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“Ciudadana del mundo”: la historia de una rosarina que dividió su vida en muchas partes

Desde sus días de escuela en el Normal N1 de Rosario, María Paula Almirón completó la secundaria en Jamaica, asistió en centros de refugiados de guerra en Holanda, investigó el oscuro fenómeno del infanticidio en Inglaterra, pasó meses en silencio con monjes Budistas en los Himalaya, fue diplomática en Panamá y se posicionó en una de las casas de estudios más prestigiosas de Canadá. En su página más actual: es activista y partícipe profesional del renacimiento psicodélico que está re-escribiendo el paradigma de la salud mental, del bienestar y de la evolución de la especie. 

 

María Paula dejó su Rosario natal por primera vez en 1987, siendo becada junto a otros rosarinos para cursar el último año de secundaria en otro país. Su destino fue Kingston y así arrancó a sus 16 años una gira global que todavía dura. Jamaica la expuso de lleno a un paradigma desconocido en lo cultural, lo religioso, lo étnico y lo social. La reminiscencia le dibuja una sonrisa en el rostro, baja del recuerdo un expediente que es obvio hacía mucho no se abría y me cuenta de su “encanto-susto-curiosidad”  la primera vez que se cruzó con un Rastafarian. En la década de los 80 la globalización era un concepto futurista, no sólo era pre-internet, también era pre-fax. “Para hablar conmigo por teléfono, mi mamá tenía que llamar primero a la operadora y ahí le decían que demora había en la llamada… Jamaica fue un destete familiar y cultural fuerte, una experiencia que marcó un antes y un después en mi familia”, señaló en diálogo con RedBoing

Su curiosidad por el mundo y por la diversidad de la experiencia humana fueron y siguen siendo el motor de su estilo de vida. La siguiente estación fue en los Países Bajos en 1994, una etapa que Almirón asocia a aprendizajes sociales muy valiosos: “La Universidad estaba en la calle. Aprendí sobre tolerancia, altruismo, ética, la fuerza de la austeridad y la fragilidad de la ostentosidad”. Maria Paula cuenta que una de las experiencias más valiosas fue vivir unos años en comunidades terapéuticas, las cuales son un experimento de inclusión social; un grupo demográficamente diverso que debe enfocarse en lo que tienen en común para negociar la vida de forma sostenible. “Cenábamos juntos una vez por semana y ahí se dividían responsabilidades, nos poníamos al día de novedades, se conversaban cambios, si alguien recibía visitas…”. En los años ‘90 esa nación acogió un gran número de desplazados por la guerra de Yugoslavia, y estudiando holandés en el mismo centro de aculturación que los refugiados, escuchó sobre los horrores de la guerra e historias de escape en primera persona. 

 

Su desarrollo profesional comenzó en 1998 al ser reclutada en Amsterdam por el gobierno británico para trabajar en el servicio de máxima seguridad en Inglaterra. “En esos entonces no había suficientes psicólogos forenses en el país por lo que estaban reclutando en universidades de Europa continental y así fue como quedé seleccionada”, recordó. Ya en pleno apogeo del Fax, su madre recibe una nota que rezaba “voy camino a una cárcel de Inglaterra, no te preocupes ma”. Los siguientes diez años fueron de intensa formación clínica, investigación y especialización. “Ninguno de mis colegas quería tomar esos casos y como yo todavía no tenía mis hijos, la tragedia no tenía el mismo registro interno para mí”, reveló al comentar la temática de su tesis doctoral: madres filicidas. 

Su interés por los aspectos socio-culturales del filicidio, le permitió pasar unos meses en Argentina en el año 2005, cuando dirigió estudios en las cárceles de mujeres siendo investigadora invitada por la Universidad de La Plata. “Esa fue la última vez que fui ciudadana en mi país”, agregó. La investigación del filicidio también la llevó a India donde, según explicó, el fenómeno tiene un perfil y contexto cultural único, (exterminio selectivo de neonatas niñas en castas de bajo estatus). Asimismo, expresó que “el contrato matrimonial de cada hija mujer en la India incluye el pago de una dote, por lo que una familia sin recursos, o con recursos suficientes para casar a una sola hija, condenaría a las otras al ostracismo, lo cual se califica como un acto más cruel que su exterminio inmediato”. Sus viajes a la India, no obstante, le abrieron caminos en otra dirección, quedando inmersa en peregrinajes de desapego por Calcuta, aprendiendo con maestros espirituales en ashrams a orillas del Ganges, y pasando periodos de silencio en monasterios del Tíbet. Esas experiencias dieron lugar a una transición entre la ciencia occidental y la sabiduría del Este resultando en una saludable dualidad. “No todos los saberes útiles devienen del método científico, la ciencia está sobrevalorada”, apuntó. 

