A siete días de ir a las urnas, los argentinos mantienen la incertidumbre sobre el futuro presidente y miran de cerca la inestabilidad económica. El oficialismo se aferra a una fe ciega en medio de una catarata de malas noticias que ocurrieron en los últimos tres meses, Bullrich busca retener con nuevos acuerdos y crecer en la medida de lo posible, y Milei estuvo lo mas quieto posible para no romper nada, aunque su genio lo puede. En Santa Fe, todo en stand by el armado político hasta conocer la suerte en los comicios de los distintos espacios.
Sergio Massa finge demencia y continúa su campaña a pesar de ser el ministro de Economía de un país en el que el dólar superó la barrera de los 1000 pesos en el mercado paralelo, la inflación interanual se ubica en 138,3 puntos y la actividad económica en general viene a la baja. Un comentario irresponsable de un candidato le desestabilizó el mercado cambiario, el incremento en los alimentos superó el 30 por ciento en dos meses, y las ayudas sociales anunciadas se vieron licuadas en un par de semanas.
Sin embargo, el gobierno apela a la identidad peronista, a la campaña del miedo contra Bullrich y Milei y a ofrecer una visión de futuro promisorio, porque del hoy y del ayer de este gobierno se puede vender muy poco. Alberto Fernández y CFK han sido ausentes sin aviso de la campaña, y tiene gusto a acuerdo político para poder mostrar al oriundo de Tigre como la renovación. Desde la racionalidad no sobran argumentos para verlo ganador, pero estamos en Argentina y se vota, casi siempre, con el corazón.
Patricia Bullrich se puso la campaña al hombro. Con su desfachatez, su dicción entrecortada y sus problemas argumentativos, se muestra con coraje y marcha por la Argentina. Es la única de los tres que recorre el territorio, y ahora consiguió el apoyo de Horacio Rodríguez Larreta, quien anunció que será su Jefe de Gabinete en caso de que la elijan presidenta. Macri juega su partido y hasta salió por el país, cual militante, a pedir el voto por su ex ministra de Seguridad.
El último debate le cambió la energía, y lo que se daba por perdido se tiñó de esperanza para el PRO y todo Juntos por el Cambio. A pesar de la lejanía de algunos radicales del norte, y de los vaivenes del propio Larreta coqueteando con el acuerdo grande que propone Massa, ella sabe que tiene una chance arriba de la mesa de meterse en el balotaje y no la quiere desperdiciar. Las encuestas que la daban tercera desde que se jugaron las PASO, hoy la colocan en un empate técnico entre los tres.
Javier Milei se aferra a la ola ganadora. Tras recoger un 30 por ciento del electorado nacional y colocarse en primer lugar en agosto, perdió la agenda pública para darle juego a sus adversarios. En el fútbol, se llama darle la pelota al otro y esperar para salir de contra. Redujo el margen de error, no elevó nuevas propuestas para sus militantes y los indecisos, y esperó que el tiempo fluya sin sobresaltos.
En los debates se redujo a un discurso técnico, a rivalizar corto y sin tantos enojos, aunque tuvo un traspié en el “vos también” frente a la acusación de que Luis Barrionuevo formaba parte de su armado. La corrida cambiaria que se generó tras los dichos en un programa televisivo de que el peso no vale nada y llamando a la gente a no renovar sus plazos fijos, impactó fuerte en la opinión pública y fue el gran yerro de este proceso hacia las generales. Su propio genio lo engaña y a veces lo saca del libreto acordado con sus asesores.
Lógicamente, en Santa Fe tras conocerse el gabinete completo de Maximiliano Pullaro hay un parate en las charlas. El PRO sigue sin unificar posturas y esperan el resultado del próximo domingo para retomar las charlas abiertas con el radical. Se juega un pleno a Bullrich, porque lo propuesto, tal vez, no este más sobre la mesa de las negociaciones el otro lunes.
Pablo Javkin está a la expectativa de cómo cierra la provincia para definir su propio equipo. La sensación es que va al trote del camión que maneja Pullaro a la espera de que se caiga algún melón, pero en privado hay una carpeta blindada con distintos nombres para ocupar las sillas de su gabinete. No ponen plazos ni se apuran para definir, pero dependen también de cómo se integre el partido CREO y el radicalismo de Schmuck y Bartolacci a un esquema provincial.
La suerte está echada. Quedan cinco días de campaña para que los candidatos jueguen sus últimas cartas. En medio de carpetazos cruzados, una crisis económica profunda y peligrosa, y un nuevo paradigma político, los ciudadanos van a las escuelas a emitir su voto. Argentina, la invencible, atraviesa un nuevo capítulo de su historia.
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