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Opinión

Las dos caras del equipo fueron demasiado para Sanguinetti: 14 lesionados y sin soluciones en el banco

El objetivo de Newell’s desde la llegada de Javier Sanguinetti siempre estuvo más que claro: alejarse lo más rápido posible de la zona del descenso. A pesar de que a priori se cumplió, la acumulación de puntos llevó a los hinchas a ilusionarse con algo más. Sin embargo, en las últimas fechas sufrieron un baldazo de realidad. Empezó para llevarse a todos por delante y se terminó chocando de frente contra una pared.

Lejos parece haber quedado aquel sólido conjunto que venció a Banfield en el sur del Gran Buenos Aires, o la proeza de sus futbolistas en La Plata al vencer a uno de los por entonces animadores del torneo. Ese equipo había logrado entusiasmarse por los rendimientos propios, cuando la mayoría estaba por encima de lo esperado antes de que inicie la Liga. 

Lisa y llanamente, el elenco rosarino pasó de ser imbatible a tener una de las defensas más endebles del campeonato. Llamativamente, si uno repasa nombre por nombre, Sanguinetti no varió tanto por lo que el retroceso futbolístico se puede deber a una cuestión de rendimientos individuales. Newell’s inició el periplo con Méndez, Lema y Ditta en el fondo, aunque uno de ellos no pudo estar en la derrota ante Godoy Cruz.

Durante las primeras cinco fechas, el equipo conducido por Archu sacó 13 de 15 puntos en juego, cediendo solamente un tanto en el debut ante el Taladro a través de un polémico penal. Hasta ese momento, el rojinegro era una de las sensaciones del campeonato, siendo holgadamente el puntero y disputándole a Racing la punta de la tabla anual.

En la cuarta jornada, cuando todo marchaba relativamente bien, Sanguinetti apostó por una línea de cinco defensores, lo que potenció aún más esa solidez en la última línea. En aquella ocasión la idea surgió porque Cristian Lema estaba suspendido, pero el esquema terminó convenciendo al entrenador, y perduró en el tiempo.

En el transcurso de ese lapso, los rosarinos vencieron a Banfield, Talleres, Argentinos y Estudiantes, mientras que solo empató ante San Lorenzo en la segunda jornada en el Coloso del Parque. A partir de la sexta fecha comenzó el declive, por aquel entonces más psicológico que futbolística, pero que terminó repercutiendo en el rendimiento general.

La Lepra ganaba en casa, y si bien no le sobraba nada, le alcanzaba para quedarse con una nueva victoria frente a Patronato de Paraná. Sin embargo, cuando solo restaban pocos segundos para el cierre, Méndez perdió una pelota lanzado en ataque y el contragolpe fue letal. 2 a 2 y un duro golpe en las aspiraciones para seguir en lo más alto.

Desde ese momento todo se convirtió en un mal sueño para Sanguinetti: a la fragilidad defensiva le sumó la falta de eficacia en el área contraria. La fecha posterior fue ante el por entonces invicto Platense, con el que empató 1 a 1 gracias a un gol en propia puerta por parte del arquero Ledesma, que le erró en el control del balón.

El partido contra el Calamar no solamente significó un dolor de cabeza para el director técnico por la baja performance de sus jugadores, sino porque en la última pelota se desgarró Ramiro Macagno. Ese detalle no menor, a futuro va a significar un antes y un después en la historia de muchas de las fechas venideras.

Con un Arboleda ausente sin aviso y un Macagno lesionado, Archu tuvo la difícil tarea de elegir entre Franco Herrera (tenía solamente 50 minutos en primera división) y Felipe San Juan (sin debutar). El entrenador terminó escogiendo por la primera opción, más como una apuesta fuerte que por convicción. Incluso, en el medio se intentó repatriar a Williams Barlasina, aunque las conversaciones con Agropecuario no llegaron a buen puerto.

De esta manera, el juvenil Herrera tuvo que jugar el clásico de la ciudad, en condición de visitante, con solo 140 minutos jugados en su espalda. Quizás sea por los nervios lógicos de la situación, quizás que no pudo completar todo el proceso formativo necesario, otro tanto puede ser por falta de condiciones, el joven arquero fue uno de los responsables -directo o indirecto- de la mala racha.

Empate ante Racing, derrota frente a Central, caída ante Defensa y Justicia, y otro resultado adverso contra Atlético Tucumán, significó una seguidilla detonante para Sanguinetti. Cuando la situación realmente no daba para más, Newell’s confirmó que iría a fondo por Lautaro Morales de Lanús, que prácticamente sin conocer el club se puso los guantes y atajó.

En el medio de todo esto, la Lepra tuvo que enfrentar a los suplentes de los suplentes de Aldosivi en San Nicolás, en un partido que podría haber sido catastrófico. Afortunadamente para los rosarinos, una vez pasado el momento de zozobra inicial, la diferencia de jerarquía hizo que la clasificación se cayera para el lado rojinegro. Agua en el desierto para un director técnico que si bien todavía contaba con el aval de la mayoría, los más descreídos ya lo miraban de reojo.

El empate en condición de local frente a Colón pareció haber significado la tan ansiada remontada, pero no pasó de un simple espejismo. Una semana después, el equipo por entonces dirigido por Archu sufrió una de las peores derrotas del ciclo: 1 -4 frente a River en el Monumental y nuevamente la estantería parecía derrumbarse.

La Lepra estaba prácticamente obligada a conseguir una victoria frente a Lanús, objetivo que se cumplió pero sin sobrarle nada. Si bien Newell’s no jugó del todo bien, también es destacable que lo hizo durante todo el segundo tiempo con un jugador menos por la expulsión de Nazareno Funez.

Dos derrotas consecutivas más iban a determinar el futuro de un entrenador que tenía todo para continuar al mando, excepto un plantel competitivo. Más de 14 lesiones a lo largo del segundo semestre hicieron mella en las intenciones del director técnico de armar un equipo que estuviera para más, y todo terminó este lunes con la renuncia indeclinable de Sanguinetti.

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