Esta mañana se llevó a cabo la audiencia imputativa contra Agustín López Gagliasso, el conductor del Peugeot 206 que, a 120 km/h, embistió y mató a una mujer y su hija en Presidente Roca y el río. En una calle con un límite de velocidad de 60 km/h, durante una noche de verano y en horario pico, su accionar consciente y letal dejó a una familia destruida. Así lo sostuvieron las fiscales Piazza Iglesias y Prunotto, quienes remarcaron que López “tuvo plena conciencia del riesgo de su accionar y, aun así, decidió continuar con su conducta temeraria”.
La violencia: punto crucial que desató la tragedia
Luego de varias versiones, se confirmó que López inició una persecución a un motociclista tras un altercado en el túnel. Allí, discutió, insultó y, enceguecido por la violencia, insistió en buscar una pelea vial. Para llegar a esta conclusión, fue clave el testimonio de su acompañante, Giovanna Romero.
La joven de 20 años viajaba en el vehículo al momento de la tragedia y luego del choque quedó internada en el Sanatorio Delta con algunas contusiones leves. En el lugar fue entrevistada por el MPA. Explicó que había conocido a López hace menos de un mes en Mar del Plata y aclaró que no es su novia, ni su amiga, “solo conocidos”. Giovanna detalló que en la tarde previa al trágico siniestro vial, él pasó a buscarla para cruzar a la isla con dos amigos más. “Volvimos cerca de las 20. Agustín y el otro chico tomaron alcohol, yo tomé Coca-Cola”, relató.
Después de dejar a sus amigos en sus casas, López emprendió el regreso con Romero desde la zona sur de Rosario. Sin embargo, al llegar al túnel Arturo Illia, una moto les pasó a gran velocidad y él reaccionó de manera violenta. “Agustín comenzó a insultar al motociclista. Le decía ‘Negro de mierda, forro, la concha de tu madre’. Se asomó por la ventana para seguir insultando, la moto comenzó a zigzaguear entre los autos y bajar la velocidad para pelear”, contó la joven.
Intentó calmarlo, pero no sirvió de nada. Agustín estaba enceguecido, lleno de bronca: “Le grité: ‘Agustín, deja de insultar, basta, no pelees, déjalo ahí.’ No me miró. Solo aceleró. Yo gritaba desesperada, pensé que me iba a morir. No hablaba, estaba cegado, muy agresivo. Yo tenía miedo. Le supliqué: ‘Por favor, basta.’ Aceleró aún más y pasó a todos los autos. Me agarré fuerte”. Estas declaraciones coinciden con las de Diego García -padre y esposo de las víctimas del choque- que recordó haber visto al 206 a gran velocidad intentando alcanzar a la moto: “El auto se le cruzó, la quiso encerrar y luego volvió a volantear, despistándose. Nunca sentí que frenó, sólo que derrapó”.
Los testimonios que se iban conociendo en la audiencia con el relato de Piazza Iglesias iban trazando el perfil de un conductor que resulta fácil de identificar y evidenciar como una problemática recurrente: el de los potenciales asesinos al volante que convierten su auto en un arma, abusando de la velocidad, desafiando a otros en peleas viales y corriendo picadas en una peligrosa demostración de poder, como si se tratara de una competencia para ver “quién se la aguanta más”, “quién es más piloto”. En torno de esta idea coincidieron además la fiscal y, luego la jueza Paola Aguirre, a la hora de resolver la prisión preventiva.
Otro dato que se ventiló en la audiencia fue aportado a la causa por la Municipalidad de Rosario, que informó las infracciones viales del joven en su corto período como conductor. Con sólo veinte años, ya acumulaba varias multas por exceso de velocidad y pasar semáforos en rojo. Además, una inhabilitación en junio de 2023 por conducir con 0,97 de alcohol en sangre. Todas las faltas habían sido registradas en horas de la madrugada, entre las 0:15 y las 2:00 AM, violando señales de tránsito, invadiendo carriles y desobedeciendo semáforos en rojo. Pese a todo esto, nunca se presentó a hacer el descargo correspondiente, mostrando una total indiferencia por las consecuencias de sus acciones.
A esto se suma un factor clave: la violencia. “Enceguecido, muy agresivo”, repite Giovanna en su relato. La violencia no solo está presente en estos hechos, sino que, en este caso, fue el motor que condujo a la tragedia.
El choque fue brutal. Romero recuerda salir del túnel sin ver nada: “Me apretaba el cinturón, no sentí el impacto. Logré salir por mis propios medios, estaba llena de sangre, me dolía todo. No lo miré a él. Me senté y pedí ayuda. Miré hacia atrás y vi solo pelo. No quise seguir mirando. Dije: ‘Creo que hay una persona muerta.'”
Desde su lugar, García explicó que habían llegado desde Córdoba ese mismo martes a pasar unos días de vacaciones en la ciudad, y relató con profundo dolor: “Yo estaba más adelante con la nena más chica de la mano y cuando vi la situación, la resguardé. El auto impactó en mi hija y la hizo volar. Creo que se salvó porque la levanté justo a tiempo, ya que el auto la impulsó para arriba y no la pasó por encima. Cuando me di cuenta de que no la tenía más conmigo pensé: ‘Me mató a mi nena'”.
