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La nueva de Emma Stone , “El Cuervo” y otros cinco estrenos llegan a las pantallas rosarinas

Luego del éxito masivo y los premios de las más “accesibles” La favorita y Pobres criaturas, Lanthimos presentó en la Competencia Oficial de Cannes un tríptico (tres historias independientes con los mismos intérpretes en diferentes papeles) con algo de Black Mirror y de la esencia de sus primeros trabajos griegos. Jesse Plemons ganó como Mejor Actor en el festival francés por sus actuaciones en los distintos episodios, llamada “Tipos de gentileza”. La celebrada actriz Zoe Kravitz debuta con “Parpadea dos veces” en la dirección con una sangrienta fábula de impronta feminista que contó con el aporte no solo de Ackie y Tatum sino también de un amplio elenco de figuras integrado -entre otros- por Christian Slater, Simon Rex, Adria Arjona, Haley Joel Osment, Geena Davis y Kyle MacLachlan. También aterrizan “El escuerzo”, “La Maldición de la Cenicienta”, “El reino de Kensuke”, “La viuda de Clicquot” y “El cuervo” en una nueva versión. Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine. Porque el cine se ve en el cine.

“Tipos de gentileza”

Están los Lanthimistas y estamos los otros. No soy demasiado fanático de su etapa griega, The Killing of a Sacred Dear me pareció una aberración y las más hollywoodenses La favorita y Pobres criaturas me gustaron bastante, pero sin un entusiasmo desmedido. Y, cuando estaba saltando la grieta hacia el lado de los defensores del director de Dogtooth y The Lobster, aparece Tipos de gentileza para distanciarme por completo de su cine: un tríptico integrado por relatos de casi una hora cada una de la cual solo se salva el primero y parcialmente el segundo.

Que Lanthimos es un virtuoso para la puesta en escena (visualmente su nuevo film es deslumbrante), que le gusta la deformidad, la excentricidad, la crueldad, la perversión, la provocación, que tiene una mirada desencantada y misantrópica de la sociedad contemporánea y del ser humano es algo ya sabido, pero en Tipos de gentileza el capricho y la arbitrariedad están llevados a extremos ya dignos de la sátira. Y, entonces, surge el peor de los pecados en este tipo de apuestas: las mini películas no son divertidas y diría que -dentro de una propuesta elíptica, inasible y desconcertante en general- la última es muy aburrida.

Con intérpretes que parece se van consolidando como fetiches o clan de Lanthimos (repiten Emma Stone y Willem Dafoe, quienes con Jesse Plemons y Margaret Qualley volverán para futuros proyectos ya en marcha o anunciados del director), Tipos de gentileza propone tres historias (The Death of RMF, RMF is Flying y RMF Eats a Sandwich) que podrían ser episodios de una temporada de Black Mirror por sus observaciones cuestionadoras, alarmistas y casi distópicas. Hay también algo del David Cronenberg de Crash o del David Lynch de Twin Peaks, pero solo son atisbos, arrestos, ocurrencias muy efímeras.

Abortos, manipulaciones, humillaciones y sumisiones, autos (y choques) a toda velocidad, profetas de extraña espiritualidad, intentos de revivir a los muertos con cadáveres en la morgue, personajes que se cortan partes del cuerpo, patéticas relaciones de parejas, delirios de persecución, trastornos de la percepción, sueños que devienen pesadillas, sexo forzado, grupal o programado… El cóctel es de lo más diverso, pero al mezclar todo el sabor no quedó del todo bien.

Suntuosa, caprichosa y retorcida, Tipos de gentileza es de las películas más pretenciosas y menos convincentes de Lanthimos de los últimos años. La fascinación que despierta el primer episodio termina desvaneciéndose y llevando la experiencia hacia la irritación, el fastidio o, peor, la más absoluta indiferencia hacia un autor que parece muy cómodo filmando desde su pedestal.

DIEGO BATLLE.

EN SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS Y DEL CENTRO.

 

“Parpadea dos veces”

A Zoë Kravitz la conocíamos como actriz (la Robyn ‘Rob’ Brooks de la serie Alta fidelidad, la Bonnie Carlson de Big Little Lies, la Selina Kyle de Batman, la Angela Childs de Kimi: Alguien te está escuchando), pero no como realizadora y, más allá de las inevitables controversias que generará Parpadea dos veces por cuestiones que exceden lo cinematográfico (es un iracundo manifiesto de la era post #MeToo), estamos frente a una directora y guionista de indudable talento, imaginación y potencia.

