A Daniel Mateo Bomer, el joven de 21 años de la selfie con la que se abre esta nota, lo detuvieron la semana pasada en un Centro de Rehabilitación en la localidad bonaerense de Villa Bosch, a casi 300 kilómetros de Rosario. Hasta allí habían llegado efectivos de la Agencia de Investigación Criminal con el dato de que se trataba de uno de los presuntos autores materiales del crimen de Lorenzo “Jimi” Altamirano, el músico asesinado frente al estadio de Newell’s el último 1° de febrero. Al hecho se lo imputó este lunes el fiscal Matías Edery, en el Centro de Justicia Penal. Como detalle casi cinematográfico, se supo en la audiencia que una de las pistas que había permitido a la pesquisa llegar al sicario fue una balacera contra él mismo, tres días después del homicidio en las puertas del Coloso: sobrevivió a ese ataque y su teléfono terminaría siendo clave en pesquisas posteriores.
Ese atentado criminal contra el propio Bomer fue el 4 de febrero, en Iriondo y Dean Funes, muy cerca de su casa. Fueron once disparos que milagrosamente no lo mataron. Esa vez el ataque fue noticia, como una balacera más de las que hay en Rosario, pero nada lo vinculaba por entonces a lo que había pasado con Altamirano tres días antes. No obstante, un par de semanas después un informe reservado de la Agencia de Investigación Criminal logró establecer un dato importanet: a uno de los que había secuestrado al músico “lo habían querido asesinar” a los pocos días del hecho.
Así, cuando la Fiscalía empezó a rastrear el registro de personas que habían sido heridas por balaceras en esis primeros días de febrero, empezó a aparecer Bomer –todavía convaleciente en el HECA– en el radar de la pesquisa. Pero recién después, cuando se empezaron a cruzar más datos, a su nombre se lo pudo relacionar definitivamente con la causa.
Las primeras puntas de la investigación
Cabe recordar que la pesquisa para llegar a los autores del crimen en las puertas del Coloso había comenzado por una nota en papel que habían dejado en el pantalón de la víctima, nombrando a dos jefes de Los Monos presos en la cárcel de Ezeiza y al líder de la barra leprosa: “Damián Escobar, Leandro Vinardi y Gerardo Gómez, dejen de sacar chicos del club para tirar tiros en Rosario”, decía el mensaje que tenía Altamirano en un bolsillo del pantalón, la noche en que lo mataron.
Desde el vamos se sabía entonces que el homicidio podía estar vinculado con una disputa interna de la banda criminal que también comanda el paraavalanchas del Coloso. Sin embargo, lo que desconcertaba a los investigadores era que no encontraban en Altamirano relación con la venta de drogas, ni con Newell’s: “No iba a la cancha, ni siquiera le gustaba el fútbol”, habían contado sus familiares y conocidos al MPA, que en esas primeras horas después de su muerte inclusive organizaron varias marchas: allí contaron con detalle cómo habían sido los últimos minutos de Jimi y daban la pauta de que había sido “levantado al voleo”.
En ese camino hacia saber qué había pasado, se iba armando el rompecabezas. Y se lograba reconstruir que el músico había salido de ensayar la noche del 1 de febrero en la zona de Gálvez y Oroño, había acompañado a una de las integrantes del grupo en el que tocaba a tomar el colectivo y había después caminado por 27 de Febrero hacia el oeste, rumbo a su casa. Y que antes de llegar a destino lo habían levantado por la fuerza en un Renault Sandero negro en el cruce con Iriondo. El dato aparecía al revisar con paciencia las cámaras de seguridad de esa noche. Así también se pudo ver que minutos después ese mismo auto llegaba a la puerta 6 del Coloso, alguien lo bajaba y le disparaba. Esta última escena además era corroborada por los primeros llamados al 911, que daban cuenta de un joven al que habían bajado de un auto negro y disparos que se habían escuchado allí mismo.
