La dictadura cívico militar dejó cuantiosas secuelas, sobre todo pensando en la sociedad. A 46 años del inicio del “proceso”, la mayoría de la población recuerda lo sucedido, pero en 1978 la realidad era totalmente contraria. El mundial de fútbol en nuestro país, el primero en desarrollarse en territorio nacional, fue utilizado por las autoridades para intentar tapar la barbarie que ocurría en Argentina.
La historia de la Copa del Mundo de 1978 comenzó 12 años antes, cuando Argentina fue designada por la FIFA como sede para la competencia. En 1966 el país también estaba bajo un régimen autoritario como fue el gobierno de Juan Carlos Onganía, que fue el responsable de introducir la conocida Doctrina de Seguridad Nacional.
El hecho de que el torneo internacional se dispute en territorio argentino fue utilizado por las autoridades de turno para legitimar un gobierno de facto que apenas estaba iniciando su oscuro camino en el país. Es por eso que en 1974 se creo el Ente Autárquico Mundial, comandado por Carlos Lacoste, de estrechos vínculos con Emilio Massera. El principal objetivo de este organismo era administrar las finanzas destinadas a la competencia.
Se estima que los gastos correspondientes al mundial de 1978 ascendieron a una cifra cercana a los 700 millones de dólares, ocho veces más del presupuesto planificado, y cuatro veces más de lo aportado por España para organizar la Copa del Mundo en 1982. Entre esos costos están incluidos la terminación de los estadios de River Plate, Vélez Sarsfield y Rosario Central, más la realización de los mundialistas de Córdoba, Mar del Plata y Mendoza. Además, se construyó íntegramente una autopista que unía a la localidad de San Nicolás con Rosario.
Por otra parte, el gobierno en aquel entonces comandado por Jorge Rafael Videla promulgó la ordenanza N°33.652, en abril de 1977. A través de la misma, se le daba facultades especiales a la Comisión Municipal de la Vivienda para desalojar las villas de emergencia y asentamientos precarios en Capital Federal. Además, autorizaba a dicho organismo a implementar las medidas que sean necesarias para impedir la formación de nuevos barrios de estas características.
En lo que es estrictamente numérico, las cifras oficiales marcan que en el año 1976 había 213.823 habitantes en las villas de la ciudad capital del país, mientras que siete años después solamente vivían allí 12.593 personas. Esto significa que en ese lapso, más de 200.000 bonaerenses fueron desalojados de sus viviendas para ser trasladados a la periferia de dicha localidad.
Esto tuvo como objetivo principal tratar de demostrar a los extranjeros que llegaran a Argentina, tanto hinchas como periodistas y deportistas, que el país estaba transitando un momento de total tranquilidad. Está claro que esto no era así, pero la mayoría desconocía que a solamente 700 metros de donde se disputaría la final del torneo estaba emplazada la Escuela de Mecánica de la Armada, más conocida como ESMA, que funcionó como el centro de detención y tortura más grande de la dictadura.
Según reflejan investigaciones posteriores al gobierno de facto, en el por entonces Casino de Oficiales pasaron aproximadamente 5.000 personas secuestradas. Inclusive, la mayoría de ellas todavía continúan desaparecidas.
Así, el inicio del mundial en el país comenzó con una enorme puesta en marcha de todo el dispositivo propagandístico del Estado. Es por eso que desde la ESMA producían a mansalva material en el que se hacía hincapié en “la unidad de los argentinos”, utilizando un slogan que con el correr de los años causó sigue causando una gran indignación: Los argentinos somos derechos y humanos.
Sin embargo, la ocasión también sirvió para que los refugiados en el exterior alcen la voz para intentar exponer la situación que se vivía en Argentina por aquellos años. También fue motivo para que organismos como las Madres de Plaza de Mayo marcharan incansablemente denunciaran las atrocidades que se cometían, y de esta manera visibilizar su lucha.
La Selección Argentina en el mundial
En cuanto lo deportivo, el combinado nacional integró el Grupo A junto a Francia, Italia y Hungría, debutando el 2 de junio de 1978 ante este último. Luego de imponerse ante los galos y caer ante la selección Azzurra, el equipo dirigido por José Luis Menotti tuvo que jugar los dos partidos correspondientes a la siguiente ronda en Rosario, donde superó a Polonia por 2 a 0 y empatando ante Brasil sin goles.
De esta manera, la única posibilidad que tenía la Selección Argentina de clasificar a la final era vencer por más de cuatro goles a Perú. Aquí se da una de las grandes manchas de la historia de los mundiales, ya que el presidente de facto de ese entonces, Jorge Rafael Videla, ingresó en los vestuarios visitantes para “advertir” a los futbolistas de que el encuentro debería terminar favorable para el local. Como era de esperarse, el conjunto nacional se impuso por 6 a 0 y se metió en el partido definitorio.
Finalmente el equipo argentino le ganó por 3 a 1 la final a los Países Bajos con dos goles de Mario Alberto Kempes y el restante de Daniel Bertoni. De esta manera, el país era por primera vez en la historia campeón del mundo, y para mejores, en territorio propio.
El plantel estaba compuesto por: Norberto Alonso (River), Osvaldo Ardiles (Huracán), Héctor Baley (Huracán), Daniel Bertoni (Independiente), Ubaldo Fillol (River), Américo Gallego (Newell’s), Luis Galván (Talleres), Rubén Galván (Talleres), René Houseman (Huracán), Mario Alberto Kempes (Valencia), Daniel Killer (Racing), Omar Larrosa (Independiente), Ricardo La Volpe (San Lorenzo), Leopoldo Jacinto Luque (River), Jorge Mario Olguín (San Lorenzo), Oscar Ortíz (River), Miguel Oviedo (Talleres), Rubén Pagnanini (Independiente), Daniel Pasarella (River), Alberto Tarantini (Libre), José Valencia (Talleres) y Ricardo Villa (Racing).
Años después de lo sucedido, diferentes protagonistas dieron su punto de vista y expresaron su pesar por haber sido usados para encubrir delitos de lesa humanidad. En ese sentido, Ricardo Villa destacó: “Nos usaron para tapar las 30.000 desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual: yo era un boludo que no veía más allá de la pelota”.
Además, Osvaldo Ardiles remarcó: “Duele saber que fuimos un elemento de distracción”, mientras que Ubaldo Fillol explicó: “Había un poco de gente que sabía lo que pasaba. Hoy me da miedo, pero en aquel entonces me reía. Me podría haber pasado cualquier cosa, tranquilamente, pero gracias a Dios no me pasó”.
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