Tras su première mundial como película de apertura de la Mostra de Venecia 2024, llega a los cines de todo el mundo esta no demasiado inspirada secuela de Beetlejuice, el superfantasma, aquel exitoso film de 1988también dirigido por Burton con Michael Keaton, Winona Ryder, Catherine O’Hara (los tres regresan en esta nueva entrega), Alec Baldwin y Geena Davis. “El viejo roble”, estrenado en el Festival de Cannes 2023, ganador del Premio del Público en el de Locarno y distinguido en la SEMINCI de Valladolid, el más reciente largometraje del director de Agenda secreta, Riff-Raff, Tierra y libertad, Pan y rosas y La canción de Carla tiene mejores intenciones que resultados artísticos. También llegan Los Auténticos Decadentes con su documental, “Una jirafa en el balcón” con una sobresaliente Andrea Frigerio, “Dan da Dan”, “Kill, masacre en el tren”, “Las cosas indefinidas”, “Alma & Oskar”, “Mascotas en apuros”. Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.
“Beetlejuice 2”
La elección de la película de apertura para un festival siempre es una decisión dilemática. Los motivos relacionados con el impacto, la publicidad o la política suelen imponerse a los estrictos merecimientos del film en cuestión. Según el momento y el país, el “mensaje”, las estrellas que lo protagonizan o la personalidad del director deciden su selección más que el interés o valía de la propia y específica obra cinematográfica. En fin, y sin más rodeos: Beetlejuice Beetlejuice no ha sido una excepción (que siempre, también, las hay) a esta regla.
En las declaraciones que realizó Tim Burton en la conferencia de prensa aquí en Venecia, el director comentó su hartazgo en torno al momento actual de la industria y las particularidades del modo de producción del presente. Dijo no haber vuelto a ver Beetlejuice (la original, de 1988) para hacer la que presentó hace unas horas, ya que no se trata de una de esas secuelas que vuelven a la vida ciertas películas, retoman o generan sagas con el objeto de exprimir algunas gotas más a alguna idea exitosa con el único objeto de ganar dinero. Tras el éxito de la serie Merlina (no necesariamente por señalarla como una prisión, sino por el nuevo crédito adquirido para hacer lo que quisiera), el creador de El joven manos de tijeras, Marte ataca y El cadáver de la novia declaró que su voluntad era la de retornar al lugar de disfrute y libertad.
Pero a veces las secuelas del encierro, los hábitos adquiridos en el devenir de períodos de situaciones impuestas o toleradas, no son tan fácilmente susceptibles de ser dejados de lado. Beetlejuice Beetlejuice confirma eso que se venía percibiendo en los últimos largometrajes de Burton: cierto agotamiento y reiteración, algo de superficialidad y ligereza en relación con su consabida empatía con los diferentes. Lo que en su momento nos había enamorado era, justamente, la pasión de esos freaks a los que retrataba con tanto cariño. Y eso, sólo aparece a cuentagotas en este caso.
De la primera entrega reaparecen los personajes interpretados por Michael Keaton, Winona Ryder y Catherine O’Hara. Ahora se suman Jenna Ortega (Merlina), Justin Theroux, Monica Bellucci, Arthur Conti, Danny DeVito y Willem Dafoe. Las criaturas que habitan esta película son más traumadas que extrañas; el tono extremo de las actuaciones se acerca antes a la histeria que a la excentricidad. El ritmo más que veloz o vertiginoso es apresurado e inconsistente.
Pero, ¿cuál es la excusa narrativa? El tiempo ha pasado, y la película retoma la vida de los Deetz cuando, por el deceso del padre, la familia debe retornar a Winter River, a la casa embrujada, al ático con la maqueta del propio pueblo, al portal al más allá y al fantasma más hiperkinetico y pesado del que se tenga memoria, claro está. El problema no es en modo alguno la falta de continuidad entre las películas; no soy de los que están buscando errores o contradicciones, como si la mitología creada por el cine importara un mandato divino, que no puede desconocerse. Lo que sucede es que la sucesión de circunstancias demuestran que la deriva carece de la convicción y fe en sí misma que caracterizaban las primeras películas de Burton.
El juego con los excesos gore funciona mejor que la mayoría de los chistes, que se ven venir desde muy lejos (uno, que ni siquiera es tan bueno, relacionado con el tren que lleva las almas, incluso se repite). El homenaje al cine de terror italiano sirve más por la idea que por el resultado. Todo parece un poco más desganado, incluido el propio Beetlejuice: en el original, omnipresente, era ciertamente irritante; aquí, deja la mayor parte del metraje a las tres generaciones de mujeres de la familia.
