Luego del bombardeo del último domingo en las afueras de la ciudad, que impactó sobre un destacamento del ejército y el aeropuerto, su corazón late diferente. Expectante al sonido de las sirenas que anuncian posibles ataques aéreos, un paso acelerado en los peatones, que no suele ser normal y el ejército en la calle dándole un panorama bélico a la que es, con casi un millón de habitantes, la sexta ciudad en importancia de Ucrania.
Algunos tratan de vivir como si nada hubiese sucedido, hay un club de fumadores que se destaca por su grandilocuencia, exclusivo para socios que van a disfrutar un buen puro en un lugar solemne, con camionetas o autos espectaculares esperando en el estacionamiento de la puerta.
Se observa en su arquitectura una rara mixtura entre lo rocoso de su fundación allá por 1926 y la más absoluta modernidad. La guerra, igualmente, les está dejando marcas y la comunicación ya no es la misma. Irene, conserje del hotel Modern Art Hotel, donde se hospeda el enviado de RedBoing dijo que “desde el lunes (posterior al bombardeo) no es igual, se interrumpen las llamadas de manera constante”.
En cuanto al paisaje se trata de una distracción permanente, entre rotondas y transversales que confunden al caminar, los soldados te ponen en clima. A 150 metros del hotel ya nos habían demorado por “procedimientos extraños”, habiendo mostrado pasaporte y acreditación de medio, te piden que desbloquees el celular y les muestres fotos y videos. Están en guerra, aunque todo parezca normal, nada es lo mismo.
Cumplido el trámite te mandan a una vieja fábrica de cerveza en la que improvisaron un centro de atención a la prensa. Y ahí te dan una credencial previa presentación de documentación requerida. Lviv es el punto neurálgico que Ucrania le ofrece a la prensa. Un lugar tranquilo que desde el domingo entendió que el país entero está en el radar del ataque ruso.
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