“No sé cómo hice para hacerla reaccionar. Corrí desesperado, a la nada misma. Quise parar un auto para llevarla al hospital y, justo en ese momento, pasó una ambulancia. Empecé a gritar, frenó y la atendieron ahí mismo”, continuó. “Ahí pensé: ‘Qué raro que no están acá mi señora y mi hija mayor’, hasta que un testigo me dijo: ‘Allá están los otros cuerpos'”.
En ese momento Diego corrió y vio a su esposa tendida en la calle: “Ya estaba muerta. Cuando vi que no podía hacer nada por ella, pregunté por Agustina… al verla no la reconocí, pensé que era la acompañante del auto. Fue una imagen que no puedo explicar. Me lo quitó todo. Ya no me queda nada”.
A partir del pedido de Fiscalía para recabar información a través de testigos, se pudo llegar a una declaración clave para continuar caracterizando el perfil del asesino. Una de las personas que presenció el trágico hecho reveló: “Vemos que el papá se acerca al conductor del vehículo y le dice desesperado: ‘¿Vos viste lo que hiciste?’. A lo que este responde: ‘Y si, mira cómo me quedó el auto’.
Estas palabras denotan un punto clave: egoísmo absoluto. A ninguno de estos asesinos al volante les importan los riesgos y las consecuencias que sufren los externos a ellos. “Agustín solo estaba enfocado en seguir a la moto. No le importó nada, ni siquiera si yo moría. Es un inconsciente, un loco”, expresaba Giovanna. A Agustín no le importaba la vida de su acompañante, ni mucho menos haber asesinado a dos personas, destruyendo una familia. Al bajarse lo único que vio y lamentó fue su auto destrozado.
La defensa y la resolución judicial
El abogado de López, Carlos Varela, argumentó que no hubo dolo eventual, ya que su asistido no tuvo intenciones de matar y no tiene antecedentes penales. “Más allá del clamor popular y el impacto que nos genera, hay una ley”, y ofreció una fianza de $5 millones.
Sin embargo, las fiscales citan jurisprudencia que respalda la acusación de homicidio con dolo eventual, como el caso del mecánico Schmitt, quien en 2016 mató a un cadete al chocarlo con un Audi que probaba a 130 km/h. La Corte Suprema provincial ratificó la condena en su contra.
La jueza Aguirre aceptó la calificación legal y la imputación de dos hechos de homicidio simple con dolo eventual, además de lesiones leves a la niña sobreviviente. También adelantó que dispondrá la prisión preventiva de López por el plazo solicitado por el Ministerio Público de la Acusación.
“Nadie puede estar en la cabeza de quien manejaba ese auto en ese momento, pero ya con la sola idea de pensar que apeló a lo que determine el azar, existe el dolo eventual”, afirmó la magistrada. Y concluyó: “No puedo dejar de mencionar la velocidad a la que venía el auto, el lugar y horario en que ocurrió. Son elementos que nos llevan a corroborar que existió dolo en su variable eventual.”
Y así, en una ciudad donde finalmente se comenzaba a respirar algo de calma tras meses de violencia, donde los rosarinos disfrutaban del turismo, los picnics en las noches de calor, los parques y el río, la muerte vuelve a golpear con brutalidad. Esta vez, de la mano de un asesino violento y egoísta que utilizó su automóvil como un arma en una demostración de poder y descontrol.
El siniestro vial podría haberse evitado si López no hubiera enloquecido, persiguiendo y desafiando a la moto con una actitud agresiva. No es solo un hecho aislado que -aunque nos duela admitir- no fue ni será el único. Detrás de este perfil hay muchos más conductores cegados por la violencia, dispuestos a poner en riesgo la vida de los demás sin importarles las consecuencias. Conductores que convierten las calles en un campo de batalla, dejando sufrimiento y destrucción a su paso.
Diego no pudo participar de la audiencia imputativa ya que acompañó el traslado de su hijita -que sigue recuperándose del accidente y no sabe hasta el momento de la muerte de su mamá y su hermana- a la ciudad de Córdoba. Sin embargo, dejó unas palabras dirigidas a la jueza de la causa:
“Quiero que esta persona quede detenida, que cumpla la pena máxima. No puedo con esto, destruyó una familia, destruyó mi hogar. Me quebró al medio. No sé cómo voy a seguir. Me quedé solo con esto, sin saber cómo mi hijita se salvó. Pero podría haberme quitado a las tres.
Antes de comer habíamos ido a una Iglesia y Tania le puso agua bendita en la frente a mi hijita. Ella le dijo para qué era esa agüita y ahora pienso que tal vez eso la salvó.
Agustina, mi hija más grande, estaba terminando la secundaria. Iba a ser psicóloga. Tenía las mejores notas.
Nunca pensé que algo así me iba a pasar a mí’.
Solo quiero que se haga justicia”.
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