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Todo Show

Cuatro estrenos el primer jueves de julio

Llega la precuela de la exitosa “A quiet place”. La tercera entrega de la franquicia está concebida a modo de precuela y, si bien no alcanza el nivel de los dos primeros films dirigidos por John Krasinski, funciona con bastante eficacia dentro de los cánones genéricos del terror apocalíptico. Charlotte Rampling con “La Matriarca”, “Club Cero” y “La gruta continúa”, son los estrenos que llegan este jueves 4 de abril a las pantallas rosarinas. Aquí una selección de reseñas para elegir que ir a ver al cine, porque el cine se ve en el cine.

“Un lugar en el silencio: día uno”

En julio de 2021 se estrenaba en los cines de Argentina Un lugar en silencio – Parte II, secuela del exitoso film original de 2018. Y también en ese mismo mes y año se lanzaba en las salas de los Estados Unidos Pig, notable ópera prima de Michael Sarnoski con Nicolas Cage. Aquella casualidad y curiosidad del almanaque tiene que ver con que exactamente tres años después estamos frente a Un lugar en silencio: Día 1, que es la precuela de aquel díptico pero que además tiene a Sarnoski como guionista y director en reemplazo de un Krasinski que ahora figura solo como coautor de la historia original y como uno de los productores.

Las comparaciones -sí, odiosas- dejan a Día 1 un paso detrás de Parte II y un par de pasos detrás tanto de la entrega original de 2018 como de Pig, una ópera prima bastante más audaz y provocadora que esta correcta, profesional, pero en definitiva no demasiado trascendente incursión en el mainstream hollywoodense.

Ni Krasinski ni Emily Blunt. La protagonista de Día 1 es Samira (Lupita Nyong’o), una joven que atraviesa un cáncer ya en etapa muy avanzada. Cuando Reuben (Alex Wolff), el enfermero que la supervisa en la clínica suburbana en la que está internada, le propone visitar Manhattan para ver una obra (no le dice que es de marionetas), ella acepta a regañadientes con el compromiso de luego de ir a comer una pizza. Pero una vez en el teatro, empiezan los ruidos de explosiones. A los pocos segundos advertiremos que se trata de una sangrienta invasión extraterreste con esos “bichos” con algo de Alien y otro tanto de la serie Falling Skies que ya sabemos son ciegos pero con una audición tan desarrollada y una velocidad tal que en pocos segundos están cazando a la presa que haga el más mínimo ruido. Y Samira encontrará en un estudiante de abogacía británico llamado Eric (Joseph Quinn, visto como el Eddie Munson de la temporada 3 de Stranger Things) el compañero ideal para sobrevivir en medio de las constantes persecuciones de esas despiadadas criaturas.

Si en las dos entregas previas de Un lugar en silencio el concepto “menos es más” funcionaba a la perfección, con un notable trabajo con el fuera de campo visual y sonoro, Sarnoski va más a lo convencional con un “más” que deja una sensación de “menos”. Narrada con solidez, trabajada con imponentes efectos visuales para presentar a una Nueva York devastada y actuada con convicción por todo el elenco (Djimon Hounsou es el único que estuvo antes y reaparece en la precuela), Día 1 desanda de una manera más obvia y subrayada caminos ya transitadas por historias de apocalipsis urbano como, por ejemplo, Soy leyenda, aquel film de Francis Lawrence con Will Smith basado en la novela de Richard Matheson.

Aunque sea bastante menos sutil, con menos matices que sus predecesoras (sucesoras en lo temporal), Día 1 tuvo un mejor arranque en la taquilla que los films de 2018 y 2020. Que los aliens aparezcan ahora de forma masiva y arrasadora en las calles, edificios y túneles de Manhattan tiene una intensidad dramática y un impacto adicional que el público evidentemente agradece.

DIEGO BATLLE.

EN LOS 5 COMPLEJOS.

 

“La gruta continúa”

Tras su paso por festivales como DocLisboa, Mar del Plata y el FICIC de Cosquín, se estrena de manera comercial este nuevo documental del talentoso realizador de Hacerme feriante (2010), sobre el universo de la feria de La Salada; y Cuerpo de letra (2014), sobre expertos en graffitis y pintadas políticas. En este caso, con la misma minuciosidad, respeto, curiosidad y empatía, se acerca a la cotidianeidad de un grupo de espeleólogos italianos a quienes en distintas expediciones por su país, pero también por Cuba (en una de las grutas, aseguran, solía refugiarse un tal Che Guevara).

D’Angiolillo no es el primero que se ha fascinado por las cavernas (recuerden, por ejemplo, La cueva de los sueños olvidados, de Werner Herzog), pero el director argentino lo hizo durante muchos años y con una diversidad de enfoques que le dan múltiples dimensiones, matices, alcances y connotaciones a su trabajo: desde las experiencias más íntimas del riesgo que significa sumergirse en las profundidades de la Tierra hasta la sofisticación de la tecnología aplicada a la especialidad con animación 3D incluida.