Sátira social marcada por el humor negro, thriller psicológico con elementos propios del cine de terror y las historias de venganza, Parpadea dos veces “dialoga” de a ratos con Midsommar: El terror no espera la noche (Ari Aster), El menú (Mark Mylod), El tríangulo de la tristeza (Ruben Östlund) y el cine de Jordan Peele (¡Huye!, ¡Nop!), pero a diferencia de esas miradas masculinas aquí el punto de vista sobre el machismo, el empoderamiento femenino, la sororidad y la cancelación alcanza un nivel de provocación, de desafío y hasta de incomodidad poco habituales en una producción mainstream (Amazon / MGM financió este proyecto y en buena parte del mundo la distribuye Warner).

Frida (Naomi Ackie, la Whitney Houston de Quiero bailar con alguien) es contratada como camarera para una glamorosa gala benéfica organizada en Nueva York por King-Tech, la fundación de un magnate de la industria tecnológica llamado Slater King (Channing Tatum). Lo cierto es que en determinado momento de la velada ella deja de servir champagne y junto a su mejor amiga Jess (Alia Shawkat) se calzan ajustados vestidos e irrumpen en el corazón de la fiesta VIP. Slater no tarda en fijar su atención en Frida y a las pocas horas ellas estarán viajando en un avión (privado) rumbo a una paradisíaca isla tropical (privada) junto a la troupe del empresario que integran desde patéticos colaboradores y amigos como Vic (Christian Slater), Rich (Kyle MacLachlan), Tom (Haley Joel Osment), Lucas (Levon Hawke), Cody (Simon Rex), un chef con ínfulas de gurú new age; la asistenta Stacy (Geena Davis) y Sarah (Adria Arjona, vista hace poco en Cómplices del engaño / Hit Man), quien durante mucho tiempo participó en el popular reality Survivor.

Lo que en principio es una celebración del hedonismo regada por añejos e impagables vinos, comilonas y drogas lisérgicas, mientras suenan temas de James Brown, todos bailan y disfrutan de la piscina y los jardines, va adquiriendo con el correr de la poco más de hora y media de metraje una dimensión cada vez más inquietante y enfermiza.

No conviene adelantar absolutamente nada, pero hay que advertir que Zoë Kravitz no se anda con chiquitas. Quien busque algún atisbo de austeridad y sutileza en los retratos psicológicos se topará con un torbellino que por momentos apela a algunos simbolismos obvios y cae en cierta unidimensionalidad, pero que jamás deja de fascinar, impactar y -a su manera- entretener. Las actuaciones de Ackie y de Tatum (muy alejado de sus trabajos habituales y siempre convincente en un papel que tiene bastante de villano) son también hallazgos de una directora que con un presupuesto limitado (20 millones de dólares) ha construido en esa “isla de las fantasías” una desoladora y demoledora fábula, alegoría y denuncia sobre el estado de las cosas en el cínico, hipócrita y tóxico universo de los ricos, famosos y poderosos. Si luego de ver Parpadea dos veces alguien recuerda los casos de Jeffrey Epstein, Harvey Weinstein y Bill Cosby no se trata de una mera coincidencia.

DIEGO BATLLE.

EN SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS Y MONUMENTAL.

 

“El reino de Kensuke”

Utilizando los recursos de la animación en 2D y un tipo de historia que se lleva muy bien con ese clasicismo formal, EL REINO DE KENSUKE es una adaptación del homónimo libro para niños de Michael Morpurgo, de 1999, escrito por el reconocido guionista Fran Cottrell-Boyce. Se trata de un texto sencillo, al que se le aplica muy bien la expresión «para toda la familia», ya que se mueve –en términos de trama, tono, velocidad y personajes– con un tipo de modelo narrativo de hace ya varias décadas, cuando los padres de los niños de hoy eran chicos. O aún antes.

La novela del autor de CABALLO DE GUERRA, que fue llevada al cine nada menos que por Steven Spielberg, está bastante respetada en la adaptación, más allá de algunos recursos literarios que fueron eliminados. El protagonista es un niño de once años llamado Michael (se asume que es el propio autor, Morpurgo), que se embarca con su familia –sus padres y su hermana adolescente– con el plan de recorrer el mundo entero en un barco. Y el chico cuela en la pequeña embarcación a su perro, que en el libro se llama Stella Artois pero aquí, por motivos comerciales seguramente, solo le quedó Stella.

En medio de una tormenta que los agarra en la zona de Australia, y por cuidar del perro en cuestión, Michael y Stella caen del barco y van a parar a una isla aparentemente desierta. Pero pronto descubren que alguien les ha dejado agua y comida en una mesa y se ponen a investigar quién es. De a poco llegarán al escurridizo Kensuke (con la voz de Ken Watanabe en el original), que se muestra inicialmente distante, un tanto desconfiado e incapacitado para comunicarse por un tema de lenguaje. Kensuke es, obviamente, japonés.

