Iván nació en Kiev hace menos de 3 años, abrazado a su oso de peluche espera junto al cronista que su mamá Ewe regrese con la comida, son cerca de las 14 en Przemysl, ciudad polaca ubicada a 20 kilómetros de la frontera.
Su papá se quedó en Kiev cuidando la casa, Ewe agarró un par de valijas a Iván, y en el camino adoptaron el oso de peluche que lo acompaña, tienen como meta llegar a Varsovia. Iván mira y en el lenguaje de sus ojos puede haber espacio para lo que su cabecita llegue a imaginar.
De golpe la mamá lo deja unos minutos con un extraño, con el que ni siquiera puede comunicarse, pero ella le explicó de qué se trataba y se quedó tranquilo aunque expectante.
A qué edad se tomará conciencia del miedo, qué serán de sus recuerdos de niño, quizás debiera estar preparando la mochila para jugar con amiguitos en el jardín de su Kiev natal. Y la vida lo puso camino a ningún lugar, cada día más lejos de su papá y entrando a otro país solo con el calor de mamá y de un oso de peluche, hoy su mejor e inseparable amigo.
La crueldad de la guerra no encuentra palabras en el diccionario que sean capaces de describirla. ¿Qué culpa tiene Iván?, para recibir semejante castigo.
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