Tocó Cristina -así dicen los jóvenes ahora- y dejó un tendal de análisis y especulaciones de cara al 2023. “Todo en su medida y armoniosamente”, fue la frase de Perón que eligió para apaciguar a la masa que vitoreaba una y otra vez “Cristina Presidenta”. Dejó la puerta abierta para competir en los comicios, y volvió a mostrarse en público después del intento de magnicidio. Las fichas se pueden acomodar distinto, tanto el oficialismo como la oposición siguen jugando al ritmo que ella quiere.
Cristina pateó el tablero político nacional. El albertismo preparaba una batería de medidas económicas para mejorar la imagen antes de que el pueblo vaya a las urnas, la oposición buscaba a sus moderados para encabezar las listas, mientras La Cámpora y Cristina estaban agazapados y fuera de juego desde el episodio en Juncal y Uruguay. Con este acto salió de la defensiva y buscó también mostrarse fuerte desde la convocatoria y la mísitca ante una dirigencia que quiere jubilarla hace rato.
Durante el discurso en La Plata salió de su ensimismamiento y tocó ejes de una posible futura gestión de gobierno. Hace más de un lustro que se dedicaba a sus causas judiciales y a pegarle a los jueces y fiscales que querían -y quieren- investigarla. Sin embargo, en su paso por el escenario del Estadio Único, habló de un acuerdo político en seguridad, de la necesidad de que la familia vuelva a comer en su casa para conseguir el orden social, de proteger el litio y Vaca Muerta de los embates internacionales, de la generación de empleo genuino para salir de la pobreza, y del salario real y cuánto impacta en el PBI.
Por supuesto, en la semana avanzó nuevamente desde el Senado -además de aprobar el Presupuesto 2023- con la conformación del Consejo de la Magistratura y en su discurso no quedó afuera el embate de algunos magistrados sobre ella. Comparó su presunta persecución penal con la que se le hizo a Lula en Brasil, a Correa en Ecuador, o a Evo en Bolivia. Destacó la idea de que hay un Partido Judicial como hubo en su momento un Partido Militar, que terminan siendo la herramienta de los poderes económicos concentrados para poner gobiernos afines a ellos. “Sale mal”, repitió una y otra vez.
Con ella en la cancha, el cuadro electoral y la coyuntura cambian demasiado. Ella sostiene el 65% de imagen negativa, y eso no se puede revertir. La alternativa es que compita contra un similar, y tras ganar las PASO y quedar con vida en las generales, puede haber un balotaje. Ese semejante es Mauricio Macri, el ex presidente que también ostenta un bloque duro que lo acompaña, pero su rechazo social sigue tan alto como el de Cristina.
En el menú de opciones que se le ofrece a la sociedad a la hora de elegir, ese esquema es el que les conviene a ambos para poder ir por un nuevo gobierno. Tanto Macri como CFK ganan la interna, pero saben ambos que es muy difícil sacarle la distancia necesaria al otro para vencer en primera vuelta. Así, en un balotaje mano a mano por la batalla final, podrían darle chances a uno o al otro.
El antecedente Lula vs. Bolsonaro realza las ilusiones de quienes quieren que haya un revival del kirchnerismo o del macrismo. Era impensado un retorno de Lula hace algunos pocos años atrás, pero la profundización discursiva del actual presidente brasilero es lo que lo puso con chances nuevamente al dirigente del PT. Por eso, hoy los dos líderes de ambos bandos de la grieta no se terminan de subir a la competencia, pero tampoco descartan de manera contundente que puedan encabezar una candidatura presidencial.
Cristina logró que propios, y algunos extraños, se olviden de que es ella quien armó este gobierno. Se muestra como una externa y su elocuencia es similar a la de una opositora. No sólo ella es vicepresidenta, sino que su espacio ocupa lugares estratégicos en la gestión como ministerios, sociedades del Estado, la AFIP, el ANSES, el PAMI, Aerolíneas y más. No obstante, se escuchó en La Plata un tibio pero cántico al fin “vamos a volver”. No se puede volver a donde uno ya está.
En ese marco, la política provincial mira de cerca el escenario nacional. La decisión de Perotti de postergar los comicios locales hace que se nacionalice la elección y que no haya margen para la especulación de competir en las dos contiendas. En La Plata sólo estuvo presente el líder de La Cámpora local, Marcos Cleri, pero los demás dirigentes de fuste de Santa Fe dieron el ausente. El gobernador estaba con temas de gestión, el Movimiento Evita y La Corriente están ubicados en el bando de Alberto, y los massistas tampoco pudieron, o quisieron, estar en el acto.
El eje seguridad, clave en el discurso de CFK, le interesa a nuestra ciudad más que a nadie. Allí fue contundente e hizo un llamado a la reflexión a todos lo sectores políticos. Habló de que “la democracia tiene una deuda en materia de seguridad” y que hay que desplegar gendarmes por los lugares más comprometidos “en vez de tenerlos en la Patagonia nadie sabe haciendo qué”.
Para Santa Fe, es una fortaleza para la oposición que sea Cristina la que encabece al peronismo a nivel nacional. Hemos visto en las últimas 4 o 5 elecciones que el interior profundo es muy anti K, y si es la máxima exponente la que compite, es una debilidad para los dirigentes locales peronistas que quieren marcar distancias y mostrarse racionales. Coca o Pepsi, Boca o River, Central o Newell’s. El pueblo vota a los extremos, y esa actitud pendular va a poner nuevamente en jaque a todos los que quieran ir por la amplia avenida del centro.
La fuerza de la esperanza. Ese es el slogan que eligió para su relanzamiento. Ya lo había usado en 2011 y busca revivir la llama de aquel kirchnerismo que supo arrasar en las elecciones. También, con ella jugando, renuevan la esperanza desde el núcleo duro del macrismo.
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