La película se irá centrando en la relación que Michael establece con Kensuke y en las aventuras que viven ahí con un mundo animal con el que conviven muy íntimamente. También podremos conocer qué llevó a este estoico hombre japonés a terminar viviendo en ese lugar y de esa manera a la Robinson Crusoe. En medio de todo esto surgirán algunos peligros, internos y externos, para los que tendrán que combinar fuerzas y voluntades, más allá de las limitaciones idiomáticas.

Enfrentando al mundo salvaje y animal al humano –cruel y brutal–, la dupla se irá conociendo también a través de sus historias, que los realizadores literalmente dibujan a modo de sketches en papel. En la que quizás sea la mejor escena de EL REINO DE KENSUKE vemos qué fue lo que llevó al hombre a pasarse lo que parece ser más de medio siglo en ese lugar, haciéndose «amigo» de los chimpancés y orangutanes, y sanando sus heridas del pasado.

A diferencia del libro –en el que ambos aprenden a comunicarse un poco en inglés–, acá es poco lo que hablan y lo que saben el uno del otro, por lo que ciertos giros narrativos de la historia original están reducidos al mínimo, en especial cuestiones políticas y económicas ligadas al pasado familiar de ambos. Se entiende, más que nada, porque esta es una adaptación con el público infantil en la mira y esas otras subtramas quizás suenen un tanto ajenas al centro puro y duro de la acción. Pero su ausencia, de todos modos, termina resultando un problema ya que los personajes aparecen como más genéricos y prototípicos de lo que realmente son.

Pero fuera de esas limitaciones, es la ausencia de los acelerados montajes y la musicalización intrusiva del cine de animación de estas últimas décadas lo que hacen que EL REINO DE KENSUKE sea algo así como un bálsamo para los amantes de este tipo de películas en sus modos formalmente más clásicos. Con la voz de Sally Hawkins y Cillian Murphy como los progenitores de Michael (si es que la ven en inglés, aunque no imagino que haya copias así), y con la compleja historia del siglo XX como trasfondo temático, este film de animación inglés es un pequeño deleite de principio a fin.

DIEGO LERER.

EN SHOWCASE, HOYTS Y CINÉPOLIS.

 

“La viuda de Clicquot”

La historia de Barbe-Nicole Clicquot, históricamente conocida como «Veuve Clicquot», es una de las más adaptables al creciente subgénero de historias de mujeres pioneras en distintos ámbitos laborales usual o tradicionalmente reservados para hombres. A principios del siglo XIX la mujer enviudó súbitamente y aún siendo muy joven de su marido, François Clicquot, y tuvo que pelear contra las costumbres, leyes y la lógica de una época machista para poder seguir al mando de la empresa de champagne que continúa en existencia, fama y éxito hasta el día de hoy.

LA VIUDA DE CLICQUOT utiliza, a la vez, formatos de otros dos subgéneros de relativa popularidad. Uno es el relato de época en las campiñas francesas, con historias de amor, desamor, traición, bellos paisajes atravesados por viñedos y romance a la luz de las velas. Y el otro es uno, hoy bastante de moda, que narra historias de empresas que tomaron arriesgadas decisiones en momentos determinados de su existencia y lograron triunfar contra todos los pronósticos. Así que, resumiendo, la película de Napper es como si se contara la historia de Nike pero en la Francia napoleónica y con una mujer luchando no solo por presidir la empresa sino, fundamentalmente, por cambiar las costumbres y renovar todo el mercado.

La película cumple con los propósitos y convenciones de esos tres tipos de películas juntas –o lo intenta– pero, contradiciendo lo que plantea, raramente se sale de los formatos establecidos, respetando los códigos de este tipo de películas al extremo, en especial todo lo relacionado con su costado «girl power». Lo más curioso de WIDOW CLICQUOT (el título original es en inglés porque la película es británica y hablada en inglés por más francesa que sea la historia, el personaje y la industria del champagne) es que arranca con la muerte de François y, en lugar de avanzar con la trama de ahí en adelante, se bifurca en dos tiempos distintos.

Interpretada por Haley Bennett –de negro y apesadumbrada en su presente como viuda, de blanco y algo más risueña en el pasado–, Barbe acaba de enviudar de un marido (Tom Sturridge) apasionado por sus vinos, por su mujer y por la vida en general. François era un tipo intenso y un poco chiflado que le hablaba y cantaba a las viñas, que era exigente en su producción, amaba a su mujer pero parecía a la vez tener un amante hombre, un tipo llamado Louis Bohne (Sam Riley) que funcionaba como su «vendedor internacional» y que la historia recordará como el encargado de abrir el mercado ruso para el champagne francés. A lo largo de una serie de flashbacks se irá contando la relación entre ellos tres en pleno desarrollo de la compañía, con las complicaciones en la salud de su dueño.

