En el tercer y último día de su histórico viaje a Irak, el papa Francisco envió dos mensajes centrales para la pacificación y reconstrucción del convulsionado país de Medio Oriente: “resistir a la tentación de la venganza” y decir “no al terrorismo y a la instrumentalización de la religión” para hacer la guerra.
El Papa, quien ignoró todas las advertencias por la suba de casos de coronavirus y la escalada de atentados en las últimas semanas, cerró la primera visita de un pontífice en la historia del país, con un llamado a una “reconstrucción” que tenga en cuenta a las minorías, especialmente a la diezmada población cristiana, y que evite la “tentación de responder” a los ataques sufridos por el país a manos de potencias extranjeras y conflictos internos.
En una recorrida por dos de las ciudades más golpeadas por la milicia del Estado Islámico, Mosul y Qaraqosh, el pontífice mostró su más enérgico rechazo al fundamentalismo y convocó a una unión nacional contra la violencia, además de llevar consuelo a las comunidades cristianas que fueron expulsadas de sus territorios y lentamente reconstruyen sus casas y sus vidas en el norte y oeste del país.
“Junto con todas las personas de buena voluntad, decimos no al terrorismo y a la instrumentalización de la religión”, instó el Papa al hablar desde una Iglesia de Qaraqosh quemada en 2014 por el grupo extremista y hoy colmada de fieles para expresar su gratitud a Francisco por una visita que, ansían, pueda ser un nuevo punto de partida la comunidad.
“Con mucha tristeza, miramos a nuestro alrededor y percibimos otros signos, los signos del poder destructivo de la violencia, del odio y de la guerra. Cuántas cosas han sido destruidas. Y cuánto debe ser reconstruido”, lamentó en la iglesia de la Inmaculada Concepción, la más grande del país, uno de los blancos del EI.
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