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Policiales

Muertes al voleo: la bailarina y su mamá, el músico frente a la cancha de Newell´s y ahora un colectivero

velatorio cesar roldan
Foto: Farid Dumat Kelzi

Rosario tuvo este año una tasa de homicidios cuatro veces más alta que la del resto del país, pero quienes habitan la ciudad parecen haberse galvanizado ante la noticia de tanta muerte. Es que durante la última década la violencia narco se convirtió en moneda corriente y entonces las balaceras o los crímenes son centrales para los noticieros, portales informativos, redes sociales o charlas de ascensor. Sin embargo en ese contexto hay historias que conmueven más que otras, como la de César Roldán.

Aunque pasaron ya varias horas de su sepelio, la imagen de su la despedida final este lunes todavía emociona: centenares de choferes con sus camisas celestes y una cinta negra en el brazo derecho pidiendo justicia, decenas de colectivos siguiendo al cortejo fúnebre y una ciudadanía shockeada por la noticia, con el temor de sentir que esta nueva “muerte al voleo” puede poner a cualquier en el lugar de ser una futura víctima.

“¿Si mataron a un colectivero al que no conocían ni se había metido con nadie, simplemente para que genere impacto el crimen, por qué no me puede tocar a mí la próxima?”, se preguntan los rosarinos. Los antecedentes, claro, no son tan lejanos: en febrero de este mismo año, por ejemplo, secuestraron a un joven músico que volvía de ensayar a pocas cuadras de Ovidio Lagos y 27 de Febrero, para ejecutarlo y dejarlo tirado frente a la cancha de Newell’s, con un mensaje en su pantalón. Era una nota mafiosa en el marco de la disputa por los negocios de Los Monos y del paraavalanchas leproso. Los fiscales encontraron evidencia de que ese crimen se había encargado desde la cárcel de Rawson y que la víctima fue elegida al azar.

Antes, en julio del año pasado, dos sicarios habían baleado a Claudia Deldebbio y su hija Virginia en una esquina en la que esperaban un colectivo en Isola y Maestros Santafesinos, en la zona sur de Rosario. La madre murió ese día y la hija dos meses después, tras una larga agonía en el Hospital. La justicia pudo determinar que detrás del hecho había estado una banda controlada desde la prisión por otro líder narco, René Ungaro. Según la teoría de Ficalía, había encargado un crimen para volver a “controlar la zona”. Había pagado por cada muerte 30 mil pesos. Los fiscales consiguieron inclusive las conversaciones entre los delincuentes durante el tiempo en el que Virginia había permanecido internada en el HECA: mientras toda la ciudad hacía fuerza por la recuperación de la joven bailarina de danzas árabes, el ejecutor de los disparos celebraba lo que iba a cobrar por una segunda muerte.

Los nombrados fueron apenas algunos, los más resonantes. Pero la lista de víctimas de homicidios mafiosos en Rosario sin haber tenido conocimiento de sus victimarios es larga. Allí aparece también Mauro Villamil, el playero de la Shell ejecutado en una verdulería de la zona sur cuando estaba yendo a un asado con sus compañeros de trabajo. O César Merlo, asesinado pocos minutos después del crimen del colectivero el sábado pasado, cuando estaba sentado en la vereda de su casa en barrio Tablada. “No cometió más pecado que vivir cerca de un bunker del clan Funes”, contaron sus vecinos ese mismo día. Como ese, hubo muchas balaceras con muertos “por error”.

Claudia Deldebbio y su hija Virginia.

La preocupación de la jefa de los fiscales

El fiscal a cargo de la investigación por el crimen del colectivero es Ademar Bianchini, de la Unidad de Homicidios del MPA de Rosario. Este lunes dio una conferencia de prensa para dar a conocer las novedades del hecho. Lo más saliente, aunque reservó la información sobre medidas en curso para no entorpecer la investigación, fue lo que dijo sobre la relación entre la víctima y sus victimarios. Dejó en claro que César Roldán no tenía antecedentes, que la nota mafiosa que dejaron junto a su cuerpo no estaba dirigida a él, ni a la UTA, ni al sistema de transporte de Rosario.

Al lado de Bianchini en el diálogo con la prensa estaba la jefa de los fiscales de Rosario, María Eugenia Iribarren, en una foto no habitual. Allí, la fiscal regional dijo sobre el crimen en modo sicario de un chofer de la línea 116 a plena luz del día el último sábado: “El hecho que ocurrió el sábado, por las características que tuvo, nos hace replantear formas de trabajo que tenemos que afrontar desde el MPA. Para nosotros no es un hecho más, por eso vamos a poner todos los recursos que tenemos a disposición para esclarecerlo y llegar a todos los responsables. Hay muchas circunstancias que rodean a la seguridad, que no es solamente la forma de investigación que es en lo que trabajamos nosotros. Tenemos que replantearnos qué ocurre en las cárceles, qué es lo que pasa una vez que se detiene una persona, que se las condena y que se las encierra. No puede ser que el Estado no las pueda controlar y que eso se vea reflejado en las calles de la ciudad. La sociedad demanda que eso no ocurra y por eso tenemos que reflexionar sobre las metodologías de trabajo de la delincuencia.

A fines del año pasado, Iribarren dispuso una reorganización interna del equipo de trabajo del MPA Rosario, asignando más fiscales a la Unidad de Homicidios. Es que al haber tantos casos, se complicaba llevar adelantes cada una de las investigaciones. Inclusive, en más de una oportunidad, quien tiene a cargo un turno debe ceder a otro fiscal una causa porque se supera la cantidad de crímenes prevista para un solo turno. Y el dato cada vez más frecuente para la justicia provincial es que al llegar a los autores de una balacera o una ejecución mafiosa, el encargo haya salido desde una cárcel.

Consultada Iribarran por una reflexión sobre el fenómeno violento en Rosario, respondió con un mensaje para las autoridades políticas, sin nombrar a ninguna en particular: “El análisis sociológico sobre la violencia en Rosario nos excede. Nosotros tenemos que investigar y llevar los casos antes un juez. Lo que pensamos es que hay que trabajar para cambiar el circuito de la violencia y recuperar la administración de la convivencia ciudadana en las calle”.

Una de las marcha pidiendo justicia por Lorenzo “Jimi” Altamirano, secuestrado y ejecutado al voleo frente la cancha de Newell’s en febrero pasado.

 

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