Tras la muerte de su marido, Barbe tiene que enfrentar a su suegro, Philippe (Ben Miles), que quiere quedarse con la compañía y vendérsela a la entonces creciente empresa de la familia Möet, pero también a las leyes napoleónicas de la época que impedían que una mujer sea dueña de un negocio. Hay otros problemas también: la prohibición del propio Napoléon de exportar champagne en medio de las guerras, una serie de errores propios que arruinan un par de envíos y los dejan al borde de la bancarrota y las propias dudas de Barbe, que no sabe si podrá manejar todo. En el medio de todo eso, el previsible duelo que se mezcla con un inesperado romance en potencia.

La película de Napper (director de JAWBONE, pero también encargado de la segunda unidad de películas como ORGULLO Y PREJUICIO y ANNA KARENINA, ambas de Joe Wright, el marido de Bennett) avanza sin prisa y sin pausas, utilizando por momentos un mecanismo que se asemeja al de lectura de cartas, además de montajes encadenados entre pasado y presente para intensificar un poco la quietud de la trama, algo que también logra al mostrar la creciente locura de François y la brusquedad del trato que la chica recibe por todos lados. Es que salvo Bohne y su contador, pocos creen que Barbe consiga salirse con la suya. Y la chica tiene que luchar contra todo y todos, incluyendo sus propios temores.

El problema de LA VIUDA DE CLICQUOT, uno que se ha vuelto habitual en buena parte del cine «feminista» reciente, es su exceso de corrección política, la necesidad de transformar a su protagonista en la más moderna, intensa, sensata e inteligente mujer de todos los tiempos, como si Barbe fuera una chica nacida en el siglo XXI transplantada por arte de magia 300 años antes. Nadie duda que debe haber sido una mujer valiente y creativa para superar las limitaciones y prohibiciones de su época, pero no hacía falta convertirla en una heroína tipo las de Marvel para hacerla creíble.

DIEGO LERER.

EN LOS DEL CENTRO.

 

“La maldición de la Cenicienta”

Una versión psicópata de Cenicienta en un film que no escatima en litros de sangre y que da un vuelco a la historia clásica para presentar una Cenicienta más parecida a Carrie que a la típica princesa de cuentas de hada.

EN MONUMENTAL Y HOYTS.

 

“El cuervo”

Eric Draven (Bill Skarsgård) y Shelly Webster (FKA Twigs) son almas gemelas conectadas por un oscuro pasado. Tras el brutal asesinato de la pareja, Eric tiene la oportunidad de salvar a su verdadero amor. Entonces se embarca en un viaje implacable en busca de venganza, cruzando los límites entre el mundo de los vivos y el de los muertos para enderezar entuertos y tomarse la justicia por su mano.

EN SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS, MONUMENTAL Y DEL CENTRO.

 

“El escuerzo”

El escuerzo, una película cordobesa inspirada en un cuento de Leopoldo Lugones, es una coproducción argentino – española realizada con el apoyo del Polo Audiovisual Córdoba, el Programa Ibermedia y el Incaa, que ya se estrenó en México, donde ganó como mejor película de terror en el festival Feratum.

La trama de la película transcurre en el año 1866, cuando un joven gaucho atraviesa una región devastada por la guerra. Entre cuatreros, sacerdotes, chamanes y desertores busca salvarse de una leyenda folklórica.

El Escuerzo se rodó completamente en la provincia de Córdoba, principalmente en la localidad de Las Calles, en el Valle de Traslasierra. Filmar la película fue una aventura en sí mismo, ya que debieron llevar un equipo de más de 40 personas a paisajes naturales de Traslasierra, por ríos, montañas y montes, muchas veces poco accesibles, con traslados en 4×4 o a pie.

Solamente un pequeño porcentaje del film se rodó en estudio y se trata de otro hito en la cinematografía nacional: se grabaron escenas para las que se realizaron construcciones simulando túneles enormes de piedra, interiores de ranchos de la época y otras escenografías fantásticas que sorprenden al ver la película.

El protagonista de El escuerzo es el joven actor Cristóbal López Baena, que debuta con su primer largometraje. El coprotagonista de la película es Javier Pereira, un actor español de gran trayectoria ganador del premio Goya.

Actúa también la reconocida actriz Eva Bianco y un elenco de actrices y actores cordobeses: Beto Bernuez, Valeria Beltramo, el pequeño Ciro Cavo Beltramo, Lucía Castro, Maximiliano Gallo, Diego Haas, Raúl Sánchez, Emilio Mazzuco, Daniel Aimetta y Fabio Camino.

EN EL CAIRO.

La Voz Del Interior.

FUENTE: Otros Cines, Micropsia, La Voz.

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