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Opinión

Nuevos Tiempos

No es fácil comprender que la palabra NO, había sacudido lo que llamábamos vulgarmente NO. Solo después conoceríamos su significado. Al fin, lo que tanto dolor había causado se convirtió en delito. Fue así que pudimos distinguir que asistíamos a dos lenguajes diferentes que se oían simultáneamente desde hacia mucho tiempo.

Presenciamos de a poco, pero mucho mas profundo, un cambio en las relaciones sociales, un cambio en la cultura, al menos para algunos. Mujeres, niños, débiles, pobres, enfermos, homosexuales, obesos, negros, siempre hubo una justificación.

Las emociones violentas eran pasionales; los abusos sexuales, debilidades, los excesos físicos y psicológicos, momentáneos y esporádicos, y así nos acostumbramos a naturalizar absolutamente todo.

Las creencias intolerantes imponían las formas de sentir y de vivir. La preferencia sexual debía explicarse. No hace falta recordar que las primeras manifestaciones públicas de algunas víctimas provocaban antipatía y dudoso entendimiento, escandalizando a algunos y obligando en otros a callar a esas voces disruptivas. En la iglesia, en la escuela, en el trabajo y por supuesto en la familia, la violencia fue el denominador común.

Unas veces le llamábamos a esos golpes valentía, otras veces correctivos y otras veces nos horrorizaban esas muertes. Hoy entendemos que la violencia es matar de a poco, en algunos casos, y la anulación de la existencia, siempre. El entender conductas abusivas es siempre justificar la violencia.

La cultura esta cambiando de a poco y a los gritos. No dudemos de las historias individuales que recorren los medios de comunicación, aunque muchas veces van teñidas de oportunismo, pero representan a los miles que nadie escuche, porque no hay lugar donde expresarse, o institución que los contenga. Seamos sensatos, la gran mayoría relata historias de salvajismo humano.

La culpa y la vergüenza acompañaron silenciosamente esas vidas. Los principios fundamentales y las garantías redactadas en papel siempre fueron contempladas con admiración, pero casi nunca se pusieron en práctica y mucho menos fueron tomadas como absolutas. Seamos más empáticos más indulgentes con nosotros y con el otro. Los criterios de normalidad que nos impusieron son discriminadores. Comencemos con educación y entendamos que ¨ lo normal¨ nos limita, nos margina.

El alto, el flaco, el gordo, el enfermo, el débil, el homosexual, el distinto, somos nosotros. No olvidemos que las emociones muchas veces van constituyendo delitos como la exclusión, el bullying, el acoso. Todos deben ser visualizados como alarmantes criterios de convivencia social, porque establecen un desequilibrio de poder entre las partes y es desde ahí que se va construyendo un mejor vivir. No, es tan simple como no. Los nuevos tiempos así lo requieren.

Nuevas formas de comunicarnos, nuevas leyes, nuevos modelos de familia vencieron a los viejos resabios aristocráticos dominantes en nuestras sociedades. Así, esperemos que la tolerancia se imponga sobre la discriminación erradicando la violencia como criterio de justificación.

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