En el año 2008, ya con hijos ingleses que hablaban un castellano trabado e hinchaban por la selección argentina de fútbol, la vida le deparó otra vuelta de página con más sellos en el pasaporte. El avión hizo escala en Panamá y María Paula aterrizó con credenciales diplomáticas junto al padre de sus hijos, viviendo entre cócteles y recepciones de embajadas. En su vida profesional, se mantuvo como perita ad-honorem del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Panamá, dictó cátedras de psicopatología en la Universidad y trabajó como consultora de la Organización de Estados Americanos (OEA) con sede en Panamá. En los diez años que pasó allí vivió dos vidas, una de frivolidad y otra de despertares. Con su diploma acumulando polvo en un baúl, Almirón abandonó las luces y se retiró hacia lo más verde de Centroamérica. En el contacto con la selva y los indígenas, descubrió la magia de las plantas medicinales y aprendió volúmenes de personas sin títulos ni títulos. En su versión “al natural” volcó su atención hacia los pueblos originarios, sus rituales místicos y ceremonias, (las legítimas y las puestas en escena para turistas) a sus voces cansadas y la discriminación que sufren en su propio suelo. En su cuarta década, se descubrió más panameña que inglesa y decidió sentar allí “una casa lejos de su casa”. Situada en la antigua Zona del Canal, en un rinconcito llamado Los Ríos, crecieron sus hijos entre palmeras bananeras y cayucos de madera, ñeques, iguanas y osos perezosos cortando el paso, gato-solos rompiendo la basura y tucanes poniéndole color al fondo verde. “Con sus personajes auténticos y desinhibidos, su lunfardo desfachatado, y su capacidad de convertir un funeral en un rumbón, el caos de Panamá me descontractura y me recuerda que la vida es desordenada y hay que fluir con ella”, ilustró. 

No obstante, en el 2018 una oportunidad irresistible le completaría el casillero a esa nómada global. La propuesta de desarrollar el servicio de consejería y salud mental de uno de los internados internacionales más prestigiosos de Canadá: Ridley College. “Estoy nuevamente en un punto de mucha productividad, desarrollandome en un país que lidera en el estudio de la salud mental y donde se cierra el círculo de todo los conocimientos que recogí por el camino, en el este, el oeste, en la ciudad, en la selva y en la facultad de psicología de la UNR”, comentó.

 

“Lo que me moviliza en estos tiempos es el resurgimiento de la medicina psicodélica por su potencial de sanación en el plano individual y colectivo. Le he dedicado los últimos cuatro años de estudio a este campo emergente. A excepción de unos pocos países, las terapias psicodelicamente asistidas no se han legalizado aún pero están en fases experimentales avanzadas, particularmente el MDMA (éxtasis) para el tratamiento del estrés post-traumático y la psilocibina (hongos mágicos) para la depresión refractaria al tratamiento”, reveló. “Las investigaciones médicas de estos compuestos se interrumpieron en los años 70, durante el periodo que se conoce como el de la guerra contra las drogas. Vale la pena aclarar que estoy poniendo en contexto la psicodelia científica o urbana y de acuerdo al calendario occidental. Los pueblos originarios, quienes son los legítimos dueños de las plantas y maestros de este saber, tienen otro contexto y otras prácticas”, continuó. 

Los psicodélicos, tanto naturales como sintéticos, son una herramienta de autoexaminación y de evolución de conciencia. “Desde el punto de vista neurocientífico, su mecanismo de acción no está totalmente descifrado pero si hay suficiente evidencia de que está vinculado a la neuroplasticidad, que es la capacidad de establecer nuevas conexiones neuronales en el cerebro, lo cual permite examinar problemáticas internas desde una perspectiva no previamente disponible en nuestro software”, apuntó. Una diferencia importante entre los psicodélicos y las drogas de escape, es que el psiconauta continúa teniendo acceso a lo que experimentó luego que los efectos se disipan y allí es donde empieza el trabajo más arduo -el de la integración-. “Qué vas a hacer con todo lo que viste porque ya no podés des-veerlo…”.

 

En el concepto de las terapias psicodelicamente asistidas, la molécula es la invitada estelar del proceso terapéutico, cuyo éxito depende en igual medida de un trabajo de preparación previo y de integración posterior: “El suministro controlado de psicodélicos ofrece una vía acelerada de resolución, corriendo el telón y desanudando problemáticas desde adentro. La psiquiatría tradicional ha estado estancada en comparación a los avances logrados en otras ramas de la medicina, y el resurgimiento de la psicodelia no solo es prometedor sino que llega en un momento donde la urgencia es mucha. Desde el punto de vista práctico, los tiempos y costos involucrados en lograr un bienestar se reducirían notablemente”.

“De esto se alimenta mi optimismo sobre lo que vendrá y es en esto donde invierto energía. Mi forma de activismo es continuar en formación y hablar del tema en cada oportunidad que me surge.  Canadá es el lugar perfecto para absorber conocimiento, adquirir experiencia y ser parte del debate en tiempo real porque es uno de los países que está al frente de la investigación y la reforma legal. No obstante, psicodelia, Rosario y la UNR serían la aventura perfecta…”, destacó.

 

María Paula contó que su identidad como argentina pasó por varios estadíos, que su ausencia del país fue una pieza necesaria para sentir lo que la bandera hoy le evoca. El transcurrir de los años le han ido revelando que su anclaje está al sur del planeta. 

Aunque en su diálogo dejó entrever que aún quedan estaciones hasta el destino en su Rosario natal, también confirmó que su más profunda pertenencia se sitúa en el río marrón, las calles y plazas, y domingos de clásicos en la ciudad. Tiene claro que su vínculo con Rosario es una “versión romántica-ideal en Super 8” donde reposan sus vivencias más tempranas y reconoció que en verdad sabe poco y nada de lo que implica vivir en la ciudad hoy en día. “Cuando estando lejos me preguntan ¿cómo es Rosario? yo describo una ciudad donde se gesta ideología, donde hay debate, accionar social, creatividad, arte urbano y también folklore futbolístico… En mi memoria es como el ojo de la tormenta donde la gente está amarrada a la vida y bien bien despierta”. 

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