Al Sandero, después del secuestro los atacantes lo dejaron en Latienza al 2900, e intentaron incendiarlo. Eso fue cerca de la casa de Bomer. Al igual que el ataque del que fue víctima días después, también en las inmediaciones de su domicilio. Y así, más pistas iban en dirección a él. Así lo explicó este último lunes en sede judicial, el fiscal Matías Edery ante el juez Héctor Nuñez Cartelle, en la audiencia en la que también se imputó a Alexis Romero, otro de los que esa fatídica noche del 1° de febrero, iba en el auto negro que levantó al músico.
Sicario y víctima del sicariato
Otro dato relevante para llegar a Bomer lo había dado él mismo, en lo que contó a los investigadores que lo habían entrevistado en el HECA. Todavía estando herido y cuando se buscaba conocer quién le había disparado, había dicho que como hincha de Newell’s había conocido algunos enfrentamientos recientes de la barra entre la gente ligada a Vinardi y los de Pablo Nicolás Camino, los dos presos pero en cárceles diferentes.
Agregó también que él “le había hecho unos trabajos” a Camino, que estaba detenido en el sur del país en la cárcel federal de Rawson. Se trata de uno de los líderes de Los Monos, en disputa al menos desde noviembre con el sector de Vinardi y Escobar, en un conflicto que se habría iniciado a raíz de una deuda en dólares por droga y que terminó poniendo en discusión los negocios colaterales al manejo de la barra leprosa.
En esa guerra librada en las calles de Rosario con líderes dando órdenes desde diferentes prisiones, estuvieron Camino, Vilchez y Masini de un lado, Vinardi y Escobar del otro. Estos últimos, eran los nombres que aparecían mencionados en el cartel que le habían dejado a Altamirano, cuyo cuerpo fue usado esa noche de febrero como “sobre” para dejar un mensaje. El otro que se nombraba en ese cartel era “Dibu” Gómez, referente de la barra brava.
Como está dicho, en los primeros días de febrero, Bomer era apenas una víctima que había sobrevivido a un ataque sicario, que brinda algo de información para encontrar los que le tiraron. Pero cinco meses después iba a caer detenido y aquello que dijo sobre Los Monos y la barra, sería parte de la información que ayudaría a entender la trama. Para llegar hasta él, no obstante, se fueron sumando varuis elementos: los impactos de antena de su teléfono en el momento en el que matan a Altamirano, selfies con un arma que se había sacado en su teléfono celular, más llamados a Alexis Romero -el otro imputado esta semana como autor material del hecho- y a Camino a la cárcel de Rawson, esa misma noche del crimen el 1 de febrero.
Pablo Nicolás Camino, cabe recordar, ya fue imputado hace pocas semanas como instigador del crimen, que para los fiscales se dio en el marco de una violenta disputa que empezó en noviembre por una deuda en dólares por droga con otra facción de Los Monos. liderada por “Pollo” Vinardi y “Toro” Escobar. Estos últimos aparecerían caricaturizados junto a Guille Cantero en la ya célebre bandera que desplegó la barra leprosa en la despedida de Maxi Rodríguez el pasado 24 de junio. Y entre otros delitos violentos que tuvo esta guerra, estuvo el atentado contra el supermercado Único, de la familia de Antonela Rocuzzo.
Volviendo a Bomer, puede reseñarse también que otra de las pistas que lo vincularon con Altamirano estaba en su propio teléfono. Las pericias técnicas detectaron que el 3 de febrero de este año -dos días después del crimen del músico y un día antes de que él mismo sea baleado, presuntamente por la banda que buscaba descartarlo para que no hable- había quedado guardada información de búsquedas que había hecho con su celular: eran las imágenes de Jimi que se publicaban en esas horas cuando sus familiares reclamaban justicia. “Había estado gugleando noticias sobre la persona a la que había ido a matar”, explicó una fuente de la causa a RedBoing.
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