Somos muchos los docentes conscientes del daño que estamos generando sobre el presente y el futuro de nuestros alumnos.
A la par de que la sociedad va despertando y generando una mayor consciencia ambiental, vamos apareciendo los educadores que, cansados de ser cómplices de esta catástrofe educativa,
levantamos la voz.
Hace ya, al menos, 20 años que los educadores vivenciamos situaciones que parecían inusuales, pero que en la práctica terminaban siendo cotidianas. Autoridades que intervenían las mesas de exámenes para que se aprobara a ciertos estudiantes, supervisores que cuestionaban la evaluación del docente o anulaban decisiones institucionales como la repitencia de algún alumno,
por ejemplo.
Esas actitudes fueron viciando y vaciando el sistema educativo. Cuando llegaba marzo, recibíamos un grupo que no tenían los conocimientos básicos para ese curso y empezamos a equiparar, bajando la exigencia y el nivel de los contenidos a enseñar.
Llegamos a naturalizar esto de que “el sistema está muy mal, no es lo de antes”. Asumimos, como toda la sociedad, que la educación pública de calidad era la de nuestros propios padres. Y
seguimos bajando el nivel y la exigencia. Aceptamos, agachando la cabeza, que la función principal fuera la de contención y nutrición por sobre la enseñanza. Y, una vez más, seguimos bajando el nivel y la exigencia.
Como en el cuento de la rana en la olla con agua, nos hicieron, poco a poco, copartícipes de la desidia educacional. Prepararon a fuego lento un sistema que deja mucho que desear y que,
parece, aún no está en su punto de cocción, es decir, falta mucho más por cocinar.
A esa no repitencia ocasional del primer ciclo se la transformó en decisión ministerial. Luego vino la promoción directa en otros niveles también, como pudimos ver a fines del año pasado con las disposiciones para el nivel secundario en muchas jurisdicciones del país.
Todas las gestiones educativas teñidas de progresismo que nos vienen atravesando en los últimos 20 años, pusieron a los alumnos en un lugar del cual no pueden salir, porque no tienen la
autonomía para hacerlo.
La pedagoga Ana Borzone sostiene que se está dando una “ESTAFA” educativa hacia el alumnado y el personal docente. No se nos permite ejercer la profesión como corresponde y, además, somos los propios educadores quienes “producimos” analfabetos funcionales.
Desde la agrupación, entendemos que este despertar de conciencia es un proceso doloroso. Nos sentimos usados y desvalorizados por las autoridades ministeriales de todas las jurisdicciones,
pero lo que más nos duele es reconocernos como los generadores de jóvenes sin herramientas y a los que, en lugar de dárselas, se les están quitando oportunidades.
Sabemos que, para revertir la situación, debemos devolverle a la educación la importancia que en verdad tiene para la construcción de una Nación. Por eso pedimos dirigentes políticos deben
sumarse a este despertar social y trabajar genuinamente en materia educativa.
Hay toda una generación de adolescentes y jóvenes a quienes se lo debemos.
Virginia Valenzisi
Docentes por la Educación*
(*) Es una agrupación que convoca y reúne, desde agosto de 2020, a todos aquellos que se animan
a pensar una mejor enseñanza, un mejor aprendizaje, un mejor trayecto educativo o escolar para
todos.
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