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Cuatro películas, incluida la nueva “Alien”, llegan a la ciudad

A 45 años del estreno de Alien, el octavo pasajero (1979), de Ridley Scottt, Hollywood retoma esta franquicia pletórica de secuelas, precuelas y spinoffs con el director y guionista uruguayo Fede Alvarez (Posesión infernal, No respires, La chica de la telaraña) detrás de cámaras sentándose en la silla que alguna vez ocuparon, entre otros, el propio Scott, James Cameron, David Fincher y Jean-Pierre Jeunet. El resultado es un film que cumple con lo básico (ciertas dosis de suspenso, tensión y terror), pero que al mismo tiempo no resulta particularmente innovador dentro del cine de género en general ni de la saga en particular.

Además de “Alien: Romulus”, llega “Siempre juntos”, del reconocido actor Tony Goldwyn, que es también un prolífico director de películas y series, que en su nuevo largometraje trasciende el riesgo de caer en los peores golpes bajos para narrar con sensibilidad una relación padre-hijo muy especial. Además “Romper el círculo”, el nuevo film de la actriz de Salvajes y Miedo profundo (The Shallows) se ha convertido en un notable e impensado éxito en sus primeros días en los cines de todo el mundo, pero más allá de su eficacia comercial y de su bienvenido cuestionamiento de la violencia machista es poco lo que de novedoso tiene para ofrecer. Además la animada “Inseparables” completa la nueva cartelera. Aquí una selección de reseñas para decir que ir a ver al cine. Porque el cine se ve en el cine.

“Alien: Romulus”

Rain (la todoterreno Cailee Spaeny, que venía de protagonizar Priscilla y Guerra Civil) es una joven que trabaja como agricultora para la corporación Weyland-Yutani, pero cuando ella termina de cumplir con su cuota de producción y pide autorización para abandonar el lugar le dicen que están escasos de operarios y la obligan a permanecer por otro período de cinco o seis años. Frente a semejante sistema que linda con lo esclavista, Rain y sus compinches Bjorn (Spike Fearn), Tyler (Archie Renaus), Kay (Isabela Merced) y Navarro (Aileen Wu) deciden huir de ese sórdido planeta y buscar una nave-estación que está abandonada en el espacio para que los lleve hasta el planeta Yvaga en un viaje que puede demorar nueve años. Junto a ese grupo de cinco muchachos y muchachas viaja Andy (David Jonsson, lo mejor del elenco), un ser artificial (léase un robot de avanzada) que ha sido programado por el padre de ella para servir siempre a Rain, con quien la une un vínculo muy cercano e intenso (se autoperciben como “hermanos” sintéticos).

Pero, apenas ingresan en esa estación, encuentran cadáveres y destrozos que evidencian que algo muy extraño ha ocurrido en sus instalaciones. Y lo extraño, claro, son las voraces criaturas extraterrestres que desde hace casi medio siglo forman parte del imaginario popular para los fans de la ciencia ficción y el terror.

No hay en el básico pero funcional guion de Fede Alvarez y Rodo Sayagues ningún elemento que se destaque ni que desentone demasiado. Ubicada en la línea de tiempo entre la primera entrega de Ridley Scott y la segunda de James Cameron, Alien: Romulus presenta de manera más bien esquemática un universo, unos personajes y sus motivaciones para luego sí dar rienda suelta a un festival de efectos visuales e imaginería gore con decenas de monstruos pequeños, medianos y grandes persiguiendo a los protagonistas por los largos pasillos, mientras estos tratan de llegar al siguiente sector de la nave y cerrar la compuerta a tiempo para mantenerse con vida.

Lo mejor que puede decirse entonces de Fede Alvarez es que sigue demostrando un oficio, un indudable manejo de las herramientas narrativas y visuales que le permiten construir climas tensos, densos y ominosos. Así como el argentino Andy Muschietti pudo consolidarse en el sistema hollywoodense, su colega uruguayo ha sorteado el desafío de sumarse a una de las franquicias más populares e influyentes de la historia del cine. Alien: Romulus está muy lejos de ser una obra maestra o incluso una película disruptiva, pero al menos garantiza durante sus casi dos horas unos cuantos buenos sustos. No se trata de un mérito mayor… ni tampoco menor.

DIEGO BATLLE.

SHOWCASE, HOYTS, CINÉPOLIS, MONUMENTAL Y DEL CENTRO.

 

“Siempre juntos”

La idea de una película sobre las dificultades de un padre para criar a su hijo autista es motivo suficiente para levantar la guardia ante los potenciales golpes bajos que podría ofrecer un relato con un chico con esa característica en el centro de la escena. Pero a Siempre juntos no le interesa tanto los pesares de su padre ni describir cómo es la vida de un chico con TEA –la fidelidad de esa representación excede a una crítica– como la manera de vincularse de él tanto con su hijo como su propio papá, con quien tiene unas facturas pendientes para cobrar hace décadas.

El padre en cuestión se llama Max (Bobby Cannavale) y se dedica al stand up, desde donde escupe una amplia variedad de verdades en clave de comedia, incluyendo las relacionadas con la crianza de su hijo Ezra (William Fitzgerald). El chico no solo no es ajeno a esa situación, sino que en muchos casos lo acompaña a sus shows. Max está divorciado de la madre de él, Jenna (la australiana Rose Byrne), quien a su vez ahora está en una nueva relación con un abogado (el director Tony Goldwyn, que también es un veterano actor de reparto), por lo que no tiene más opción que vivir con su padre (Robert De Niro).

