No vendría a ser “todo lo que tiene que ver con” una crónica de deportes ni tampoco un relato gracioso. Son una sucesión de hechos desordenados, no todos, claro. Son los primeros días de una cobertura que por caótica no deja de ser intensa ni día a día. Se arma así, día tras día y con el mapa en la mano. Con el Google Maps en la mano. Dos semanas en Francia para Grupo Boing, aquí.
No iba a escribir, nono. No iba a tener tiempo, pero después decidí que si. Después que no, la derrota de Los Pumas me dejó medio rengo, medio triste y medio a la deriva. No por la derrota, por el cómo, pero ya hablamos bastante de eso. Al aire sobretodo.
Esto no es un “Diario de Mundial”, tampoco un “Diario de viaje” o de Motocicleta. Es más bien un conjunto de pensamientos o de reflexiones -tampoco es reflexiones la palabra- o de pequeños relatos de cosas que vi o me pasaron. Y tardé quince días -15, XV- en tipearla.
No pretende tampoco ser la clásica ponderación del “Primer Mundo” porque no hace falta hacerlo, se sabe. Todo funciona, todo tiene solución y lo que no tiene, bueno, siempre alguna salida aparece.
Al final decidí escribir, ni siquiera sé si lo voy a hacer todas las semanas, todos los días, o cada vez que jueguen Los Pumas.
Si, estamos en Francia con Radio Boing y mi pequeño emprendimiento rugbístico para cubrir el mundial de rugby.
El primero para mí.
Y si. El primer viaje a Europa.
A los 46 años.
Ya sé, hay gente que nunca viajó ni va a viajar a Europa, ni a Uruguay, ni a ningún lado. Déjenme el discurso, contradiscurso y las cosas que si y las que no. Así funciona mi cabeza. Relato y contrarrelato, algo así. No me quiero pasar. Siempre me paso. Me mando la cagada y después pido perdón.
Los primeros 14 días en Francia (más uno en Londres, fui al pedo porque el futbolista que nos iba a dar la exclusiva nunca apareció, y el padre-representante se borró) tuvieron amenazas de bomba, desalojos, apretadas de la policía, qué gigantes son algunos canas, corridas para alcanzar trenes y tratar de subirme a un Uber o taxi o Freenow -otro servicio de taxis, hay nosécuantos- para llegar a algún lugar porque el tren se va y no te espera y acá no hay a quien echarle la culpa.
Si, todo es responsabilidad tuya, si llegás tarde, agarrá el que sigue, si te mandaste una la policía te caga a palos y te lleva. Pero te caga bien a palos, cuando digo bien es: casi nunca te mata (risas), te magulla un poco y te lleva atroden.
No hay reclamo, o si hay reclamo; cuando se te mojó el ticket del metro y vas y te lo reemplazan al toque o una señora con una llavecita abre la puertita y te deja pasar amablemente: “Bonjour”, “Orvuá”.
La llegada fue un flash, no sabía para donde mirar, no articulaba palabra en ningún idioma y fue todo muy abrumador. Como una criatura no sabía ni ubicarme, cuando me tirás en cualquier lado y me ubico en dos horas. Norte, sur, este, oeste, la catedral, la casa de gobierno, la muni y el estadio.
Fortunas en Uber -fortunas en serio- hasta que luego de la apertura -aburrida apertura, cortita, mejor- y el match inaugural fuimos para Marsella el segundo día. Marsella, Marsella merece un capítulo aparte. Lo merecería.
Ahora no.
En Marsella aprendí a usar el Metro, el Tranvía y el transporte público de acá, que es en todos lados más o menos igual. Gracias a mi amigo Mauricio y a Chochi, un argentino que vive en Francia hace unos años y que está de novio con una francesa.
También aprendí a usar Google Maps para andar en transporte público y para todo. Yo uso Waze, no me odien, es por el auto y los radares y la mar en coche.
En Marsella fuimos a ver Los Pumas. Qué golpe, qué golpe, encima iban a faltar “Nadamenosque15díaS” para el próximo, y después para bajar el trago bebimos en el puerto, fuimos a la playa y -todo en metro, bondi, tranvía con el mismo ticket- al estadio a ver otro: Sudáfrica – Escocia. El tercero. Magnifique.
Me quedé en Marsella, fuimos a Mónaco a recorrer y de paso a ver los lugares típicos de F1. Es caro, pero no caro como para no tomarte ni una Coca. Y hermoso, de película, pero de película como que “Ahí corrió Iron Man” y otras escenas icónicas.
Volvimos para cocinar arroz con pollo porque queríamos comer comida casera, en lo de los Gaspa, galardonados fotógrafos mundiales, si, varios mundiales. Me prestaron un sofá, jamás subestimen la comodidad de un sofá y menos luego de un arroz con pollo (tres platos) y unos buenos vasos de Amargo con Pomelo. Un pomelo mezcla que encontramos en lo de unos árabes. No voy a mencionar el mega sánguche de pollo que comimos en los de los árabes una noche por 8 euros con bebida y un “te espero a la salida” furioso. No, bueno, no lo iba a mencionar. Eran fuego puro. Ni un F1 larga esas chispas.
París, nuevamente París, el día 6 para ir a Lille el día 7 a ver los yoruguas y los franceses.
Lille con sus encuadres nórdicos, bellos, germanos.
París, nuevamente París, para ir a Bordeaux y ver a Samoa -nuestro próximo rival- y a Los Cóndores chilenos. No tomé vino, tomé un café de esos fríos modernos y hablé en español con mucha gente porque están cerca de España.
Samoa no asusta a nadie. Pero hay que tomárselo en serio para no sufrir una sorpresita.
Volví para descansar, un día al menos, comer rico y recorrer.
Lavandería mediante encontré unas remeras baratas, para los pibes.
Lavé ropa y acomodé el quilombo. Dejo o no dejo una valija en París, total vuelvo. No sé.
La dejo, es muy grande.
La ida a Londres no la voy a relatar porque me duele, me defraudó el cómo, las vueltas y la falta de palabra. Hacerse el boludo es mejor que decir que no, habrá pensado el zanguango este. Pero me hizo ir y perder todo un día -y mucha guita- esperándolo. “Estas cosas pasan”, nos repetimos entre nosotros para que duela menos. Si, pasan. Pero son insoportables. Nervios, sudor y otras cosas que no voy a relatar. Qué ciudad Londres, dicen muchos, la verdad no sé. Medio ni idea. Tres, cuatro fotos de rigor, risas con Los Secuaces y tren de regreso. El tren ese que pasa bajo el mar y en 3 horas te trae de regreso. Va a 3 gambas por hora. Parece un relato futurista. Pero leíamos en la Muy Interesante hace como 30 años como lo hacían. Leíamos cuando los dos túneles se comunicaron y los obreros de un lado y el otro se tocaron las manos.
Si, anduve por ahí.
Tren a Lyon. Otro. De ahí en tren a Saint Etienne -otro- para el jueves el reconocimiento del campo y el viernes partido. Llegó el día 14.
Este viernes hay una prueba de fuego, medio de fuego, no hay que ser exagerado, para los pibes. Tienen que ganar para seguir, para ganar la semana que viene y la otra, y así pasar de ronda. Conozco a varios. O a la mayoría.
Les conozco el gesto y el entrecejo y el ceño. Y los ojos. Ya los vi. Hay ojo de tigre.
Si, hay.
Cuidado. Se vienen.
Ojalá haya visto bien.
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