Sergio Massa se erigió como súper ministro de Economía, Producción y Agricultura. El empoderamiento llega con el apoyo del sector de Cristina Fernández de Kirchner y toda La Cámpora, quienes continúan férreos en sus cargos, mientras que la sangría de incondicionales del presidente continúa. Arranca una nueva era, tan sólo 25 días después de que se habían realizado cambios profundos en el gobierno.
El referente del Frente Renovador dejó la Cámara de Diputados con una condición: hacerse cargo de toda la economía, y no sólo de la cartera que lleva ese nombre. Por eso, aglutinó los tres ministerios que tienen injerencia directa en las cuentas del país, la AFIP, y la relación con los organismos internacionales con los que Argentina tiene que negociar para sostener el castillo de naipes que vive a un soplido de caerse.
Se convierte el modelo similar al de una democracia parlamentaria. Cecilia Moreau, del seno íntimo de Massa, presidirá ahora la Cámara baja y el Frente Renovador tomará un rol protagónico que hasta hoy no tenía. Será el de Tigre una especie de Primer Ministro sin cargo, con la figura del presidente como un simple burócrata que emitirá actos de gobierno con una firma a los expedientes que le lleguen a su despacho de la Casa Rosada.
Las renuncias de Julián Domíguez y Gustavo Béliz, y la reubicación de Daniel Scioli volviendo a la embajada de Brasil, la salida de la griega Batakis de Economía y su llegada al Banco Nación, el corrimiento de Marcó del Pont de la AFIP para reemplazar a Béliz, tienen un denominador común: las negociaciones de CFK con Massa para que se haga cargo de la gestión y pueda dar vuelta una situación compleja desde lo social, lo político y lo económico, y así posicionarse como el próximo candidato a presidente del Frente de Todos.
Cristina piensa en ser senadora por de Buenos Aires para sostener los fueros, aunque nadie descarta un as bajo la manga: que sea la candidata a gobernadora de la provincia. Máximo Kirchner tiene decidido ir a ser el gobernador de Santa Cruz, y madre e hijo buscan en Massa un liderazgo que les permita a ellos construir poder desde otros espacios y seguir fortaleciendo a La Cámpora. Los funcionarios de la agrupación ultra k siguen todos en sus cargos desde el inicio del gobierno, nadie se movió de donde los pusieron, mientras ven pasar a los alfiles de Alberto por cargos que, algunos, no duran ni siquiera un mes.
El plan económico de Massa busca poner un manto de racionalidad a la situación para ganar tiempo y algo de oxígeno. Elevar al dólar soja al MEP, que hoy cotiza cerca del paralelo, hacerse de un colchón de cerca de 5 mil millones de dólares para ejercer una devaluación controlada de entre un 20 y un 30 por ciento del dólar oficial, y llegar así a las cosechas de fin de año y principios del 2023. Conseguir estabilidad para llegar a la campaña con algunos logros, aplacar a los mercados alborotados y buscar inyectar dinero en los bolsillos de los trabajadores para mejorar la imagen de un gobierno con respiración asistida, son los objetivos a partir de ahora.
Sobrevuela el imaginario de que Massa tiene buenos contactos en Estados Unidos, aunque nadie puede confirmarlo, que el FMI ve en él una figura racional con la cual se pueden negociar distintas políticas afines a los organismos internacionales y los inversores, y que tiene músculo político por el apoyo de intendentes del conurbano y gobernadores. Sin embargo, el poder no son sólo las relaciones sino también la capacidad de ejercerlo, y ahí es donde están puestas las expectativas de esta bala de plata para el peronismo y su preciada gobernabilidad.
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