Lejos de la imagen más romántica de un “abuelito simpático”, el personaje de De Niro es un tipo seco y violento, dos rasgos que condicionaron la educación de Max y que ahora no quiere repetir con Ezra. Los problemas comienzan cuando, luego de incidente en el que Ezra casi termina arrollado por un auto, la Justicia obligue a los padres a anotarlo en un colegio de educación especial y a realizar un tratamiento con medicamentos. Convencido de que es un camino incorrecto, Max no tiene mejor idea que “secuestrarlo” y emprender un viaje en auto hasta Los Ángeles, donde tiene una audición para integrar el staff del programa de Jimmy Kimmel.

Basada en las experiencias personales del guionista Tony Spiridakis, Siempre juntos adquirirá la forma de una road movie en la que padre e hijo irán haciendo distintas paradas para encontrarse con familiares y una ex pareja de él (Vera Farmiga). Entre medio aflorarán las tensiones ante las particularidades de Ezra y su relación con el entorno, así como también las dudas e inseguridades de un padre cuyos métodos están lejos de los convencionales.

La película es un tanto irregular e inverosímil (¿el tipo cruza varios estados con su propio auto siendo perseguido por el FBI? ¿Las imágenes que aparecen en el noticiero no llamaron la atención de nadie en el programa de Kimmel?) y tiene algunas situaciones forzadas, pero crece en emotividad cuando apuesta por la humanidad de esos personajes imperfectos, queribles aun cuando no estemos de acuerdo con lo que hacen o piensan, y por la manera en que tratan de sacar adelante las relaciones familiares. A fin de cuentas, son hombres y mujeres haciendo lo que pueden en función de lo que creen es mejor para quienes aman.

ZEQUIEL BOETTI

EN LOS CINES SHOWCASE, CINÉPOLIS Y DEL CENTRO.

 

“Romper el círculo”

Un culebrón con mensaje. Así podría definirse a esta película dirigida por el también coprotagonista Justin Baldoni ( A dos metros de ti, Clouds). En efecto, esta transposición de la novela publicada en 2016 por Colleen Hoover tiene todos los elementos de fórmula, la (re)carga emocional, los estereotipos y los lugares comunes de las viejas telenovelas, pero -estamos en 2024- incorpora una mirada más contemporánea sobre la violencia machista y la necesidad del empoderamiento femenino para, precisamente, “romper el círculo” al que alude el título local o responder al “se termina con nosotras” del original.

A 17 años de su irrupción como la Serena van der Woodsen de Gossip Girl, Blake Lively interpreta a Lily Bloom, una treintañera que en la primera escena regresa a su pueblo natal en Maine para el velorio de su padre, que además era el alcalde del lugar. Cuando en el funeral la invitan a destacar las cinco características más valiosas de su progenitor reaparece el trauma de haber visto las golpizas del ahora difunto contra su madre (Amy Morton), ella se queda en blanco y abandona el lugar ante la mirada atónita de los presentes.

De regreso a Boston, Lily -que tiene una florería top que es un prodigio de diseño- conocerá en un ámbito poco convencional (la terraza de un edificio que no es el suyo) a Ryle Kincaid (el propio Baldoni), un exitoso neurocirujano de cuerpo escultural y aires de galán (el director se “regala” unos cuantos primeros planos en un verdadero egotrip). Al principio, ella se resiste al romance, pero -claro- no por mucho tiempo. Y si hablamos de culebrón es porque aparecerá un tercero en disputa, Atlas Corrigan (Brandon Sklenar), que supo ser el primer amor de ella y cuya historia en tiempos de colegio secundario conoceremos a través de múltiples flashbacks (ellos son interpretados de adolescentes por Isabela Ferrer y Alex Neustaedter).

Lo cierto es que donde hubo fuego cenizas quedan (acá también apelamos a frases telenovelescas) y en la actualidad Atlas es el dueño del mejor restaurante de Boston al que inevitablemente irán los protagonistas y, así, más temprano que tarde el triángulo estará conformado con el más conservador Ryle y el más bohemio Atlas obsesionados (y enfrentados) por Lily.

La película está llena de golpes de efecto, salta de la comedia romántica al melodrama con moralina y, más allá de retratar el proceso interno de la protagonista que no solo tiene que “matar al padre” sino romper el círculo vicioso de la violencia doméstica y las relaciones tóxicas para poder encontrar un nuevo rumbo más sano y libre, termina siendo una experiencia bastante subrayada, torpe y banal.

DIEGO BATLLE.

EN TODOS LOS COMPLEJOS.

 

“Inseparables”

Cuando las luces se apagan en el viejo teatro de Central Park, las marionetas recobran vida. Entre ellas, Don, que interpreta el mismo papel de bufón desde hace años. Don sueña con tener un papel de un héroe de verdad y de descubrir el mundo. Entonces, se arma de valor y se marcha. Por el camino, va a conocer a DJ Doggie Dog, un peluche abandonado que sueña con convertirse en una estrella de rap. Es el comienzo de una extraordinaria historia de amistad. Una gran aventura en pleno centro de Nueva York, que transformará los sueños en realidad: ¡incluso los personajes más pequeños pueden desempeñar los grandes papeles!

EN TODOS LOS CINES.

Fuente: Otros Cines, La Nación, Clarín, Cinépolis.

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