuevas audiencias.

Después de un brutal choque automovilístico del que sale ilesa de manera milagrosa y ya con una mezcla de angustia y desesperación, Elisabeth recibe una enigmática propuesta llamada, como la película, The Substance, que permite obtener una mejor versión de uno mismo. ¿Cómo? Inyectándose una fórmula, alimentándose con otra y “conviviendo” o, mejor dicho, dividiéndose la existencia una semana cada una. Cuando se aplica la primera dosis y luego de una transformación (las mutaciones y metamorfosis serán una constante) en la que ya se adivina el festival de fluidos, vísceras y sangre que vendrá, su versión mejorada tomará la fisonomía de… ¡Margaret Qualley! Sí, durante 7 días veremos a la cincuentona Elisabeth y durante los 7 siguientes a la juvenil Sue, dueña de un cuerpo perfecto y que rápidamente se convertirá en la estrella del canal gracias al show Pump It Up.

Mientras Elisabeth entra en una inercia depresiva y Sue no deja de ascender y de llevarse el mundo por delante, ocurre lo impensado: en medio del desenfreno, la joven se olvida de cumplir con el plazo exacto de 7 días para pasarle la posta a su otro yo, generándole a la veterana horribles secuelas físicas (primero solo en un dedo, pero después…).

No conviene adelantar nada más de lo que ocurre en las algo desmedidas dos horas y media de relato, pero les aseguro que se trata de un tren de alta velocidad que no parará más y que la inventiva narrativa y visual, el talento, el virtuosismo, la estilización casi publicitaria y la apuesta lúdica con mucho humor negrísimo de Coralie Fargeat logran que no descarrile. Sus detractores hablaron de excesos y caprichos, y por supuesto que los hay porque esa es precisamente la esencia del gore y del fantástico desaforado.

Manejándose con convicción tanto con los efectos digitales como con las variantes más tradicionales del maquillaje prostético y la creación más artesanal de imágenes monstruosas, pero logrando sobre todo una llamativa alianza con figuras consagradas como Demi Moore y Margaret Qualley, dispuestas a exponerse en todos los sentidos posibles (empezando por el físico), La sustancia propone un acercamiento femenino (y feminista) al body horror, a mitos clásicos como los de Dorian Grey, Frankenstein, Jekyll & Hyde y Fausto, y a cineastas como el Brian De Palma de Doble de cuerpo y Carrie, y al Stanley Kubrick de El resplandor.

Las consecuencias de las presiones y explotaciones por parte de los hombres que ostentan el poder, la vejez desechable, la objetivación del cuerpo femenino o el culto a la belleza y a la perfección sin tener en cuenta los efectos coletarales son solo algunos de los temas que Fargeat aborda en lo que ya es una tendencia entre las directoras francesas, desde Julia Ducournau (Grave/Voraz/Crudo y Titane) a Noemie Merlant (presente también en esta edición con Les femmes au balcon / The Balconettes).

Lo dicho, una película con bastante de marketing e impacto, pero también con mucha “sustancia” en esta experiencia inmersiva. Así, con Revancha y con este nuevo ópus, Fargeat se consolida como una autora dentro de los géneros más extremos a la que habrá que seguir muy de cerca en sus próximos pasos.

DIEGO BATLLE.

EN TODOS LOS COMPLEJOS.

“Un silencio”

Un poco de contexto para un film que solo aborda el tema de forma tangencial y sin dar demasiados detalles: el prestigioso abogado belga Victor Hissel defendió a las familias de Julie Lejeune y Melissa Russo, dos chicas de ocho años que fueron secuestradas, violadas y asesinadas por Marc Dutroux, protagonista del caso más famoso de pederastia de la historia Bélgica. En efecto, entre 1995 y 1996, Dutroux -condenado luego a cadena perpetua- tuvo cautivas en su casa a seis chicas de entre 8 y 19 años, y solo de ellas sobrevivieron. Sin embargo, cuando Hissel ya se había convertido poco menos que en una celebridad pública con su casona rural rodeada las 24 horas de cada día por decenas de reporteros ávidos de conseguir una declaración suya, una investigación a escala internacional lo implicó por la posesión de videos y fotos de pornografía infantil (el letrado argumentó que ese material formaba parte de una investigación en desarrollo). Pero, vale aclararlo nuevamente, el film casi no se ocupa del caso de Dutroux, los personajes han sido rebautizados; y los hechos, adaptados para esta ficción.