Construida más como una serie de viñetas que, con cierta lógica narrativa, la sensación para el espectador es la de estar visitando un parque temático con eje en el universo de Beetlejuice y no percibiendo o transitando por él. Ello, en el caso del personaje interpretado por Monica Belluci (su personaje es el de la primera mujer de Beetlejuice, un fantasma que puede succionar el alma de otros espectros), es “físicamente” así, al “deslizarse” en el cuadro como si flotara, tuviera ruedas o patines. O anduviera en un carrito (sí, uno de esos con los que se recorren las atracciones en un parques de diversiones). Quizás lo que más distancia de esta nueva Beetlejuice es que el mundo de Burton siempre parecía más cercano al de los trenes-fantasma de una feria de pueblo, al cartón pintado y la goma espuma, a las marionetas, que a este devenir brilloso, superficial, desangelado.
FERNANDO E. LIMA
EN LOS COMPLEJOS SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS Y DEL CENTRO.
“El viejo roble”
Es 2016 y las casas en un pueblo del noreste de Inglaterra que supo ser combativo con sus huelgas mineras valen muy poco (8.000 libras, cuando en los años de esplendor costaban más de 50.000). Las propiedades están siendo compradas de forma online por unos especulativos fondos de inversión con sede en Chipre, pero también son ocupadas por refugiados sirios que escapan de la sangrienta guerra civil en su país. A la mayoría conservadora (derechista) de la comunidad local no le gusta nada que los servicios sociales les otorguen todo tipo de ayudas a estos inmigrantes cuando ellos mismos están padeciendo una situación económica bastante crítica. Los conflictos y enfrentamientos no tardan en comenzar, pero también surgen personajes más solidarios y afables con los recién llegados.
Uno de ellos es Tommy Joe Ballantyne (Dave Turner), dueño del único pub que es el corazón del pueblo y da título al film, quien iniciará una cruzada para la confraternidad entre esos dos extremos dominados por el resentimiento y el odio. La otra protagonista es Yara (Ebla Mari), una inteligente y energética fotógrafa siria que habla inglés a la perfección y empezará a servir como nexo entre ingleses y sirios.
Durante la primera mitad, el guion de Paul Laverty -habitual colaborador de Loach- funciona bastante bien con su tono tragicómico, su simpatía y un pintoresquismo que no molesta, pero en la segunda parte resulta una acumulación de golpes bajos para emocionar-sí-o-sí en el que aquellos que habían denostado a los sirios se congraciarán y se redimirán. La vuelta del bienvenido humanismo de Loach (doble ganador de la Palma de Oro en Cannes con El viento que acaricia el prado / The Wind that Shakes the Barley en 2006) y Yo, Daniel Blake en 2016), pero abordado con recursos muy obvios, torpes y remanidos.
DIEGO BATLLE.
EN DEL CENTRO.
“MONUMENTAL DECADENTES”
La banda argentina presenta un emocionante film que mezcla emoción, música, accesos exclusivos y muchas dósis de locura decadente. La película presenta a la banda en su faceta actoral sin dejar de lado el ritmo y la fiesta a la cual nos tienen acostumbrados, y están acompañados por otros talentos musicales como “los caligaris”, “systema solar” y “conociendo rusia”.
EN EL HOYTS.
“Una jirafa en el balcón”
La culpa y la búsqueda de respuestas, dos temas tan esencialmente humanos, conforman el eje transversal de Una jirafa en el balcón, ejercicio cinematográfico a cargo del realizador Diego Yaker que funde presente y pasado en pos de una construcción del ser.
Lidia (Andrea Frigerio) disfruta el otoño de su vida en España. Divertida, independiente y con la ilusión de que su única hija, Valeria (Diana Gómez), está a punto de convertirla en abuela. Una carta de notificación la enfrenta con un pasado que creía muerto y enterrado: en la Argentina se va a realizar un juicio de reparación para su marido Oscar, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, y la convocan a ella como testigo.
Por pedido expreso de su hija, que quiere saber lo que realmente pasó con su padre, Lidia regresa al país del que se exilió en 1978 con pasaporte falso, para encontrarse con fantasmas propios y ajenos, compañeros de militancia que guardan más de un secreto, historias contadas a medias, y una suma de responsabilidades que también la atañen. Quizás la verdad no sea tal cual ella la recuerda, o haya sido un mecanismo de defensa de su propia memoria para dejar atrás el horror y un proyecto de vida que se vio destruido de un minuto para otro.
