Sergio Massa ganó las elecciones de manera contundente. Pudo sobreponerse a una realidad económica compleja, un peronismo que perdía liderazgos y supo convencer a un electorado, que por amor o por espanto, eligió acompañarlo y darle el voto de confianza. Con Javier Milei disputarán en un balotaje quién será el próximo presidente de todos los argentinos, y sobrevuela la sensación de que no hay que subestimar a la política en un país atravesado por una historia de partidos fuertes e identitarios. El PJ prendió la máquina, se quedó con la foto del domingo y confía en conseguir un triunfo que cambia el paradigma nacional.
La plata depositada en el bolsillo de los trabajadores formales e informales tras la devaluación de agosto, los acuerdos macro con los gobernadores e intendentes, su perfil de laburante de la campaña al hombro de su persona y, tal vez, la misma sensación de que es el propio Massa el que termine con el kirchnerismo para siempre, sumado al miedo a la motosierra y al hipotético triunfo en primera vuelta que el propio Milei pregonaba, hicieron que el peronismo se lleve una victoria inesperada.
El acuerdo en Tucumán, casi un viaje de egresados un fin de semana largo, con los jefes de Estado de las provincias, y una posterior reunión en el conurbano con los barones, pusieron en movimiento a un PJ adormecido en la previa de las PASO. Pudieron encontrar en Massa al líder que necesitaban las bases para salir a militar, y también en él la transferencia de recursos para sus distritos con los cuales se aseguraban levantar gestiones magras que habían generado cambios de color político o elecciones muy discutidas en territorios históricos del justicialismo. Esos dirigentes primero se juegan la propia, y si les sobra, convocan a su gente a trabajar detrás de una unidad nacional del partido. El oriundo de Tigre lo logró.
Milei cometió errores estratégicos por los cuales el aire de triunfalismo después de las primarias no supo transformarlo en más apoyo en las urnas ayer. La motosierra metió miedo, la pelea con la Iglesia católica espantó a las familias tradicionales, el discurso poco moderado desde lo económico ahuyentó a los sectores productivos y los barrios populares comenzaron a temer recortes en los planes sociales. Inclusive, el cántico “primera vuelta, la p… que lo parió” puso en alerta a sectores que iban a acompañar a Juntos por el Cambio y, sobre la hora, definieron su voto al candidato del peronismo ante la amenaza de una victoria definitiva en estos comicios.
Las caras largas en el búnker de La Libertad Avanza anticipa que la política es un tema de expectativas. Hace 2 años era impensado que el candidato libertario tenga chances de meterse en un balotaje contra el oficialismo, sepultando prácticamente el viejo paradigma bipartidista que se había gestado en 2015. Sin embargo, la idea de terminar con la competencia ayer mismo, y la convicción de superar a todos sus adversarios convirtió en cautela y tristeza las afueras del Hotel Libertador de Buenos Aires, donde los militantes dejaron la calle antes de que hable el propio Milei con más dudas que certezas de cara a noviembre.
Los dos exponentes fueron en busca del voto de JxC. Massa apunta al sufragante moderado de las palomas del PRO y del radicalismo, intentando penetrar con conceptos como la educación pública, la familia y el trabajo responsable. Inclusive, es un voto que tal vez ya lo acompañó en esta primera vuelta y tiene allí cautivo un porcentaje extra que puede cosechar en el balotaje. Por su parte, Milei bajó el tono discursivo cuando le tocó enfrentar a las cámaras, casi no mencionó a la casta -solo sobre el final y en medio del vitoreo para levantar el ánimo de capacaída- y decidió llamar a la unidad con el macrismo para “sepultar” al kirchnerismo y terminar “con esa banda de delincuentes”.
Ese acuerdo se venía gestando por lo bajo. Guillermo Francos, armador del libertario y ex presidente del Banco Provincia de la gestión de Daniel Scioli, venía manteniendo charlas con la mesa chica de Macri para pensar en un plan de gobernabilidad si le toca a Milei ser el presidente. Y así se graficó anoche, ya que la misma Bullrich abrió la puerta a dialogar con La Libertad Avanza para “terminar con el kirchnerismo”.
Hasta ahora, ni Gerardo Morales ni Horacio Rodríguez Larreta emitieron opiniones, y puede ser un eje clave camino al mano a mano de noviembre. Hay un porcentaje de blancos y nulos grande, varios puntos del padrón que no se acercaron a las urnas que pueden llegar a participar ahora, y otro 10 por ciento entre Schiaretti y Bregman en disputa. El final es abierto, hay un escenario competitivo y, a pesar de que el jolgorio está y estuvo anoche en el peronismo, Milei aún tiene con qué dar la pelea.
Massa es también el candidato del establishment, de los medios y los empresarios. Los mercados quedaron sorprendidos ante la expectativa que había generado Milei y ahora es momento de reacomodar las piezas, aunque es un escenario que se anticipaba, pero no en este orden. El triunfo contundente coloca al ministro de Economía en una posición inmejorable por los vaticinios previos para sentarse en el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre y restaurar un nuevo escenario de liderazgos en el peronismo. La última palabra, por suerte, la tiene el pueblo.
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