En la primera escena vemos a Astrid Schaar (la magnífica Emmanuelle Devos) manejando desencajada, con la mirada perdida y unas lágrimas que no logra contener, rumbo a una cita con una inspectora llamada Valérie Colin (Jeanne Clerhal). Ella le contará que han visto a Raphaël (Mattheu Galoux), su rebelde hijo adolescente, en condiciones bastante preocupantes luego de protagonizar un hecho violento. Qué y cómo fue lo que pasó es algo que Lafosse irá develando de manera paciente y pausada a partir de unos cuantos flashbacks que permitirán finalmente reconstruir los hechos.

Astrid está casada desde hace tres décadas con François (Daniel Auteuil), un exitoso abogado que defiende a los padres de las víctimas del caso citado en el primer párrafo, pero pronto queda claro que ese silencio al que alude el título tiene que ver con una trama de abusos intrafamiliares que sobre todo Astrid ha decidido tapar y callar. Hasta que los distintos hijos del matrimonio dicen basta y deciden que ya es tiempo de afrontarlos y sacarlos a la luz.

A Laffose siempre le interesaron las disputas de poder, las dinámicas muchas veces disfuncionales de familias en general y matrimonios en particular y aquí aborda la hipocresía, el cinismo y la doble moral de la burguesía europea. Sin embargo, más allá de algunas escenas tensas, potentes y ominosas, de una narración fragmentada con saltos temporales que obligan ir armando el rompecabezas de lo sucedido, de la sobriedad para abordar los aspectos más perversos del caso y de la solvencia de un elenco en el que se destaca claramente Devos, Un silencio luce un poco más obvia y esquemática de lo habitual en su cine. Que quede claro: este tratado sobre las apariencias que enganan, los secretos y mentiras que no se pueden guardar para siempre y la culpa que carcome tiene nobles intenciones y una indudable solidez narrativa y dramática, pero hemos visto en películas previas del realizador belga apuestas a la vez más sutiles, profundas y provocadoras.

DIEGO BATLLE.

EN DEL CENTRO.

“Linda”

Si bien es la China Suárez la protagonista casi absoluta de la película que estrena hoy, tras su paso por el Festival de Toronto -y probablemente la actriz de Abzurdah sea la que atraiga más público a las salas-, podríamos comenzar con la labor de su realizadora, Mariana Wainstein.

Tras escribir guiones para series de streaming tan disímiles como División Palermo, Barrabrava y Planners, ésta es su primera película como directora. Y no solo lo hace bien, sino que se ha preocupado por crear más tensiones y atmósferas en esa casa de clase alta donde transcurre casi la totalidad de la película, y optó sabiamente por mostrar menos -aquello de que a veces menos es más aquí cumple la regla- que transformar a Linda en una película solamente erótica.

Suárez, decíamos, es la protagonista. Llega desde San Juan para reemplazar a una prima como mucama en la casa de Camilo (Rafael Spregelburd) y Luisa (Julieta Cardinali). Linda, que así se llama, no solo hace honor al acortamiento de su nombre (que es Deolinda) sino que su belleza hace que por la casa no solo presumiblemente Camilo se sienta atraído por ella.

El matrimonio tiene dos hijos adolescentes, Matilda (Minerva Casero) y Ceferino (Felipe González Otaño, de La sociedad de la nieve, nieto del Otaño que fue capitán de los Pumas). Y poco a poco la presencia de Linda va a transformar la ya de por sí caótica relación entre esas cuatro paredes en otra cosa.

La relación entre las clases sociales impregna a la película, y así como unos se sienten “superiores”, la mirada de Linda va más allá de la subordinación. De hecho, no quiere ponerse ni si quiera probarse el uniforme que usaba su prima, y que Luisa le pide que use.

