Mientras el ejército ucraniano espera la arremetida rusa a la capital (Kiev), la sorpresa llegó en las primeras horas del viernes cuando esta atacó la ciudad de Lutsk, ubicada a 80 kilómetros de la frontera con Polonia. Nunca hasta ahora se habían aproximado tanto a los países aliados a la OTAN. Si bien no se reportaron víctimas, y tampoco se trató de un bombardeo contenido para algunos fue una señal de alerta y para otros una provocación. Un miembro del consulado argentino en Ucrania le indicó a Redboing que, “hemos trasladado el consulado a Rumania (país limítrofe), y desde nuestro lugar desalentamos cualquier intención de cruzar la frontera hacia Ucrania”. El acto fue posterior a la citada intervención rusa en Ucrania.
Los ataques fueron perpetrados en las ciudades ucranias del oeste, Lutsk e Ivano-Frankivsk, a 80 kilómetros de Polonia y 150 kilómetros de Rumania, respectivamente. Para Rusia es meterse en un costado, el oeste, que no tenía cubierto, además de sorprender a la milicia ucraniana que desde hace días se prepara para resistir el tan anunciado ataque a Kiev. Mientras tanto en horas de la tarde hubo movimientos de vehículos de guerra pesados en la ciudad de Polonia Przemysil, distante a 20 kilómetros de la fronteriza Medyca. Algunos analíticos de guerra opinan que el presidente ruso, Vladimir Putin, con un bombardeo aislado de la línea de ataque, orientada a Kiev, pretende dificultar la logística y el transporte de recursos de países aliados a Ucrania.
A esta medida se suma también el anuncio de Vladímir Putin sobre el reclutamiento de soldados sirios para combatir en la guerra ruso-ucraniana. El presidente ruso ha asegurado que Moscú cuenta con más de 16.000 combatientes procedentes de Oriente Próximo –en su mayoría del régimen aliado de Bashar al-Ásad –, ante lo que Volodimir Zelenski ha criticado que “vienen a matar a un país extranjero. A una tierra ajena”.
En un viernes que no tuvo respiro y donde aparecieron actores indispensables en el conflicto, apenas conocido el ataque a la ciudad polaca de Lutsk, a las 4.30 de la madrugada, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, lanzó una nueva advertencia a Rusia: “si entrara en territorio de la OTAN (Polonia, por ejemplo) un misil ruso, se desencadenaría una tercera guerra mundial”. No es la primera vez que hace anuncios de este tipo Biden, y este tuvo origen en la ciudad de Filadelfia, además de pronunciar nuevas sanciones contra los rusos.
Fue el corolario para un día con escasos movimientos bélicos pero llenos de estrategia. Por primera vez fue las fuerzas rusas se acercaron a Polonia, país aliado de la OTAN. Para algunos fue una provocación, para otros una amenaza en una zona que era considerada calma y elegida para el transporte de apoyo de todo tipo a Ucrania, no solamente de material bélico también alimentos y ropas para quienes se resisten a dejar su tierra. Putin volvió a sorprender mientras la desesperación de los ucranianos azota las fronteras abiertas para escaparle a la invasión rusa, con la angustia infinita como despreciable compañera.
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