El país se pintó de violeta, con el mismo color que viste el villano de la serie más popular de DC. Con un discurso disruptivo, apelando al enojo social y al descontento con la clase política, Javier Milei convenció a un tercio del electorado y consiguió un triunfo federal en estas PASO. Ganó 15 provincias, aunque el escenario de triple empate técnico quedó arriba de la mesa con Juntos por el Cambio en segundo lugar y Unión por la Patria tercero.
La composición del voto a Milei es bien heterogénea. Jóvenes enamorados y convencidos, el núcleo anti política, descreídos y desilusionados de Juntos por el Cambio, un voto castigo a toda la clase política, algunos esperanzados con un futuro distinto, profesionales, clases populares, productores agropecuarios, gorilas, y más. Ganó en todo el territorio nacional porque desde las nuevas comunicaciones supo penetrar con una idea, con un discurso, con una ilusión. Tres frases, algunos slogans, y conceptos cortos en un mundo nuevo de soluciones mágicas, urgentes.
La peor estrategia para el peronismo es atacar a los que no los votaron, y sobreactuar el miedo. JxC ya le dio un abrazo a ese electorado con Bullrich anoche, apelando a que es una frescura en la política para discutir ideas antes silenciadas en la sociedad. Sin embargo, Massa rivalizó tensionando sobre el sostenimiento de la educación pública, el aguinaldo, el trabajo y la producción, dando a entender que lo que se discute de cara a octubre es el peronismo o la pérdida de todas esas conquistas. El que votó a Milei está tan descreído, o tan ilusionado, que no es permeable a discursos atemorizantes sobre lo que significa el La Libertad Avanza.
La sorpresa es porque un individualismo, sin estructura, conquistó a un electorado federal enorme. Los 120 puntos de inflación, el dólar a 620 pesos -por ahora-, el salario registrado real más bajo de la historia, y, sobre todo, la ausencia absoluta de una visión de futuro para los jóvenes y las familias, hicieron que la dirigencia política tradicional desenamore a su electorado, y que el castigo sea por igual a ambas fuerzas hegemónicas hasta ayer.
La magra elección de Juntos por el Cambio, con Larreta mucho más bajo que lo que esperaban los consultores, es un mensaje también a una oposición que pasó la campaña entre riñas internas en vez de elevar una propuesta nueva de país conjunta. Los buenos modales entre ellos ya no alcanzan para convencer a una sociedad dolida por los últimos 10 años de desasosiego económico, crisis social y falta de proyectos que enamoren. El castigo fue a Macri, fue a Cristina, fue a todos los que hace décadas participan de la vida política de Argentina y nos han llevado a este momento de frustración.
El escenario está abierto. La apuesta de Massa es meterse en un balotaje contra Milei o contra Bullrich, y tiene los fierros del Estado para poder remontar los números. Queda largo hasta el 22 de octubre, fecha en la que volvemos a las urnas nacionales. La primera semana de movimientos de los mercados y las decisiones políticas serán claves para saber dónde están parados los ahora 3 candidatos firmes a la presidencia. Contener el dólar, cosechar 3 o 4 políticas de alivio fiscal e impulso de dinero para los trabajadores, y penetrar con un discurso que convenza y no que genere temor, debe ser la estrategia de Massa.
Bullrich tiene como desafío reconquistar a las masas opositoras y antiperonistas que migraron a Milei en las PASO, retener el voto a Larreta, y rivalizar con el peronismo y con Massa para convertirse en la opositora que muestre gobernabilidad. La soledad en el armado que se divisa en el candidato de La Libertad Avanza puede ser uno de los puntos débiles en su construcción futura, dado que estamos en un país complejo, con un poder real distribuido entre los empresarios, la justicia, los sindicatos y los movimientos sociales.
Nadie del círculo rojo esperaba este resultado, y el análisis político queda obsoleto día tras día. La sociedad también nos dio un cachetazo de realidad a todos nosotros, los que nos codeamos con el poder para poder acercar la información y realizar comentarios sobre las decisiones políticas. La distancia entre el ciudadano de a pie, los medios y la política es cada vez más amplia, la brecha se ensancha y las nuevas comunicaciones, la auto comunicación de masas, nos ubica en una posición incómoda. Es hora de re interpretar lo que está pasando en nuestro país.
El discurso outsider, por momentos jocoso, por momentos preocupante, ganó las elecciones. El loco que a muchos no les parece tan loco. Como el Guasón, que desde el caos devela cómo el poder enquistado disfruta de sus beneficios. Milei los llamó la casta, y les dio el primer golpe de knock out.
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