Si la atracción y la tensión sexual va in crescendo -porque todos, papá, mamá, el hijo y la hija se sienten encantados, fascinados, hipnotizados por la recién llegada- mucho tiene que ver el poder de seducción de Linda.

Wainstein no le teme a exponer, y a sugerir más que a exhibir a algunos integrantes de la familia masturbándose pensando o siguiéndola a Linda desde las cámaras de seguridad.

Pero ¿Linda quiere provocar, o lo que les pasa a los dueños de casa va solo por ellos?

Los contrastes entre la familia y Linda se ven multiplicados de manera exponencial cuando ella sirva como detonante o catalizador o impulsor de los problemas de la pareja, y de la situación de vulnerabilidad que tienen los chicos.

Linda es, también, una película que depende mucho de las actuaciones. La elección de Suárez es más que acertada, ya que sabe jugar con la manipulación y, cuando hace falta, se manda al frente y hace lo que quiere.

Dentro de esta historia de deseos, Julieta Cardinali se juega con un papel tal vez más complejo que el que le tocó en suerte a Spregelburd. Como en otra novedad de este jueves, La sustancia, los personajes femeninos (sumar a Renata) tienen más hondura y protagonismo, y nada tiene que ver con que detrás de la cámara haya una cineasta dando sus primeros pasos.

PABLO O. SCHOLZ.

EN TODOS LOS CINES.

“Transformers Uno”

Cuando pasan muchos años, o con el correr mismo de ellos, los personajes de una saga van teniendo distintas significancias, tanto como sus espectadores. Dicho de otra manera: hay sagas que están hechas para un público adulto, apelando a su nostalgia. El ejemplo más acabado es el de Transformers, que con Transformes Uno tiene su precuela animada.

Fue allá por los comienzos de los años ’80 que se encargó a autores de ciencia ficción escribir una mitología alrededor de los juguetes de la japonesa Hasbro. Todo arrancó con una serie de TV de dibujos animados, continuó con la película, también de animación, de 1986, y se constituyó en un éxito mundial más que nada con la saga de acción real (todo lo real que puedan ser estos robots y algunos personajes humanos), que arrancó en 2007, con una película dirigida por Michael Bay y producida por Steven Spielberg.

La Generación X y los Millennials, agradecidos.

Y ahora Hasbro y Paramount miraron hacia atrás y junto a Spielberg encargaron a otros escritores (y a Josh Cooley, director de Toy Story 4, guionista de Intensa mente) reiniciar a los Transformers una vez más, para conocer sus orígenes.

Transformers Uno no sorprenderá a aquellos que hayan visto alguna de las películas o los dibujos animados, porque reconocerán personajes y universos. Está ambientada en el mundo alienígena de Cybertron, y tiene a Orion Pax (voz original de Chris Hemsworth: busquen las salas que la exhiben con subtítulos, que las hay) y D-16 (Brian Tyree Henry), robots mineros y amigos cuyo sueño es dejar las minas subterráneas y encontrar la mítica Matriz del Liderazgo en nombre de su líder Sentinel Prime (Jon Hamm) y obteniendo engranajes de los que carecen para entonces, sí, transformarse en, valga la redundancia, Transformers.

El conflicto surgirá cuando en un nivel aún más bajo de las minas, y con el motorizado B-127 (Keegan-Michael Key), Pax y D-16 se dan cuenta de que la única vía para redimirse es llegar a la superficie del planeta y encontrar ellos mismos la Matriz. Se les suman, entonces, B-127 y Elita (Scarlett Johansson), la supervisora minera. Allí arriba descubrirán alguna que otra verdad oculta acerca de su sociedad.

Y no es spoilear nada que amigos son los amigos, pero el cine ha demostrado que amigos pueden convertirse en enemigos cuando uno traiciona a otro u oculta su verdadera personalidad o meta, sea lo que sea primero.

Hay pistas suficientes para pensar que Pax y D-16 serán en un futuro no muy lejano Optimus Prime y Megatron, y que Sentinel Prime tal vez no sea tan benévolo como aparenta ser.

Estilísticamente, el trabajo de animación ha querido tender un puente entre los Transformers de acción real, con los más caricaturescos de la animación conocida hasta ahora. El resultado es asombroso, lo mismo que la narración de la historia, el guion.