El resultado es un film en varios pasajes fascinantes, que prescinde de lo didáctico (de hecho, se escamotea bastante la información pura y dura) para incursionar en un mundo más surreal con imágenes que por momentos bordean la abstracción y nos transportan a climas alucinatorios. No apta para cultores del documental más convencional, explicativo, efectista e impactante que impera en las plataformas de steaming, La gruta continua es una invitación a la aventura con un espíritu “subterráneo” que se desmarca del estrés, el ruido, el vértigo y la ansiedad y los estímulos de la vida urbana contemporánea.

DIEGO BATLLE.

EN EL CAIRO.

 

“La matriarca”

Icono del Swinging London en los años ’60, referente del cine más rabiosamente autoral una década más tarde, la actriz británica Charlotte Rampling nunca ha dejado de aparecer en la gran pantalla a lo largo de una carrera que durante este 2024 cumplirá sesenta años. Desde una pequeña aparición como bailarina en Anochecer de un día agitado (1964), el famoso y agraciado vehículo cinematográfico de The Beatles, pasando por roles consagratorios en La caída de los dioses (1969), de Luchino Visconti, y, sobre todo, Portero de noche (1974), de Liliana Cavani, hasta papeles más recientes en largometrajes de François Ozon (La piscina), Lars von Trier (Melancolía) y Paul Verhoeven (Benedetta), la presencia siempre poderosa y tantas veces misteriosa y ambigua de Rampling ha sido un polo de atracción para cineastas de las más diversas extracciones y sensibilidades. En los últimos años, fiel a un estilo que nunca se ancló en un único formato de realización, la actriz nacida en Essex en 1946 participó en grandes producciones como el díptico Duna, dirigido por el canadiense Denis Villeneuve, y films independientes como La matriarca, del neozelandés Matthew J. Saville, película que tendrá su estreno comercial local este jueves 4 de julio.

En La matriarca, Rampling encarna a una mujer británica de unos 70 años que, luego de un accidente que la ha dejado postrada temporalmente en una silla de ruedas, viaja a Nueva Zelanda para pasar un tiempo junto a su hijo, con quien no tiene la mejor de las relaciones, y un nieto de 18 años al que no conoce en lo más mínimo. La tensa e incluso violenta relación entre Ruth –una exfotógrafa de guerra que ahora pasa los días bebiendo gin rebajado con agua y limón– y el adolescente Sam (George Ferrier), cuyo duelo luego de la muerte de la madre continúa marcando su existencia, es el punto de partida de un film que recorre caminos familiares, aunque con un recato no demasiado habitual en este tipo de relatos, además de un sentido del humor particular. Ante el título local La matriarca, que reemplaza el original Juniper (“enebro” en inglés), Rampling reacciona de buena manera. “Bueno, Juniper es un título extraño, que necesita alguna explicación. Creo que La matriarca está bien también”.

DIEGO BRODERSEN.

CINES DEL CENTRO.

 

“Club cero”

Hay cineastas con los que a uno, como espectador, le cuesta sintonizar y empatizar. Son directores (directora en este caso) de los que todos hablan maravillas, elogian su forma y su contenido, son venerados como autores de primerísimo nivel. Más allá de que alguna película suya puntualmente me ha gustado (Lourdes, por ejemplo), tengo un problema “de piel”, de sensibilidad con la austríaca Jessica Hausner: me cuesta ingresar en sus universos, enganchar con sus propuestas, establecer alguna conexión intelectual, afectiva o visceral con sus fábulas, reirme de sus bromas, creerme sus cuentitos…

Mi nueva frustración con Hausner es Club Cero, una película a la que sentí siempre calculada, forzada, manipuladora, con una “tesis” que me parece confusa (quizás eso sea bueno en algún sentido), ya que pretende ser satírica, paródica, seria, revulsiva y audaz a la vez. Advertir, denunciar y cuestionar. Y para ello está dispuesta a todo, como que un personaje (una adolescente) vomite en cámara y acto seguido se coma ese vómito frente a la mirada de sus padres.

La protagonista (en principio, porque luego la cosa resulta más coral) es Miss Novak (Mia Wasikowska), una influencer experta en alimentación que ingresa a un sofisticado colegio privado para dar clases de nutrición. Sus alumnos (cobayos) son siete, pero cuatro llegarán hasta el “final” en una viaje místico, espiritual y filosófico en busca de la pureza, la trascendencia y la salvación del planeta que los llevará a comer cada vez menos o… directamente no probar bocado.

Sí, la ambientación es muy lograda; los encuadres, muy virtuosos; las actuaciones en tono declamatorio (de Wasikowska, de cada alumno y de sus respectivos padres), impecables, pero Club Cero no funciona del todo bien ni como parodia ni como película de denuncia o advertencia. Parece más una provocación forzada, un épater le bourgeois, que una advertencia sobre los riesgos físicos y psicológicos del fanatismo contra los alimentos procesados y los mandatos del consumismo exacerbado. No me interesó, me quedé fuera. Como decía cierto eslogan bastante cuestionado del BAFICI, “si no es para vos, no es para vos”.

DIEGO BATLLE.

CINES DEL CENTRO.

Fuente: Otros Cines, Página 12, Cinépolis.

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