La tercera parte de la segunda saga de los dinosaurios llega este jueves: “Jurassic World: Dominion”, con cast extendido y varios de los nombres originales. Más “Shirley”, un dramón biográfico sobre la escritora Shirley Jackson, con elenco estelar y Moss a la cabeza. Los dos estrenos que llegan este primer jueves de junio, con reviews para elegir que ir a ver.
“Jurassic World: Dominion”
La sexta película de la franquicia que inició Steven Spielberg allá por 1993 a partir del best seller de Michael Crichton no solo propone el reencuentro con Laura Dern y Sam Neill sino que además intenta recuperar el espíritu de la primera trilogía con buenos recursos.
Los dinosaurios están más vivos que nunca en la tercera entrega de la segunda etapa de la franquicia creada hace casi 30 años por Steven Spielberg –que aquí oficia como productor ejecutivo– utilizando como base la novela de Michael Crichton. Se trata de una película que abraza un espíritu cercano al de la primera trilogía, poniendo en el centro del relato las brutales consecuencias de las ambiciones humanas.
La acción transcurre unos años después de la liberación masiva de dinosaurios de El reino caído (2018) y encuentra a los reptiles insertados de manera relativamente armónica en el ecosistema actual. Los “villanos”, entonces, no son los dinosaurios sino aquellos hombres movidos únicamente por la búsqueda del lucro y la ambición de poder. Así ocurre ahora con el dueño de una poderosa empresa de biotecnología llamada Biosyn, que modifica el ADN de unas langostas jurásicas para que deglutan todas las plantaciones, excepto aquellas nacidas de las semillas de la empresa. Mientras tanto, la nieta del fundador del Parque Jurásico original es secuestrada debido a un motivo que no conviene develar.
El secuestro pone en movimiento a Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard), quienes parten en su búsqueda, al tiempo que Ellie (Laura Dern), anoticiada de la voracidad de las flamantes langostas, se reencuentra con Alan (Sam Neill) para averiguar más acerca del caso. El grupo, junto a Ian Malcolm (el infalible Jeff Goldblum), confluye en una inhóspita zona italiana donde Biosyn tiene, además de su base de operaciones, una reserva natural para los dinosaurios. No pasará mucho tiempo para que las cosas se salgan de control, iniciando así una lucha cuya meta no es otra que la supervivencia.
Los regresos de Neill y Dern al universo jurásico trascienden el carácter de guiño cómplice. Sí, es cierto que verlos nuevamente rodeado de dinosaurios dispara la memoria emotiva de los espectadores más veteranos. Pero también que es la huella más visible del intento de Jurassic World: Dominio de regresar a las bases espirituales de la saga. Lo hace apostando más por la aventura que por el apabullante despliegue audiovisual, además de por un ritmo ágil pero nunca frenético impreso por el director de Colin Trevolow, que demuestra un pulso firme para escenas de acción de escala humana.
Detalle final: el dinosaurio más peligroso de la película es el gigantosaurio, “el carnívoro más grande que haya habitado alguna vez el planeta”, como lo define el personaje de Neill. Sus restos fueron encontrados en la provincia de Neuquén en 1993. Argentina, otra vez, cuna de gigantes. Se puede ver en todos los complejos de la ciudad.
“Shirley”
El estilo como realizadora de Josephine Decker (MADELINE’S MADELINE) no es para cualquiera. La directora, artista performática y actriz tiene una particular manera de acercarse al cine que puede resultar tan fascinante como fastidiosa y hasta irritante. Tiene un ingenio visual y una falta de respeto por los códigos más convencionales del lenguaje que son provocativos y muchas veces originales, pero a la vez es una forma de pensar la puesta en escena que llama mucho la atención sobre sí misma. Suele ser difícil, viendo cualquiera de sus películas, centrarse en lo que pasa cuando la cámara está tan ocupada haciendo lo suyo.