No hace falta ser un conocedor de los Transformers para tomarles simpatía a unos y a otros en esta película que, a diferencia de las que tienen a actores como coprotagonistas, está pensada más para atraer a una nueva generación y más en común con aquella serie animada original.

Niños que luego crecerán y seguramente se apelará a su nostalgia para que la rueda del marketing y de la saga siga funcionando.

PABLO O. SCHOLZ.

EN TODOS LOS CINES.

“Alicia, la gemela del diablo”

Que el género de terror viene desde hace rato en franca decadencia, no es novedad. Tampoco que a esta altura del partido, lo que antes funcionaba hoy no asusta a nadie. En los últimos años, a modo de manotazo de ahogado para recuperar algo del lustre de antaño, nuevos y viejos hacedores han recurrido a la igualmente remanida idea de conectar sus fantasías sanguinolentas con supuestos hechos reales, asumiendo que si el espectador cree que lo que está viendo sucedió, seguramente se vaya a asustar un poco más. No hay estadística, no hay evidencia, pero por las dudas parece que la moda es ir por ese camino.

Como si se tratara de un documental, Alice, la gemela del diablo comienza con declaraciones del director y sus familiares explicando que la casa en donde va a transcurrir la acción no es un set, sino una auténtica casa embrujada en la que él vivió de niño, y en la que experimentó una serie de sucesos inexplicables. También hay una productora que se refiere a situaciones sobrenaturales vividas durante el rodaje. Una decisión estilística algo forzada, pero que funciona a la hora de generar el clima previo a lo que se va a ver. El problema es lo que viene después.

La historia sigue los pasos de una familia que se muda a una casa en Savannah (que, aparentemente, es la ciudad preferida de los espíritus para afincarse), ubicada en medio de la nada. La idea es empezar de nuevo luego de la trágica muerte de su hija de siete años, Alice, que se ahogó en la pileta de la vivienda anterior. Mientras el matrimonio de Rachel (Gena Shaw) y Eric (Dean J. West) ven la mudanza como la oportunidad de empezar de nuevo, su hija adolescente April (Anna Harriette Pittman) lamenta la pérdida de sus amigos; y el pequeño Andrew (Nico Tirozzi), gemelo de la nena fallecida, sostiene un entusiasmo a toda prueba.

Con el correr de los días, Rachel comienza a tener visiones aterradoras relacionadas con Alice, Andrew habla con una persona invisible, y April conoce a una amiga de su edad, Lilath (Tommi Rose), que manifiesta tener un interés romántico y sexual por ella. Además, la esposa de un compañero de trabajo de Eric, que tiene una sensibilidad especial para detectar fenómenos paranormales, le advierte que fuerzas malignas habitan el lugar, y le da el sabio consejo de que se vaya lo antes posible ¿Él le hace caso? No.

Siendo que lo anterior (y sus consecuencias, que incluyen un giro sorpresa sobre el final) no es ni nuevo ni original, la base de credibilidad para que toda la estructura funcione se centra en las actuaciones, y ahí es donde el film se termina de hundir. Ni Shaw ni West dan la talla para sostener los protagónicos: los diálogos entre ambos son forzados, sobreactuados y anticlimáticos. El pequeño Nico Tirozzi tampoco colabora, y se convierte en otro nene conflictuado, que habla en susurros y ve lo que nadie ve.

Salva la función, en cuanto a trabajo actoral, la subtrama que involucra a Anna Harriette Pittman y Tommi Rose. Envuelta en un halo de confusión, la relación entre ambas evoluciona en un marco de tensión y complicidad, cuyo desenlace resulta, por momentos, incluso más atractivo que la historia central en sí misma.

Alice, la gemela del diablo intenta evitar el susto fácil y conectar con exponentes lejanos y no tanto de terror psicológico (de El exorcista a El conjuro, por citar dos vértices). Sin embargo, semejante propósito le queda demasiado grande, quedando apenas como una película más en el catálogo de un género alicaído, al que no le hace un gran favor.

GUILLERMO COURAU.

SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS Y MONUMENTAL.

Fuente: Otros Cines, Clarín.

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