Olga tiene 37 años nació en Donetsk, una ciudad de casi un millón de habitantes que está en la región del Dombas, en 2014 la fuerzas rusas lideradas por Vladimir Putin atacaron el lugar, estratégico por su salida al mar Negro, lo que provocó un éxodo de ucranianos mayoritariamente hacia Kiev. “Cuando el ejército ruso invade mi ciudad, perdí mi trabajo, estaba a cargo del departamento de créditos de un importante banco, que nunca más abrió. Así que dejé a mi madre y mi hermana menor y me vine para Kiev”. La historia parece repetirse en la vida de Olga, apenas si le da algo de tregua, aunque ahora el final luce más temerario e incierto. Dima, su amigo, es quien nos lleva a Lviv, es un viaje de más de 600 kilómetros que dura cerca de nueve horas, traductor mediante ella acepta contar su vida.
Con un odio visceral hacia Putin, habla de él y su mirada emana tanta bronca como impotencia, son las lágrimas más pesadas que pueden reconocerse, porque no se trata solo de angustia, hay sed de venganza interior que se encapsula en la “rusofobia” que habita cada rincón de Ucrania, y por la que están dispuestos a morir. “La distancia que me separa de mi familia es de 750 kilómetros, hoy es imposible volver. Además me toca pasar por la misma situación. Gracias a mis conocimientos pude encontrar un trabajo similar en un banco en Kiev, el 24 de febrero cuando Putin comenzó con la invasión nos pagaron el sueldo corriente, uno más adelantado y cerraron sus puertas. No sabemos que pasará”.
En Kiev fui muy feliz, tenía un buen trabajo, alquilaba un departamento cómodo y disfrutaba con mis amigos del fútbol de cada semana. “Soy fanática del Shakhtar Donetsk y del Liverpool. Yo no quiero a Messi (y se ríe) quiero a Mohamed Salah”.
Olga sigue huyendo, ahora acompañada por Massha, una gata hermosa que descansa muerta de miedo y casi sin moverse en un bolso especial para transportarla. “Nos vamos para Lviv, ya no se puede vivir más en Ucrania. Ningún lugar es seguro, pero no me voy a ir”.
“Cuando empezó la invasión eran las 4 de mañana, del 24 de febrero, estaba durmiendo y me despertaron las sirenas y las posteriores explosiones. Mucho se hablaba pero en esta época parecía difícil creer que algo así podía pasar. La gata saltó sobre la cama temblando de miedo. La dejé en su bolso, ahí se siente segura, esperé la hora de cada día fui a la oficina, me dieron la orden de pagar a todos los empleados y cerraron la oficina. La guerra había empezado otra vez en mi vida”.
En un momento se le preguntó por Volodomir Zelenski, controvertido presidente de Ucrania, “antes de la guerra no teníamos mucha fe, nuestros políticos hablan mucho pero hacen poco, encima él venía de la televisión, era poco confiable. Hoy estamos orgullos de nuestro presidente, Orgullosos de nuestro ejército. Y orgullosos de ser ucranianos”.
Viaja con destino a Lviv, no se quiere ir de Ucrania, “no quiero dejar mi patria, quiero que Putin se vaya de ella”.
Su mirada es triste, profunda, cada media hora acaricia a su gata. El viaje hacia Lviv se demora por la cantidad de retenes que hay en la ruta y porque su estado no es el mejor, la autopista principal está inutilizable, el propio ejército ucraniano derrumbó varios puentes para contener el avance hacia Kiev.
El futuro de Olga por ahora pasar por sobrevivir la guerra, no hay espacios para proyectos, es llegar a mañana y así cada día. En el medio, su odio crece de manera exponencial. “Todos tenemos un familiar o un amigo que están alistados en el ejército y que no sabemos si lograremos volver a ver”. La charla se pone tensa, no tiene mucho sentido continuarla. Pero queda una pregunta por delante, aunque su respuesta es más que obvia. Su pensamiento sobre Putin: “Quiere revivir la Unión Soviética, no le gusta una Ucrania libre e independiente. El mundo no entendió de qué se trataba cuando invadió mi territorio (el Dombas en 2014) y ahora va por todo. Nos dieron la espalda y él se cree un rey. Aprovechó que el mundo no imaginó lo que sería capaz, fue de a poco y se metió en Moldavia, Transnistria, Georgia, Osetia, Donetsk, Lugansk, y ahora va por todo el país. La sanciones que le aplicaron no lo amedrentaron, nadie imaginó de lo que era capaz. Ucrania rechazó con muertos los primeros 3 días, si eso no hubiera pasado, nadie salvo nosotros se habría ocupado jamás de Ucrania. Ahora no sé si están a tiempo para pararlo. Estamos agradecidos que al fin el mundo se entere quién es Putin”.
Para finalizar: “Ya no sé cuántas cosas le he pedido a Dios (Ucrania está compuesta por más del 80% de católicos cristianos), pero hay algo que quiero ver: Cuando lo ejecuten a Putin, por criminal de guerra”.
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