Cambian los tiempos políticos. A 40 años del inicio del proceso democrático más largo del último siglo, Javier Milei asume el mando nacional y Maximiliano Pullaro se hace cargo de la gestión de la provincia. Dos perfiles bien distintos con altas expectativas depositadas en ellos desde la ciudadanía, ávida de soluciones estructurales y vientos de cambio. Ejes de trabajo disimiles, con la obligación de articular políticas públicas en conjunto para encontrar el rumbo para los santafesinos.
Milei aporta una cuota de esperanza a una gran porción de la población que lo acompañó. Con la fortaleza de lo nuevo intentará entrar al gobierno nacional con los tapones de punta, en busca de las reformas profundas que se necesitan, desde la visión de la libertad que pregonó durante los últimos años. Una ley ómnibus que no conocemos pero que ya se anticipa será la primera gran discusión en el Congreso de la Nación. Simplificación impositiva, temas previsionales y monetarios, seguridad, subsidios y estructura de la gestión, algunos de los cambios que quieren introducir en este meta texto normativo.
La energía inicial vendrá acompañada por un diagnóstico inicial profundo. Una auditoría general del estado de situaciones, tal vez uno de los grandes errores de Macri, para bajar las expectativas iniciales sobre los objetivos a cumplir. Es el primer presidente economista de la historia, y seguramente eso lo coloque en un rol compartido entre dirigir el gobierno y manejar, a pesar de que Caputo es el elegido, parte de la cartera que le compete por su formación.
La duda está puesta en la construcción de poder. Milei ha sorprendido con los acuerdos de gobernabilidad con Macri, y eso lo coloca lejos del perfil outsider que construyó durante su campaña. Un gabinete plagado de ex funcionarios del gobierno de JxC, y una cercanía con el círculo rojo que había estado preocupado por su andar disruptivo. Sin embargo, si cumple con las promesas se vienen tiempos de alta inflación y recesión, lo que generará una conflictividad social en la que se verá obligado a dialogar con movimientos sociales y sindicatos. Ahí estará la clave en los próximos 12 meses, sumado a su propio electorado de clase media que puede sentir el golpe del sinceramiento del dólar y de las tarifas.
Lo acompañan el Rey de España Felipe IV, los presidentes de Chile, Uruguay y Paraguay, el presidente de Ucrania, el ex presidente brasilero Jair Bolsonaro, entre otros. Los nombres son, en su mayoría, afines a las ideas de la derecha liberal que se quiere instaurar en la Argentina. Y muestra una postura respecto al próximo gobierno respecto a las relaciones internacionales que pretende para nuestro país.
Desde la simbología, incluso, busca comunicar con ideas norteamericanas, como la cuenta de Twitter de la oficina de presidencia, el isologo y abrir con un discurso en las escalinatas del Congreso, tal como en el Inaguration Day de EEUU. Se vienen tiempos distintos.
La contracara a lo que propone Milei, de un Estado austero y recortado, es el gobierno que pretende Maxi Pullaro para Santa Fe. La diagramación de los ministerios y la cantidad de funcionarios públicos anticipan una gestión presente en el territorio para atender las necesidades sociales y de infraestructura.
Los aportes del gobierno nacional al nuestro son muy pocos, de hecho solo 15 mil millones de pesos en obra pública fue la ejecutada este año por la gestión de Alberto Fernández. Sin embargo, la figura de Patricia Bullrich en Seguridad le brinda un camino abierto para articular ante el flagelo que más impacta en Rosario. Ese trabajo será central durante la administración de Pullaro, mas allá de las cuestiones vinculadas a la producción, el trabajo, la salud o la educación.
El gobernador electo tiene claro que si se fracasa en temas de seguridad, no tendrá contemplaciones la ciudadanía con él, a pesar de que el resto de las carteras hagan una gestión ejemplar. Es su objetivo primordial y lo toma de manera personal. Ya trabajó con Bullrich y tiene un plan para bajar la violencia urbana y los homicidios.
La construcción de “pullarismo” y su ambición de poder lo coloca en un estrado nacional vacante. Muchos lo ven como el futuro del radicalismo en Argentina, y quiere demostrar que está a la altura de las miradas ajenas. Si resuelve en parte los temas de seguridad, y puede construir un mito de gobierno -¿reforma de la Constitución y de la Justicia?- y algunos hitos de gestión en obras, tendrá proyección nacional.
Seguridad y reforma policial, reforma judicial, reforma impositiva profunda, recuperación de algunos programas sociales y vínculos directos con los sectores productivos, parecen ser los objetivos de un gobierno que tiene la suma del poder público y posee la oportunidad histórica de avanzar con algunas deudas históricas.
Hoy sale el peronismo, y entran dos gestiones disruptivas. Dos cosmovisiones distintas pero con objetivos claros para la reforma del Estado. Antagónicos, tal vez, pero en un sistema republicano que les va a permitir convivir en ejes de gestión. El desafío es contener el entusiasmo y responder a las necesidades, sin desviar el foco sobre las promesas emitidas en la campaña. Arranca el partido, dura cuatro años.
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