Que Central era un fierro caliente no es un tema que está en discusión. Tras la partida del Patón Bauza -que llegó con un título bajo el brazo- por el banco de suplentes Canalla desfilaron todos pasantes de entrenador. Paulo Ferrari no estuvo a la talla, el Kily González solo tuvo una primavera de rendimientos que nunca llegaron a consolidarse y lo de Leandro Somoza es difícil de catalogar. La comisión tuvo una última bala con la elección de Carlos Tevez, y por el momento le está saliendo más que bien.
Lo del Apache no deja de ser eso, una apuesta. En un principio generaba más expectativa el arribo del Chapa Retegui al fútbol que la idea de tener al ex Boca como conductor. Incluso, miles de páginas de diarios se llenaron sobre las dudas entorno al título de director técnico de Tevez. El inicio del ciclo estuvo cargado de dudas, y más aún tras su derrota ante Gimnasia en el Gigante que acrecentó más esa idea.
Lo positivo desde un principio fue que Carlitos nunca se dejó llevar por el que dirán. Con la experiencia de un tipo que jugó en los mejores equipos del mundo, el Apache siempre mantuvo una templanza digna de envidiar para cualquier entrenador que está haciendo sus primeros pasos. Y esa fue la primera clave. Los jugadores, sus jugadores, encontraron rápidamente el camino a seguir.
Ese fue el primer acierto del ciclo, los futbolistas de un plantel que venía de capa caída y que era catalogado como de los peores del fútbol argentino recobraron la memoria. Se acordaron como jugar a este maravilloso deporte. Todos creen y confían plenamente en el proyecto del Apache, se enamoraron del planteo y de la idea de juego. La gran mayoría le abrió los brazos a un extraño, a alguien que nunca tuvo nada que ver con la institución.
Su segundo punto positivo en la corta estadía en Rosario fue rodearse de gente idónea. Todos creíamos que la complicación de contar con Retegui dentro del cuerpo técnico sería el camino rotundo al fracaso. Sin embargo, los hermanos Tevez demostraron que no hace falta tener experiencia en el manejo de grupos para tener éxito. La llegada de Mario Pobersnik colaboró, es cierto, pero no es un nombre propio que genere expectativas.
Yendo estrictamente a lo futbolístico, la mano del director técnico se vio a las pocas fechas de su arribo, con una depuración del plantel pero sobre todo con un ordenamiento del equipo. La inclusión de Walter Montoya como volante central generó dudas en un principio, pero noventa minutos bastaron para darle la derecha al DT. El chaqueño se destacó en un puesto que era nuevo para él, y cumplió con creces.
Sin refuerzos de renombre, Tevez confió en que Ismael Cortez podía rendir más que los resistidos Martínez y Torrent. El ex Gimnasia de Mendoza llegó un día sin diplomas en su pared y en la siguiente fecha fue una de las figuras en el duelo ante Sarmiento, que significó la primera victoria del Apache como conductor del equipo. La lesión de Komar, siempre una situación que se lamenta, ayudó a que pueda encontrar una defensa sin demasiadas grietas.
Báez y Almada, ambos resistidos cuando el Kily y Somoza estaban a cargo, en un abrir y cerrar de ojos se convirtieron en dos bastiones. Ambos consiguieron limpiar su imagen y al menos mostrar una faceta mucho más mejorada de los torneos anteriores. La confianza del plantel se ve plasmada de lleno en los resultados, y no necesariamente en lo numérico, si no también en los rendimientos individuales. El único de la zaga que nunca estuvo en tela de discusión fue Lautaro Blanco, que está disfrutando de sus últimos partidos en la Academia.
Es cierto que los datos lo avalan. De ser uno de los equipos más atacados en el fútbol argentino, pasó a mantener el arco en cero durante cuatro partidos consecutivos. Le llegan poco, y cuando lo hacen no le convierten. La combinación perfecta para salir del pozo.
Otra de las virtudes que mostró Carlitos a pesar de ser un novato en la materia es la rapidez en percatarse de los errores y corregir sobre la marcha. El clásico fue 100% obra y gracia de la mente del entrenador. Supo romper con una línea de cinco que no rindió, y no le tembló la mano para mandar a Juan Rodríguez, que nunca jugó de volante, a acompañarlo a Montoya en el centro del campo.
El único detalle propio de la inexperiencia que se le puede achacar, y que afortunadamente para Central no tuvo consecuencias, fue la falta de visión que tuvo frente a Newell’s. Carlitos mandó a la cancha a Facundo Frías y a Marcelo Benítez cuando todavía no se sabía si Montoya podría seguir por su lesión. Dos minutos después, el capitán de la Academia no pudo seguir y Tevez tuvo que agotar las variantes a 25 minutos del cierre del partido.
Una de las últimas claves del ciclo Apache en el Canalla tiene nombre y apellido: Alejo Veliz. El juvenil tuvo que pasar por dos pretemporadas sin sumar prácticamente minutos en primera para que alguien confíe en sus condiciones. Héroe en el clásico, incisivo en el resto de las jornadas y figura clave frente Arsenal, el delantero está pagando con goles la fe que depositó el entrenador en él.
Todo en el fútbol puede cambiar, y justamente eso es lo que lo convierte en uno de los deportes más emocionantes y atrapantes. El hecho de que Carlos Tevez haya sido elegido como el mejor director técnico de la décima jornada de la Liga Profesional le da un salto de confianza para seguir por ese camino, que hasta ahora es el que le está dando réditos a un equipo que había tocado fondo.
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