
Fue guerrillero y en su tercera edad cultivaba flores en una granja: José Pepe Mujica, en los años 60 y 70 buscaba desmontar el Estado “burgués” por las armas, llegó a la Presidencia de la República Oriental del Uruguay con otra imagen y quedó en la historia.
Cuando accedió a la primera magistratura era conocido como “un hombre componedor” y podía seducir tanto a los empresarios como a la oposición.
Una semblanza de la agence France Presse aseguraba en 2010 que, “como un encantador de serpientes, Mujica logró seducir a la oposición política”, que durante la campaña electoral lo había comparado de manera desfavorable con el sobrio y reputado mandatario saliente Tabaré Vázquez.
Pepe Mujica no vestía traje -algo que comenzó a hacer durante la campaña, aunque sin corbata-, se expresaba en un lenguaje llano y popular y carecía de título universitario.
Pero el Uruguay valoró su voluntad, así como su capacidad de “dialogar” y “escuchar”.
“Con Mujica hemos encontrado un tono de contacto muy bueno. Tiene un pragmatismo que (lo) distingue entre los demás dirigentes”, afirmaba nada menos que su rival de entonces en la carrera presidencial, Luis Lacalle, quien ya había ejercido la primera magistratura.
El senador del Partido Colorado (centroderecha) Ope Pasquet destacó “su bonhomía y su don de comunicación”, mientras que el líder del pequeño Partido Independiente (centroizquierda), Pablo Mieres, subrayó su “estilo más horizontal… que le permite un diálogo más abierto”.
Entonces, Mujica encandiló a empresarios locales y extranjeros en un almuerzo en Punta del Este, durante el cual los invitó a invertir en su país.
Entre las apostillas destacables de su gestión, se recuerda que terminó herido cuando ayudaba a un hombre a reparar el techo de su vivienda tras un temporal, así como un susto cuando le descartaron una trombosis, todo esto en 2012.
A los 74 años, el hombre que alguna vez reconoció que el principal error de la guerrilla fue “subestimar” el republicanismo de los uruguayos, fue uno de los motores de la inserción política de los tupamaros en el sistema político y de su ingreso a la coalición de izquierda Frente Amplio (FA) en 1989.
Fue el primer tupamaro en ingresar a la Cámara de Diputados en 1995. Llegó por primera vez al Palacio Legislativo en una Vespa, vestido informalmente, y un policía que custodiaba el ingreso le preguntó: “¿Va a demorar mucho, Don?” “Yo trabajo aquí”, fue la respuesta de Mujica.
En el año 2000 ingresó al Senado junto con el también ex líder tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro.
Vivió en la clandestinidad desde 1969, participó en una masiva fuga de 111 presos en setiembre de 1971.
Fue preso político de la dictadura (1973-1985) hasta su liberación junto a otros compañeros en 1985 en el marco de una amnistía.
Sometido a un aislamiento absoluto y tratos particularmente inhumanos, Mujica luego confesó que en aquellos años padeció trastornos psiquiátricos y que llegó “a hablar con las hormigas”.
Para 2010 estaba cambiado: más moderado, sobre todo después de su ingreso al Parlamento, llegó a afirmar que se hallaba dispuesto a “abrazar culebras” para lograr acuerdos.
También demostró ser un importante articulador entre los distintos sectores del Frente Amplio representados en el gabinete de Vázquez, cuando ocupó la cartera de Ganadería entre 2005 y 2008.
Casado con la ex tupamara Lucía Topolansky, Mujica no se mudó a la residencia presidencial y continuó viviendo en su chacra de Rincón del Cerro, donde plantaba flores y otros cultivos.
Captó la atención del mundo por su estilo austero de vida, que incluso lo llevó a ser calificado por medios internacionales como el presidente más pobre del mundo, así como por su discurso anticonsumista, pragmatismo y reflexiones sobre el rumbo de la humanidad.
Conquistó al mundo con su vida espartana y su prédica contra el consumo, sorprendió con la regulación del mercado de la marihuana y al acoger refugiados sirios.
“Uno llega a la presidencia con una cuota de idealización y después la realidad lo golpea en el hocico”, comentó en una entrevista. “Lo puse en el mapa”, aseguró.
En octubre de 2020 renunció a su lugar en el Senado y se retiró de la política activa. “Esta situación me obliga… a solicitar que gestione mi renuncia a la banca que me otorgó la ciudadanía”, escribió.
“En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio… el odio nos destruye”.
“He pasado de todo, pero no le tengo odio a nadie y les quiero transmitir a los jóvenes que triunfar en la vida no es ganar sino levantarse cada vez que uno cae”.
En abril de 2024, anunció que padecía un tumor en el esófago y que no podía recibir el tratamiento habitual contra el cáncer. “Esta vez me parece que la parca viene con guadaña”, vaticinó.
Después de ese trance, el recordado presidente uruguayo que protagonizó idas y vueltas con la Argentina y la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el hombre que se entendió con el papa Francisco, ayudó en la campaña al actual mandatario oriental, Yamandú Orsi.
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