El fútbol argentino tiene como característica principal la desorganización. Para recordar un torneo tradicional hay que retrotraerse hasta la época en que Julio Grondona era quien ocupaba el sillón de calle Viamonte. Desde ese momento la corrupción, la mala gestión y la carencia de conducción llevaron a la organización de un campeonato con 30 equipos, en algunos casos con formatos inentendibles.
Atrás quedó el famoso “38 a 38” cuando se votaba por quien sería el próximo presidente de la Asociación, e inclusive poco se recuerda del paso de Armando Pérez como mandamás de la Comisión Fiscalizadora. El hincha es tan pasional que una definición como la de este domingo hace parecer que está todo bien.
Para el hincha neutral lo que se vivió en la Bombonera y en el Cilindro en la última jornada de la Liga Profesional fue más que atractivo. Cuatro de los equipos grandes involucrados en el cierre del campeonato no es cosa de todos los días, y más cuando se da la casualidad que cada uno de quienes corrían con chances dependían de su eterno clásico rival.
Con el resultado consumado, y con Boca campeón gracias al triunfo de River ante Racing, un hincha del Millonario hizo la siguiente reflexión: “Qué interesante lo que se plantea. Para preguntarse qué es ‘lo correcto’ en estos casos. Porque creo que la variable de no ganar en ciertas situaciones es una regla tácita de cualquier juego. Es difícil no sentir que nos traicionaron”.
Todos quienes éramos neutrales pero amantes del fútbol teníamos más o menos la misma concepción de lo que pasaría ayer. Estaba en el pensamiento de la gente el hecho de que ni Independiente ni River darían el 100% -que no significa dejarse perder- para aportar su granito de arena a que su clásico no diera la vuelta olímpica.
Esa idea quedó descartada desde que Herrera y Echavarría dieron el silbatazo inicial en la Boca y en Avellaneda. Ya en el comienzo tanto el Rojo como los dirigidos por Gallardo demostraron sus ganas de quedarse con los tres puntos y evitar que su rival de turno pudiera dar la vuelta ante su presencia.
En contra de todos los pronósticos, Independiente cerró un mal torneo con un empate en condición de visitante ante el campeón del torneo, mientras que el irregular River se llevó un triunfo clave -aunque sin ser determinante para ningún objetivo planteado- contra quien terminó siendo escolta de la Liga 2022.
Al terminarse los partidos, y en lo que fue su despedida después de casi nueve años, Gallardo explicó ante la prensa: “Principalmente, lo que me gustaría destacar es que, en un país donde todo se sospecha de todo, donde todo está tan cruzado, mezquino… Parece hasta vacío de valores… Nosotros, desde el fútbol, a veces tenés la posibilidad de sembrar semillas que signifiquen que, más allá de todo, se puede tener respeto y dignidad por la profesión, por el fútbol, la pasión que nos genera este deporte”.
Pocas veces pasaron, y difícil que vuelvan a suceder, definiciones como la que se vivió durante la tarde del domingo. Inclusive, se puede decir que Boca salió campeón gracias a las manos de Franco Armani, que cuando faltaban tres minutos contuvo un penal que le hubiese significado la gloria a Racing. Los goles de Borja fueron más gritados en la Bombonera que en Núñez.
“Entiendo si hay hinchas tal vez enojados o frustrados pero es a través de esos valores que me enorgullezco del equipo, más allá de ganar o perder. La dignidad del sentimiento hacia lo que somos. Eso creo que tiene muchísimo valor”, continuó Gallardo, el ídolo momentáneo impensado del Xeneize.
No caben dudas que éticamente, tanto River como Independiente hicieron las cosas correctamente y mostraron todo su profesionalismo durante 90 minutos dentro de un terreno de juego. En ese contexto es que los hinchas de ambos equipos se encontraron en una encrucijada en la previa de los partidos, y muchos todavía mantendrán la duda de qué hubiera sido lo mejor.
Lo que sí, quedó claro después de esta infartante definición es que el atractivo que tiene el fútbol argentino viene desde la pasión de los hinchas y del amor de los futbolistas por la profesión. Nada tiene que ver la gestión y la organización de Claudio Tapia, quien seguramente querrá colgarse la medalla de tener un campeonato atrapante hasta las últimas instancias.
El titular de la AFA intentará convencer al público de que lo apasionante del torneo se debe gracias a su manera de actuar, y de esta manera tratará de imponer un campeonato como él pretende: de 30 equipos, divididos en dos zonas, sumando a una decena de equipos de la Primera Nacional y asegurando el descenso de 20 clubes en la misma temporada. Un verdadero disparate.
Con todas esas limitaciones a cuestas, como la de una pésima gestión que se caracterizó por la corrupción y la mala organización, lo vivido ayer en la definición ayuda a asegurar que al fútbol argentino no lo matan ni los peores dirigentes del mundo.
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