En 1884 se estableció un sistema mundial de husos horarios, con el Greenwich como meridiano de referencia. Estos se aplican con unos 15 grados de longitud, por lo que la Argentina quedó en -4 horas, que fue adoptado en 1920.
Los mismos son políticos y los países van cambiando las líneas y horarios de acuerdo con consideraciones que cambian con el tiempo. En el país, desde 1930 se comenzó a alternar horario de verano (zona horaria -3) con horario de invierno (zona horaria -4), aduciendo beneficios energéticos.
No obstante, hacia 1974 la Argentina quedó en zona -3 como permanente, e incluso alternando con zona -2 para horario de verano. El problema sobre esta cuestión incide en que estar en el huso horario adecuado al lugar en el mundo hace que las personas se expongan a la luz adecuada para la salud, el sueño y la alerta.
Diego Golombek, doctor en Ciencias Biológicas y divulgador científico argentino, especialista en cronobiología, es uno de los impulsores de un proyecto para regresar al huso correspondiente. En ese marco, destacó en Todo Pasa de Radio Boing que los cambios de verano e invierno no tienen grandes beneficios, y explicó que de hecho, todo lo contrario.
“Originalmente los cambios de verano e invierno se hacían por ahorro energético, pero cambiaron las costumbres. Hoy está discutido. Estados Unidos acaba de votar tener un único huso horario y Europa está yendo a eso. Por lo tanto queda el criterio sanitario, que es el de la luz de la mañana que carga la energía en las personas”, dijo en diálogo con Nacho Russo.
El proyecto fue presentado en Mendoza, con la esperanza de que se replique en el resto del país. Además, señaló que no sería conveniente que las provincias del oeste manejaran un huso horario distinto al del resto de la Argentina, a pesar de estar posados sobre la zona -5.
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