Todos los relojes de Argentina están una hora adelantados. La explicación es de Diego Golombek, científico del CONICET que se presentó este martes ante la Cámara de Diputados de Mendoza para dar cuenta de su razonamiento y pedir que nuestro país adapte su huso horario a su geografía.
Luego del encuentro con legisladores, Golombek publicó un hilo en Twitter muy didáctico. Allí, arrancó por la historia de cómo se empezar a coordinar los relojes en todo el planeta. “En un comienzo los horarios eran locales: cada ciudad basaba su mediodía en el horario del sol estaba en su punto más alto. La llegada del ferrocarril cambió todo: no podían estar cambiando el reloj a cada rato, y se instauraron las primeras zonas horarias, por ejemplo en EEUU”. Eso fue hasta 1884, cuando por fin se estableció un sistema mundial de husos horarios, en el que un punto de Londres se fijó como referencia.
Así quedó conformado un sistema universal con Greenwich como punto cero. “Cada huso horario son unos 15 grados de longitud. Y Argentina adoptó el sistema en 1920”, siguió Golombek en su hilo. Países como Chile tuvieron menos problemas, porque su mapa era fácil de ubicar en las coordenadas horarias. En otros, como Brasil o Estados Unidos que ocupan varios husos, no tienen la misma hora en el este y en el oeste.
En nuestro caso no fue tan sencillo. Es que el sol, por ejemplo, no sale a la misma hora en Mendoza que en Corrientes. Igualmente, se decidió fijar un mismo criterio para toda la Nación. “Si vemos el mapa de husos horarios, a casi todo el territorio nacional le corresponde el huso horario -4 (o sea, 4 horas al oeste de Greenwich). Hay una franja al oeste que incluso queda en el huso -5”.
Citando a los Redondos, el científico dijo que “todo huso es político”. Y explicó que por eso, durante el último siglo, cada país fue adaptando un poco sus horarios. Así, Argentina comenzó en 1930 a alternar huso de verano (el -3) con el de invierno (el -4), aduciendo beneficios energéticos. “Peeeero… hacia 1974 nos quedamos en zona -3 como permanente”, sin más explicaciones, dice el investigador. Con este cambio, nuestro mapa imaginario al cambiar la hora en verano pasaba a estar en medio del Atlántico.
Por todo esto, para volver a estar donde nos corresponde históricamente, lo que deberíamos hacer es atrasar una hora los relojes y pasarnos a zona -4. “¿Por qué la importancia de esta discusión? Estar en el huso horario adecuado a nuestro lugar en el mundo hace que nos expongamos a la luz adecuada para la salud, el sueño y el alerta. Y el presumible ahorro energético es complejo y depende mucho de las variables que se estén midiendo. Lo que se ahorra por un lado, se gasta por otro…”, terminó Golombek en su hilo de Twitter.
Junto a Golombek, estuvo Andrea Gottini directora del Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (INAHE), dependiente del CONICET. Los científicos prometen insistir con su planteo e instalar una discusión, que ya se viene dando en otros países. Si se vuelve al huso horario que teníamos hasta 1974, en invierno los chicos en Rosario dejarán de entrar de noche a la escuela, entre otros cambios.
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