El relato que propone Una jirafa en el balcón se construye a partir de diferentes puntos de vista, yendo del presente al pasado, como una forma de completar un rompecabezas del que faltan muchas piezas. Si bien Lidia, que debió huir embarazada para salvar su vida y la de su hija, se percibe como una sobreviviente, es vista por lo que quedaron acá como una cobarde, una persona que abandonó la lucha colectiva en beneficio de su propio bienestar. Mientras ella rehacía su vida en otro país, el resto de sus compañeros eran secuestrados y torturados. Ella lo sabe, pero durante cuarenta años utilizó la negación de ese pasado como motor de su nueva vida, por eso al principio duda si vale o no la pena remover heridas que nunca cicatrizaron. ¿Lo hace por ella? ¿Lo hace como una deuda para con su hija? Recién cuando emprenda el camino podrá contestar esas y otras preguntas. En ese viaje interior a partir de sucesos externos, la película juega con algunas segundas intenciones en forma de golpes de efecto, que si bien no desentonan en cuanto a la construcción del personaje principal, tampoco aportan al devenir esperado y su consecuente resolución. Especialmente siendo una propuesta cuya estructura se apoya en la contundencia de sus diálogos.
Andrea Frigerio se carga en los hombros la historia, reafirmando lo bien que le han hecho los años a su ductilidad como actriz. Su Lidia se muestra decidida, implacable, vulnerable o frágil, conforme avanza la historia, como un reflejo de lo que pasa en su interior. A la estrella la acompaña un elenco impecable conformado por Juan Leyrado, Mimí Ardú, Mirta Busnelli, Claudio Gallardou y la española Diana Gómez. Como dato de color, quien interpreta a la protagonista en su etapa adolescente es Josefina “Fini” Bocchino, hija de Frigerio y Lucas Bocchino.
La jirafa en el balcón, que le da título al film, era un peluche utilizado por Lidia y su marido como una señal de peligro. Si estaba presente no había que entrar a la casa, había que huir. La Lidia adolescente huyó, aterrorizada por un enemigo omnipresente, mientras que su versión adulta volvió para enfrentar la verdad, más allá de cualquier consecuencia o circunstancia. Se lo debía a su hija, se lo debía a su nieta. Se lo debía a ella misma.
GUILLERMO COURAU.
EN SHOWCASE.
“Dan Da Dan”
La sinopsis oficial: DAN DA DAN sigue a Momo, una chica de secundaria de una familia de médiums espirituales, y a su compañero de clase Okarun, un fanático del ocultismo. Los dos empiezan a hablar después de que Momo rescata a Okarun del acoso. Sin embargo, se produce una discusión entre ellos: Momo cree en fantasmas pero niega a los extraterrestres, y Okarun cree en extraterrestres pero niega a los fantasmas. Para hacer que los negadores mutuos crean el uno en el otro, Momo va a un hospital abandonado conocido por sus avistamientos de ovnis, y Okarun va a un túnel que se dice que está embrujado. En cada lugar, se encuentran con una abrumadora actividad paranormal que trasciende la comprensión. En medio de estos predicamentos, Momo despierta su poder oculto y Okarun obtiene el poder de una maldición para desafiar las fuerzas paranormales. ¿¡Su fatídico amor también comienza!? ¡Comienza la historia de la batalla oculta y la adolescencia!
EN CINÉPOLIS.
“Kill, masacre en el tren”
Kill, masacre en el tren es la muestra extrema de un modelo de cine adulto concebido y ejecutado para entretener con las dosis máximas de violencia que puedan entrar en la imaginación. Tan fuerte resulta este ejercicio que el body count, término que se aplica al registro completo de cadáveres registrado a lo largo de una película, supera aquí cualquier cifra previsible. Son tantas las víctimas acumuladas que en un momento nos olvidamos de contarlas.
Este thriller de artes marciales que se viene anunciando como la película más violenta de toda la historia del cine de la India tendrá su remake en Hollywood de la mano (nada menos) de Chad Stahelski, el gran artífice de John Wick. No hay que esforzarse demasiado para encontrar todos los puntos en común que facilitan la confluencia entre ambos mundos. Los ejes de la historia y los móviles de los personajes son sencillos de hallar y también de entender: la ambición, el romance, el espíritu de justicia y la venganza son estados de ánimo de alcance y comprensión universal.