Esto se nota un poco menos en SHIRLEY que en su film anterior, que a mí me resultó insoportable. ¿Por qué? Tengo la impresión de que hay dos o tres factores fundamentales. Por un lado, a su manera, la película es una biopic con un guión escrito por otra persona y eso quizás haya «forzado» a Decker a ceñirse a ciertos parámetros formales y narrativos que permiten que su cine sea un tanto menos amorfo. La contención le sirve, ayuda a que su estilo impresionista y ajetreado (ansioso, digamos) pise algo parecido a tierra firme de vez en cuando.
Por otro lado, el personaje de la escritora Shirley Jackson es fascinante en sí mismo y convoca a un estilo propio ligado al suspenso, al horror y al fantástico que debe de algún modo convivir con el de Decker. Es un combo potencialmente caótico pero creo que funciona por lo general bastante bien, especialmente porque las actuaciones del elenco (y en especial de Elisabeth Moss) llevan al espectador a tomar a veces distancia de la pirotecnia formal –que deja a Decker muchas veces al borde del territorio del videoclip, la publicidad o el video-arte– para concentrarse en el drama personal y familiar que sucede.
SHIRLEY, de hecho, no es una biografía de la autora de «The Haunting of Hill House» sino que rescata una etapa en la vida de la escritora a través del tiempo que pasó con Rose (Odessa Young), una joven cuyo marido (Logan Lerman) empezó a trabajar con el esposo de Jackson (Michael Stuhlbarg) en una universidad –viviendo además en la misma, bella casona de Vermont–, generando entre ambas una convivencia que empezó siendo (muy) forzada para terminar siendo otra cosa completamente distinta.
Es la historia del viaje de descubrimiento de Rose mezclado con una etapa de crisis creativa y psicológica en la vida de Jackson que no solo estaba sin poder escribir sino que se había vuelto agorafóbica y no salía de la casona en cuestión. En paralelo –jugando en los límites entre la realidad y la ficción– la película de Decker narra el proceso de investigación y escritura que serían las bases de la siguiente novela de la autora, «Hangsaman».
La historia transcurre a finales de los ’40, principios de los ’50 y detalla las experiencias de Rose, mujer bastante libre y desprejuiciada que es casi forzada a funcionar como asistente (y mucama… y cocinera) de la perturbada escritora, que no hace más que agredirla y hasta burlarse de ella. De a poco, y a partir de compartir las no del todo satisfactorias experiencias con sus maridos (de disimuladas, o no tanto, dobles vidas) empiezan a entablar una relación que pasa del entendimiento mutuo a lo físico, pero que sirve más que nada para sacar a Jackson de su letargo creativo, físico y emocional que había transformado en cínica agresión al mundo.
Decker no puede muchas veces consigo misma y filma escenas desde puntos de vista insólitos, cortando cada tres segundos, haciendo raros fuera de foco y moviendo la cámara sin tener necesidad de hacerlo, como atacada de impaciencia y de necesidad de mostrarse. Esto crea una incomodidad notoria hasta que uno se ajusta mentalmente a la forma propuesta y entiende que sirve también para sacar a este tipo de biografías de celebridades literarias del clásico formato «oscarizable» que todos conocemos. No es una película prolija y vetusta, sino todo lo contrario. Es más bien moderna y arriesgada, por momentos de un modo un tanto excesivo.
Pero el universo de la autora de «The Lottery» es perturbado y extraño, con lo cual los modos de Decker se ajustan más o menos bien al dial ácido de Jackson. Es evidente que hay momentos (varios) en los que uno tiene hasta ganas de decirle a la realizadora que deje a las escenas hablar por sí mismas sin operar tan directamente sobre ellas, pero no sería una película de Decker si no tuviera esas particularidades. Un poco como la personalidad de la escritora, es una película tan fastidiosa como fascinante, tan original como enervante, que no da tregua casi nunca. Toda una experiencia. En el Cine del Centro.
Fuente: Otros Cines, Micropsia, Ezequiel Boetti, Diego Lerer.
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