Lo que distinguirá a Kill de cualquiera de sus previsibles versiones futuras es una cuestión de estilo. Responde a la genuina idiosincrasia del cine de Bollywood, con sus típicos personajes guiados por emociones e impulsos básicos. En ellos se configura de inmediato, a partir de esos comportamientos, una representación casi modélica de ciertos arquetipos: el héroe, el villano, la heroína romántica y unas cuantas víctimas colaterales, sobre todo familiares y amigos estrechos de los protagonistas, todos ellos atados a un destino asumido con una energía ilimitada. Como si sacaran fuerzas de alguna fuente espiritual ajena a este mundo.
Kill es un cuento de hadas con derivaciones trágicas que se inspira en un caso real. Tres décadas atrás, el director Nihkhil Nagesh Bath vivió en carne propia el ataque de una banda de entre 25 y 30 forajidos que saqueó el vagón contiguo al que ocupaba en un tren nocturno. No tardó en enterarse de que ese era el modus operandi de ese tipo de bandas dedicadas al robo a gran escala en recorridos ferroviarios de larga distancia, muy usados en la India.
En este caso, las víctimas son dos amantes, el comando de elite Amrit (Lakshya) y Tulika (Tanya Maniktala), decididos a permanecer juntos a pesar de que la chica y su familia viajan hacia Nueva Delhi para concretar una boda ya concertada con otro hombre. En medio del trayecto, una nutrida banda armada con todo tipo de armas blancas ingresa al tren y Amrit, junto a su amigo y colega Viresh (Ahbishek Chauhan), se dispone a enfrentarla.
De allí en adelante todo responde sin una sola pausa a un único estímulo: mostrar en el espacio más claustrofóbico y estrecho que pueda imaginarse un combate infinito cuerpo a cuerpo entre nuestros héroes y una sucesión interminable de adversarios. Coreografiada por el experto surcoreano Oh Se-yeong (el mismo de la magistral Snowpiercer), cada pelea está llena de giros sorpresivos, movimientos inesperados y un cruento desenlace. En ellas se usan las manos, el cuerpo, todo tipo de objetos filosos y elementos cada vez más contundentes.
El uso de los matafuegos, por ejemplo, sorprenderá a más de uno en un crescendo de violencia (a cierta altura convertida en un fin en sí mismo) que irá desplazándose, cuando las muertes alcanzan peligrosos límites, hacia una feroz historia de venganza que adopta ribetes melodramáticos. En el fondo, Kill se configura como la más sangrienta de las telenovelas, con héroes y villanos unidos en una pulsión de muerte casi incontrolable. Suficiente para entretener y también para preguntarnos que hay detrás de la violencia extrema como único motor de la historia. Llega un momento en que el despliegue de sangre y cuerpos destrozados obnubila y enceguece, a tal punto que perdemos noción de todo lo demás.
MARCELO STILETANO.
EN SHOWCASE, HOYTS Y CINÉPOLIS.
“Las cosas indefinidas”
Eva se dedica a editar películas. Mientras trabaja junto a su asistente Rami en un largometraje sobre personas con ceguera, parece haber perdido el entusiasmo por el cine. A esto se suma la reciente muerte de su amigo Juan, un director de cine cuyas películas ella editaba.
EN EL CAIRO.
“Alma & Oskar”
En la primavera de 1912, Alma Mahler, recientemente viuda y Gran Dama de la Sociedad de Viena, se relaciona con el “Enfant Terrible” de la escena artística del momento, Oskar Kokoschka. Después de un tiempo, su romance, la lujuria y el deseo mutuo comienzan a amenazar la existencia de ambos hasta un punto de no retorno.
EN LOS DEL CENTRO.
“Mascotas en apuros”
Gracie y Pedro son mascotas que no tienen nada en común. Gracie es una perrita snob de pura raza que se considera «la mejor del espectáculo», mientras que Pedro es un descarado gato rescatado que prefiere su cena recién sacada de la basura. Después de que la familia emprende una gran mudanza, la pelea entre Gracie y Pedro destruye la cinta de equipaje del aeropuerto, dejando a las mascotas perdidas y varadas sin sus collares en un mundo aterrador y desconocido.
EN LOS COMPLEJOS SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS Y DEL CENTRO.
Fuentes: Otros Cines, Página 12, La Nación, Cinépolis.
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